El Papa ha sabido llevar hasta la última expresión la máxima “Todo comunica” y convertirse en un comunicador efectivo: cada gesto transmite un mensaje renovado que lo convirtió en uno de los hombres más influyentes del mundo. |
Desde el primer día decidió comunicar de una manera diferente, única.“Recen por mi” fue la primera frase que dijo en el Vaticano, frase que quedará en la historia de su Papado pero que siempre lo acompañó, aún cuando era apenas Jorge.
Nueve meses después de haberse transformado en Su Santidad y Jefe de Estado del Vaticano, aún conserva la sencillez con la que recorría las villas porteñas. A pesar de las costumbres de la Gran Iglesia, eligió instalarse en la Capilla de Santa Marta, lejos de todo lujo, y prefirió la austeridad incluso en sus ropajes, con un gorro blanco, sus legendarios zapatos negros y su viejo maletín. Es para el mundo el Papa de los pobres y de los niños. Sin brillos, sencillo y sonriente. Es el primer Papa argentino, un Papa nacional y popular.
Elegido en medio de una profunda crisis de imagen de la Iglesia Católica, pareciera que Francisco fue enviado para recuperar la reputación de una institución con siglos de opulencia, misterios y conspiraciones, un DirCom contratado por Dios para enderezar la nave. Como si fuera un estratega de la comunicación, el Papa ha sabido llevar hasta la última expresión la máxima “Todo comunica” y convertirse en un comunicador efectivo: cada palabra, cada imagen, cada gesto transmiten un mensaje coherente y claro, un mensaje renovado y esperanzador que lo convirtió en el personaje del año y en uno de los hombres más influyentes del mundo.
Con su moderno estilo de resaltar las doctrinas más antiguas derribando barreras historicamente levantadas y un discurso inclusivo e integrador, Francisco ha logrado cautivar a católicos y no católicos. Con su tono conciliador, sus palabras clave –amor, pobreza, esperanza- y frases de alto impacto como “Si una persona es gay y busca a Dios con el corazón, quién soy yo para juzgarlo”, ha acercado posiciones con comunidades eternamente adversas a la Iglesia como la gay ó fomentado el diálogo con otras religiones.
Sus imágenes lavando pies a jóvenes detenidos, rezando tendido en el suelo en señal de penitencia, abrazando a un hombre desfigurado o recibiendo a personas sin hogar en el día de su cumpleaños, dieron la vuelta al mundo que rápidamente lo adoptó como un Papa distinto. Un hombre común dispuesto a generar un cambio a fuerza de popularidad, como si supiera que para hacer trascender el mensaje es necesario masificar la audiencia.
Tomó el guante de quienes criticaban a la iglesia por su comunicación obsoleta y su necesidad de adaptarse a los cambios sociales, tecnológicos y comunicacionales, y se puso al frente de la comunicación a través de las redes sociales, derribando el mito de que internet es un invento del diablo. Rápidamente, se convirtió en protagonista en Facebook y una twittstar con casi 4 millones y medio de seguidores en Twitter, logrando no sólo masividad sino además inmediatez.
Para evitar ruidos en la comunicación, prefiere no tener intermediarios y elige el contacto directo con la gente. Cuando quiere hablar con alguien se ocupa personalmente, al punto que el “Hola, soy el Papa Fancisco” se transformó en una marca registrada. Como buen cristiano, ha recibido a líderes y referentes de los más variopintos partidos políticos e instituciones, futbolistas y celebridades, a excepción de Sergio Massa, que según sus allegados “no habría recibido aún el perdón” por una antigua diferencia.
Incluso antes de ser Papa, Jorge Bergoglio supo caminar por la cornisa de la política generando disputas con sectores tan equidistantes como el Kirchnerismo y el Grupo Clarín. Sus homilías como Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires serán siempre recordadas por su mirada crítica de la clase política, principalmente del ex-presidente Néstor Kirchner lo que motivó por años su ausencia en el tradicional Tedéum del 25 de mayo en la Catedral Porteña.
Como Papa también. Con menos de un año al frente de la Iglesia, ordenó la descentralizacion y el reordenamiento de las finanzas del Vaticano para afrontar maniobras de corrupción y la creación de una comisión para la protección de los niños contra la pedofilia; pidió conocer a través de una encuesta la opinión de los fieles respecto del matrimonio gay, el divorcio y la anticoncepción, temas que anteriomente eran considerados tabúes; y se pronunció públicamente a favor de una mayor presencia de la mujer en la Iglesia, lo que motivó que algunos analistas lo llamaran el “Papa Peronista” por implementar políticas populares o ser un genio de los mensajes demagógicos.
Peronista o no, todos quieren a Dios en su equipo, a punto tal que muchos asesores ya especulan con una visita papal a la Argentina antes de las próximas elecciones o una señal de apoyo del Sumo Pontífice para 2015. Pero él (Francisco), rápido de reflejos, les hará una vez más una gambeta para seguir jugando la personal con la seguridad de saber que es el dueño de la pelota.
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