Deuda externa
Un canje distinto: de la inversión financiera a la real
Por Alejandro Berghmans
El gobierno de Alberto Fernández debería evaluar la posibilidad de ofrecerles a los bonistas, en lugar de una quita, una capitalización mediante inversiones en la economía real que apuntalen el crecimiento.

Una inadecuada renegociación de la deuda externa, que implique quitas de capital, donde los inversores no puedan recuperar el capital invertido, sentaría un precedente altamente negativo para captar financiamiento internacional y alcanzar la lluvia de inversiones tan deseada.

Para crecer es necesario generar dólares y eso se logra con inversión directa en sectores estratégicos que incrementen las exportaciones.

Por ello, en lugar de solicitar una quita del 20% del capital de la deuda externa, considero que el próximo gobierno debería estudiar negociar tanto con el FMI, como con los fondos de inversión, un programa de capitalización o conversión de la naturaleza de la deuda, para facilitar las inversiones en sectores estratégicos vinculados a la exportación.

Para ello, habrá que considerar los aspectos relevantes vinculados a los tipos de deuda rescatada, tal como la tasa de cambio, cuotas y límites de la deuda capitalizable, descuentos aplicados por el Banco Central para favorecer sectores prioritarios, ingresos de divisas adicionales, límites de tiempo para la repatriación de capital y remisión de utilidades.

Con este mecanismo, aquellas empresas que deseen invertir en el país tendrán un verdadero incentivo, ya que podrán adquirir títulos de la deuda externa a un precio menor y al momento de efectivizarlos para concretar la inversión, el Banco Central les reconocerá un precio superior al que los compró.

De esta forma, dependiendo del tipo específico del régimen de conversión, la diferencia entre ambos precios representará un subsidio o verdadero incentivo para el inversor genuino y no para el especulador financiero, pues estamos hablando de inversiones en la economía real.

La ventaja de este mecanismo de conversión, es que implica la transformación de una deuda de realización altamente incierta para el poseedor de los títulos

En síntesis, la deuda externa nos brinda una ventana de oportunidad, para captar inversiones y desarrollar el enorme potencial productivo de nuestro país.

Una renegociación cristalina e inteligente de la deuda externa es la mejor contribución que el próximo gobierno puede darle a las industrias estratégicas generadoras de divisas.

Lo bueno de este programa, que promueve la capitalización o la conversión de una parte de la deuda externa (en lugar de quita), mientras se negocia el resto en un marco de facilidades extendidas para facilitar el repago, es que todos los actores involucrados se ven beneficiados. Los acreedores porque pueden recuperar el capital invertido y el país porque presenta un programa sustentable que le permitirá crecer y generar los recursos necesarios para afrontar los nuevos vencimientos de la deuda, sin cargar el ajuste sobre los que menos tienen.

Cabe recordar que en su momento el gobierno de Macri con el blanqueo -que retenía el capital en forma de bonos para financiar al Estado nacional- planteó la opción de que la inversión se hiciera en la economía real mediante fondos cerrados de inversión (FCI), pero la reglamentación impositiva para hacerlo viable no fue revisada hasta después de que cerrara el blanqueo. Con lo cual, el mercado ya dispone de una normativa actualizada que podría guiar este tipo de recomposición de la deuda. 

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