La decisión de los gigantes de las redes sociales de bloquear las cuentas de Donald Trump abrió un complejo debate sobre la libertad de expresión y el derecho de Facebook, Twitter o Instagram de arrogarse el rol de arbitro que determine que contenido o usuario puede "socavar la democracia" y en consecuencia debe ser prohibido, aunque sea el presidente de los Estados Unidos, electo por el voto popular.
La toma del Capitolio de parte de los seguidores de Trump operó como el motivo para avanzar sobre Trump y sus seguidores y tomar distancia de un "discurso de odio" que creció gracias a su propagación por esas mismas redes, determinantes en la campaña del propio Trump.
Esto expuso además la enorme capacidad de estas empresas para limitar alternativas al servicio que brindan, ya que, ante la prohibición de miles de cuentas trumpistas y cuando ese público se mudó a la red Parler, los gigantes Google y Apple las quitaron de sus tiendas de aplicaciones y en los hechos hizo imposible acceder a esa red. El dilema es entonces: ¿Defensa de la democracia, abuso de posición dominante o búsqueda de un chivo expiatorio para limpiar errores pasados?
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El especialista en gobernanza de Internet, Andrés Piazza, sostiene en diálogo con LPO que "no se sabe si el discurso del odio existe gracias a que las plataformas lo amplificaron o si hay más discursos de ese estilo y se potencian por el agrupamiento de estas expresiones en todo el mundo y el sesgo de confirmación que organiza el algoritmo". En efecto, una crÃtica que recibe sobre todo Facebook, es que contribuye a construir un mundo de polarizaciones porque muestra a sus usuarios los comentarios y contenidos afines a sus creencias.
"Es una trampa en las que están las empresas porque les conviene que los discursos circulen en la red sbre la base de la libertad de expresión y al mismo tiempo imponen lÃmites a esa libertad desde una perspectiva de los derechos humanos o ahora vinculada con el Covid. Ese es el desafÃo que se les presenta y están presionando para respetar determinados estándares", agrega Piazza.
Para el investigador de la Universidad de Quilmes, Martin Becerra, el bloqueo a las cuentas de Trump "sienta un precedente peligroso porque las plataformas se autoasignan el rol de controladoras del discurso público y, con este antecedente, les resultará complejo no ejercer esa función a futuro y desentenderse de las consecuencias polÃticas y legales, incluida la evidente función editorial de la que tanto han renegado hasta ahora. Se arrogaron de facto facultades que corresponden a poderes públicos en una democracia".
"Si Trump efectivamente es una amenaza a la convivencia y su incitación a la violencia es dañina, entonces corresponderÃa que los poderes instituidos y legitimados como el Poder Judicial y Legislativo, adopten las medidas que correspondan, incluyendo el recorte de los espacios de difusión del primer mandatario", evalúa Beccera y advierte que "al presentarse como una suerte de atajo ejecutivo y veloz para decisiones que deberÃan tramitarse por las vÃas institucionales de una democracia, las plataformas se ofrecen como un sustituto posible para cuestiones que son muy ajenas a su competencia y las sustraen de la esfera pública".
La disputa de estas empresas con Trump no es nueva sino que se remonta a los inicios de su mandato cuando el entonces presidente electo puso en discusión la metodologÃa de empleabilidad del conglomerado Silicon Valley, en un contexto en el que el presidente republicano se puso el objetivo de "repatriar" empresas para que se vuelvan instalarse a Estados Unidos y generen trabajo para los habitantes de ese paÃs.
Un ejemplo de esto fue el rechazo al endurecimiento de las leyes contra los inmigrantes y las visas H-1B con las que estas empresas contratan personal calificado fuera del paÃs. "¿Por qué echamos a más del 40% de los graduados de matemáticas y de ciencias que no son ciudadanos estadounidenses después de educarles aquÃ? ¿Por qué ofrecemos tan pocas H-1B visas para especialistas con talento que se agotan a los pocos dÃas de estar disponibles cada año?", escribió en su momento Zuckerberg en un editorial en el Washington Post.
