Quizás sea uno de los integrantes más sólidos del Gabinete. Marcelo Ebrard contradijo en los últimos dÃas, y de manera frontal, a la militancia de la 4T. Con un discurso muy alejado del triunfalismo que agitó un sector del Gobierno entre la militancia obradoristas, el Canciller reconoció que su negociación se centró -como aspecto principal- en ganar tiempo.
"Mi horizonte eran dos o tres dÃas, ahora tenemos 45 dÃas por delante", reconoció Ebrard, que detalló los pilares de su planteo en Washington. Según el funcionario, México intenta demostrar que sà es posible bajar el flujo migratorio que ingresa desde la frontera sur de México y que termina cruzando -en buena parte- a los Estados Unidos.
En el próximo mes y medio, Ebrard buscará mostrar una baja significativa, para evitar asà que Donald Trump vuelva a la carga con sus aranceles, una estrategia que -también reconoció el canciller- golpearÃa de lleno a la economÃa de México, con pérdidas de empleos por decenas de miles e incluso un eventual escenario recesivo.
El propio Trump anunció ayer que "siempre se puede volver a los muy lucrativos aranceles contra México", en caso de que Andrés Manuel López Obrador y su Gobierno no demuestren cooperación en materia migratoria, el verdadero issue diplomático entre ambas naciones.
Tanto es asÃ, que el giro en la polÃtica migratoria ya es evidente. Ebrard dijo que es inviable tener a cientos de miles de migrantes dando vueltas por México sin siquiera conocer los nombres de estas personas. Un reconocimiento a las quejas explÃcitas que venÃa haciendo Trump.
También avisó que solicitará al Gobierno de Guatemala y a las ONG´s de ese paÃs vinculadas al tema migratorio una colaboración para poder mostrar en EU resultados en el corto plazo. "Nosotros somos los principales promotores del Plan de Desarrollo para Centroamérica. De modo que ahora pedimos colaboración, que ayuden a México", reclamó.
Las palabras de Ebrard -que ya se habÃa expresado en ese mismo sentido en el acto de Tijuana- demuestran que la celebración por una aparente "victoria" diplomática deberá esperar. Los riesgos de nuevos embates desde Washington están latentes. Y el Canciller lo sabe.
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