
Un 2,4% del PBI o 10.000 millones de dólares podrÃa ser el costo total durante 2021 de los subsidios a la energÃa que benefician principalmente a la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Esto encendió la mecha en el Ministerio de EconomÃa con el affaire Basualdo, pero el debate es mucho más amplio.
Asà se lo planteó el ingeniero VÃctor Bronstein a LPO, actualmente director de IEASA -ex Enarsa- y titular del Centro de Estudios de EnergÃa, PolÃtica y Sociedad: "No se puede ser fiscalista a lo Aranguren y su Excel, sin mirar si la gente lo puede pagar".
La pulseada sobre los subsidios entre Guzmán y Basualdo destapó el debate sobre el déficit fiscal que se genera y las formas de fondearlo.
En realidad la pulseada sobre los subsidios y las tarifas es la punta del iceberg del problema energético. Vivimos en una sociedad de un altÃsimo consumo energético que damos por sentado y que es relativamente nuevo. Históricamente la energÃa era un lÃmite para el desarrollo y ahora nos hemos independizado de la aleatoriedad del entorno. Nos calefaccionamos si hace frÃo, podemos trabajar de noche porque hay luz, refrigerarnos si hace calor, estar conectados inalámbricamente y todo mediante el consumo de energÃa.
El problema actual de las tarifas acá y en el mundo radica en que, por un lado, tienen que ser lo suficientemente altas para garantizar la generación de la energÃa, pero lo suficientemente bajas para que sea accesible a todo el mundo. En palabras de Tomas Kuhn estamos ante una "tensión esencial" que no puede plantearse como un problema fiscal y nada más. Es un problema de cómo se estructura la sociedad.
El problema es que hoy en dÃa no hay fuentes de financiamiento para que sigan subiendo los subsidios. Los cálculos del Mosconi hablan de $370.000 millones más de subsidios este año, un total de 10.000 millones de dólares, que es un cuarto de lo que se le debe al FMI. Más deuda no se puede colocar y la emisión de moneda también afecta los precios.
Es cierto, pero tampoco hay margen para que siga subiendo la pobreza. Estamos en una situación de excepcionalidad con la pandemia y el aumento de la pobreza no puede agravarse dejando sin energÃa a la gente.
Los subsidios a las tarifas costarán $370.000 millones más que lo que presupuestó Guzmán
Los paÃses que más energÃa consumen son los que tienen mejor calidad de vida. Estados Unidos tiene aproximadamente el 4,5% de la población mundial y consume el 18% de la energÃa del mundo. Esto habla de un sobreconsumo quizás, pero en lÃneas generales es una correlación que se respeta.
Esta disyuntiva entre generar más energÃa y que la gente la pueda pagar es global. En Argentina este problema se ve agudizado por la cantidad de pobres. Y en esto, el Estado tiene que regular e intervenir subsidiando en los dos grandes flujos energéticos: el eléctrico y los combustibles. Como en Argentina el 60% de la electricidad se genera a través del gas, en realidad no se puede pensar el uno sin el otro.
Entiendo que hay un apremio por hacer más eficientes los subsidios, pero entre subsidiar a quien no lo necesita y dejar de subsidiar a quienes sÃ, para mà lo segundo es más injusto.
¿Y por qué no se ha avanzado en la segmentación de los consumidores para evitar que el que vive en condiciones precarias en viviendas sin eficiencia energética y el que usa la energÃa para calefaccionar la piscina no reciban el mismo subsidio? En Inglaterra, por ejemplo, el subsidio es para quien lo solicita y demuestra necesitarlo, no por barrio o por nivel de consumo.
Primero, porque no es tan sencillo el cruce de datos de la Anses y la AFIP hacia el Ministerio de EnergÃa y porque además es un tema cuantitativo. ¿Qué porcentaje de la población británica necesita estos subsidios como para tramitarlos "por ventanilla"? ¿Y cuántos son las personas que acá no podrÃan pagar la tarifa plana y cómo lo demuestran?
Fue Tony Blair el que definió el concepto de "pobreza energética", allá entre el ‘95 y el ‘96, porque entendió que no llegar a cubrir las necesidades energéticas básicas de un hogar trae consecuencias. Los hogares más vulnerables dependen hoy por hoy de un celular para recibir un llamado en caso de que surja una changa, no tienen acceso a gas y dependen de la energÃa eléctrica para cocinar porque no pueden darse el lujo de salir a comer.
Y los subsidios no son solo para los usuarios: 40.000 millones de dólares usó Alemania en 2020 para subsidiar las energÃas renovables, que son más caras que las convencionales y sobre las que tengo mis reservas.