Trump ganó en 2016 en los estados afectados por la deslocalización de empresas y la desindustrialización. Una vez en el poder, Trump quizo obligar a empresas como Apple a fabricar los iPhones en Estados Unidos en lugar de China y amenazó con grabar esos productos con impuestos más altos, como hizo con las automotrices que debieron retornar de México.
Esta tensión con los gigantes de Silicon Valley -históricamente afines al Partido Demócrata- se agravó cuando la Comisión de Competencia de Estados Unidos (FTC) y fiscales que representan a 48 estados y territorios del paÃs presentaron una demanda por abuso de su posición dominante contra Facebook por sus grandes adquisiciones para neutralizar a la competencia, como la compra Instagram y WhatsApp.
Lo cierto es que hasta esta decisión de bloquear a Trump, la empresa de Zuckerberg necesitaba limpiar su imagen luego de la interpelación realizada por el Congreso en 2018 por el masivo robo de datos de 87 millones de usuarios por parte de Cambridge Analytica que se cree favoreció la elección del magnate, la victoria del Brexit y otros comicios decisivos basados en retóricas violentas y divisorias.
Con este marco de situación, vale la pena preguntarse si estas empresas usan el caso Trump para lavar sus propias culpas en relación a la difusión de los discursos de odio y, con este precedente, no pretenden condicionar lo que es una investigación que está llevando el Partido Demócrata sobre las practicas monopólicas que no respetan la propia legislación norteamericana.
En ese aspecto, el docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires, Santiago Marino, sostiene en diálogo con LPO que "hay una pelÃcula mas larga, que es la mas interesante, que es la de poner en debate la posición dominante de estas empresas que se defienden con todos sus recursos y entre ellos, aparecen estas reacciones en supuesta de defensa del debate público. Pero están en un dilema: la concentración se espiraliza y el entorno digital es más concentrado que el analógico.".
"Google, Amazon, Facebook y Apple son oligopolios que no entienden de un sistema de competencia y lo han expandido como al costado de la normativa", agrega.
Marino advierte que "lo que está en debate es la capacidad del Estado de regular plataformas que siempre dijeron que por ser bits no podÃan ser regulados porque tenÃan sus propias reglas".
Becerra cree que "este giro representado por el bloqueo a Trump por Facebook y Twitter, junto a la cancelación de Parler de las app stores de Google, Amazon y Apple, se produjo una vez que Trump habÃa perdido la elección presidencial y el control del Senado, es decir que las plataformas están recalculando sus polÃticas ante una mayorÃa demócrata en el gobierno y en el Congreso de EEUU".
La doctora en Ciencias PolÃtica de la Universidad de Cornell de Nueva York, Jimena Valdez, en diálogo con LPO coincide: "Hay una actiud más acomodaticia. Jack Dorsey (CEO de Twitter) es más distante, pero Zuckerberg se encontró varias veces con el presidente Trump durante su mandato (dos veces en el mes de noviembre de 2019) demostrando que es ni más ni menos que una empresa capitalista y no una fundación para comunicarnos a todos".
"Ahora Trump es menos peligroso en términos de represalias económicas, y las empresas avanzaron. Marco simplemente la coincidencia en el tiempo, y esto no significa que haya causalidad entre ambos", añade Valdez.
Respecto a la intención de condicionar al nuevo gobierno demócrata, Valdez evalúa: "creo que la misma fortaleza de estas empresas -no solo su tamaño, sino su calidad de "infraestructura" para nuestra economÃa, polÃtica y sociedad- se convirtió finalmente en su debilidad. Como si fuera el opuesto de "too big to fail": too big not to regulate".
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- 214/01/2111:45Las redes sociales, como los medios de comunicación tienen derecho de admisión en contenidos, líneas discursivas y emisores de opinión, la libertad de expresión no existe...
- 113/01/2121:36sí, siguiente pregunta