¿En que consisten esas reservas?
A tÃtulo personal lo digo. Considero que todo el tema de las renovables y los biocombustibles es una cuestión que tiene origen en la geopolÃtica y que no necesariamente son la respuesta para los paÃses emergentes. Para Estados Unidos y para los paÃses europeos, el núcleo de la OCDE, la falta de hidrocarburos por el declino de la producción en el primero hacia el año 2006 y en los otros por la merma en el Mar del Norte son un riesgo de mayor dependencia de los paÃses árabes y de Rusia. De allà la necesidad de apostar a otras energÃas alternativas. Estados Unidos apostó fuerte a los biocombustibles hace más de una década y Europa más por la energÃa eólica y solar.
En el planeta entero se está acabando la energÃa barata. Todo el sistema renovable es más caro por su intermitencia propia de las fuentes -el viento no sopla constante las 24 horas y de noche no hay energÃa solar-. Esto genera la necesidad de tener muchos puntos de potencia instalada listos para sumar a la red a demanda y lo hace más caro. Alemania y Dinamarca, los dos paÃses de Europa que tienen la energÃa más cara son también los que mayor porción de lo que consumen es de origen renovable. En Estados Unidos, no casualmente California es el estado con la tarifa más cara.
Nosotros no tenemos por qué entrar en la agenda europea. Para un paÃs que tiene el nivel de pobreza que tenemos, la solución pasa por tener la energÃa más barata y eso te lo da el gas, no la eólica ni los biocombustibles.
Le pregunté por la individualización de los subsidios energéticos a la inglesa y me respondió con el argumento cuantitativo. En estos términos también podrÃa preguntarle ¿Y cuánta espalda tiene Inglaterra para pagar subsidios y cuánta tenemos nosotros?
Sin lugar a dudas, Inglaterra tiene mayor margen fiscal para pagar subsidios que nosotros. Y coincido en que el futuro es segmentar inteligentemente, pero este es un momento de emergencia. Es momento de postergar las subas y aunque no me interesa meterme en la pulseada de Guzmán y el secretario de EnergÃa Eléctrica, en este punto coincido con Basualdo.
Lo que digo es que para hablar de energÃa hay que tener en cuenta cinco factores que interactúan: el económico, el polÃtico, el social, el ambiental y cientÃfico-técnico. No se puede ser fiscalista a lo Aranguren y su Excel, sin mirar si la gente lo puede pagar, o subsanándolo con una tarifa social que también luego tuvo que recortar para que le cerraran los excels.
¿Y el efecto sobre la producción? Guzmán impulsó el Plan Gas precisamente porque falta energÃa para pasar el invierno y no hay dólares para importar energÃa que podrÃa estar produciéndose acá, pero los últimos números todavÃa muestran el declino.
El Plan Gas es anterior a Guzmán. La primera etapa la hizo Kulfas y su implementación se demoró seis meses por temas de la polÃtica. Por eso, ahora estamos teniendo que importar más gas, pero sÃ, el sentido de la polÃtica debe ser el de fomentar la producción. El precio estÃmulo de 3,7 dólares (por millón de BTU) no está mal. Está por encima de los 2,7 dólares del Henry Hub (precio de referencia en Estados Unidos).
En este punto, discrepo con la gente del instituto Mosconi en que la caÃda de la producción de gas en la Argentina que nos llevó a importar gas licuado fue por el congelamiento de las tarifas. El gas es un recurso no renovable y su producción naturalmente tiene un pico y luego una caÃda. En el caso del gas convencional en Argentina el pico estuvo en 2006 y la caÃda se empezó a notar en el 2008.
Sin embargo, usted señala que Europa se anticipa al agotamiento del petróleo y vira hacia las energÃas renovables para no depender de otras naciones. Y en Estados Unidos la misma escasez -sumada a la especulación- llevó el barril de crudo a los 200 dólares e hizo viable la producción del shale. Y acá esa previsión no la vimos.
No es asÃ. En Estados Unidos saben de la existencia del shale desde 1913, pero siempre lo llamaron "la energÃa del futuro" porque su producción requerÃa tecnologÃa del mañana y hubo mucha inversión estatal y apoyo en forma de subsidios a las empresas para que lo hicieran posible. Mitchell Energy fue la empresa que en 2010 empieza a desarrollar el shale allá mediante el fracking.
Acá, la estatización de YPF en 2012 es, en parte, porque Argentina se dio cuenta que tiene el recurso y para desarrollarlo puso un precio estÃmulo de 7,5 dólares para el gas. Argentina reaccionó a tiempo a la caÃda de la producción convencional. Que no se haya desarrollado tuvo que ver más con la macroeconomÃa.
Con cepo es difÃcil que las empresas de afuera quieran hacer inversiones de muchos ceros en el paÃs.
Por eso creo que no hay que poner cepo o al menos habÃa un proyecto para la creación de un fideicomiso para garantizar el retorno de la inversión a las empresas. Ahora sà tenemos el recurso, necesitamos que vengan otras empresas. Ya las nacionales lo están haciendo, Tecpetrol, Pampa, Vista, y desde luego YPF están comprometidas en el desarrollo de Vaca Muerta. También necesitamos que las empresas de afuera también lo hagan. Shell y Exxon, si bien están en el paÃs, todavÃa no acaban de involucrarse plenamente.
Cuando asumió Macri con su apuesta por las energÃas renovables desactivó los avances en energÃa atómica del paÃs. ¿Considera que deberÃan retomarse los grandes proyectos en este plano?
La energÃa atómica da para conversar horas y horas, pero para responder en forma concisa: No. O no ahora ni después de la pandemia La energÃa nuclear es muy cara para la Argentina y tenemos mucho gas que es más barato y eficiente, que son los criterios que deberÃan priorizarse para crecer y sacar a la gente de la pobreza. Gas primero y también energÃa hidroeléctrica, que son las que generan más externalidades positivas.
Con la energÃa nuclear en el resto del mundo, la tendencia va hacia las centrales de baja potencia porque reducen los costos de seguridad, no las megaplantas como Atucha 2.
Lo doloroso de desactivar estos proyectos es que formar gente capaz de trabajar en energÃa nuclear es un proceso largo y costoso. SerÃa ideal que haya un programa de capacitación de largo plazo en EnergÃa, no solo atómica; sino también para pensar las polÃticas de largo plazo teniendo en cuenta todos los cinco factores que mencioné antes.
Algo que siempre me llamó la atención de las energÃas renovables es que en Argentina fueron un eje del programa de gobierno de Cambiemos y en Uruguay eran vertebrales para la polÃtica del Frente Amplio. De un lado del rÃo eran de izquierda y en otro de derecha. ¿Cómo se entiende?
Lo que propone la OCDE es un sistema de gobernanza global de cuánto y cómo se produce en función de la producción del CO2 y el progresismo lo compra porque va contra las petroleras, pero no responde a las necesidades de los más pobres esta agenda. No para un paÃs como el nuestro que tiene gas en su territorio, el caso de Uruguay es distinto.
Todas las demás transiciones energéticas de la historia fueron de menos a más intensidad por volumen. Se necesita menos carbón que madera para obtener la misma cantidad de calorÃas, y menos petróleo que carbón, y asÃ. Esta transición es la primera que busca pasar a fuentes de menor calidad. Es una transición muy particular porque está conducida por externalidades, como el impacto en el medio ambiente mediante el relato del cambio climático y la evidencia de que los recursos que quedan son decrecientes.
En inglés existe un concepto "Energy return on investment" (EROI) que se puede traducir como tasa de retorno energético que básicamente dice cuánta energÃa se invirtió para obtener una unidad de energÃa. Con el gas el retorno es de 30 a 1, con los biocombustibles de maÃz en Estados Unidos puede ser incluso negativo y en el mejor de los casos es 1,5 a 1. Acá estamos un poco mejor, en el orden del 3-1 con los derivados del maÃz y algo más con los de caña de azúcar.
Hasta 2020, el 38% de la producción de maÃz en Estados Unidos se destinaba a la producción de bioetanol. Si en su lugar, se la destinara para fabricar alimentos, caerÃa el precio internacional del maÃz, también el de las carnes y se reducirÃa la pobreza mundial. Por eso tengo mis diferencias con los que piden apuntalar la industria de los biocombustibles, creo que el futuro de las energÃas renovables pasa más por la autonomÃa de la movilidad eléctrica y no por el corte de hidrocarburos. Pero sà me parece interesante para darle más posibilidades a la caña de azúcar en el complejo industrial de Tucumán porque no es un commodity que impacta en las exportaciones.
En este sentido, me parece que es razonable el proyecto de Máximo Kirchner de no subsidiar a los biocombustibles que son principalmente un negocio de las multinacionales.
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falso ... se siembra mas maiz porque se paga ese precio, sino no se sembraria ese maiz.
otro inutil que niega la ley de gravedad
emtonces si te pasas de un consumo reventas con tarifa al consumidor
basta de populismo