La coreografÃa se repite, desconocidos o diputados pasan a la acción directa y chocan con sus colegas del macrismo o hasta con gendarmes y cuando las cosas amenazan con terminar de desmadrarse, aparece AgustÃn Rossi para contener a los exaltados. Un ejercicio de moderación elogiable sino fuera que la repetición del acting empieza a despertar sospechas.
El regreso del rosarino a la Cámara de Diputados se sintió fuerte: En su primera semana como jefe de la extensa bancada kirchnerista -más de 60 diputados-, Rossi protagonizó los incidentes en la reunión de comisión que trató el dictamen de la reforma previsional; luego chocó con los gendarmes que custodiaban el Congreso en la sesión convocada para aprobarla y ya en el interior del recinto encendió la mecha que detonó la sesión.
Lo festejó con una salida triunfante al salón de los Pasos Perdidos, con aplausos de colegas y empleados. Y dejó postales curiosas: merodeó en cada zona de conflicto pero no protagonizó peleas subidas de tono con sus colegas, mas bien dejaba que la tensión escale parea intervenir justo antes -o unos segundos después- que explotara.
Monzó lo llamó para recriminarle el clima de la comisión que debatÃa la reforma previsional, con grupos de jubilados y militantes insultando. Muchos habÃan ingresado como invitados de diputados kirchneristas: LPO vio como Axel Kicillof y Carlos Castagnetto guiaban algunos de ellos.
Rossi, que en su anterior etapa de jefe de bloque jamás asistÃa a las reuniones de comisión, los frenó con un salto cinematográfico cuando intentaron desmadrar la reunión. Pero luego permaneció absorto ante los reproches de un desbordado Monzó, convencido de estar ante un interlocutor mucho menos dócil que Héctor Recalde .
Escuchó sin chistar el encendido discurso de Nicolás Massot, que en otras épocas lo hubiera enloquecido. No tenÃa previsto reaccionar.
Y el miércoles fue de los primeros en inspeccionar el férreo operativo de la GendarmerÃa. Fue hasta el centro de la plaza y los intimidó con varios cara a cara, pero no llegó al enfrentamiento directo.
En la sesión dejó claro su dominio del conflicto. Esperó a las 14.30 para pedir levantarla por falta de quórum, repudió las agresiones a sus pares pero nunca se acercó a insultar a Monzó como la mayorÃa de sus compañeros.
Tampoco se preocupó en separar ni en frenar a los camporistas que le exigÃan a los aliados y hasta miembros de otros bloques levantarse de sus bancas. Máximo Kirchner, que venÃa siendo un diputado moderado, les exigió a los gritos a los misioneros a dos metros de distancia.
Y Wado de Pedro hizo lo mismo con diputados del bloque de los gobernadores hasta que Diego Bossio lo paró en seco: "Tomatelas, anda a ocuparte de tu bloque", le dijo. Casi se van a las manos, pero finalmente se tranquilizaron.
El que no pudo resistirse a las provocaciones fue Monzó, que terminó tirandole una mano imprecisa al radical kirchnerista Leopoldo Moreau, inmortalizada por las cámaras de los fotógrafos que seguÃan la sesión. "Tuvieron un triunfo, pero de los que restan más que suman, porque fue gracias a la violencia", analizaba un diputado peronista, pero lejano al kirchnerismo.
De hecho, algunas voces experimentadas del Congreso aseguran que no se trataron de incidentes aislados ni mucho menos espontáneos y agregan que Rossi no sólo estaba al tanto, sino que lo avaló.
Cuentan que su vieja relación con Pablo Kosiner, jefe del interbloque de los gobernadores, le habrÃa permitido conocer su malestar y sus pocas ganas de colaborar con el quórum, enojados por el doble juego de Lilita Carrió que los dejaba expuestos como "socios del ajuste" del gobierno, mientras la chaqueña aparecÃa mediando ante Macri para conseguirles un bono a los jubilados. Hablan hasta de una reunión entre ambos en su despacho.
Lo cierto es que el santafesino logró afianzar su liderazgo en apenas una semana. Apenas asumido a muchos de los integrantes de su bloque tuvo que convencerlos para que no se mudaran a la bancada de los gobernadores y ahora ya trabaja para coordinar acuerdos "por temas" con el massismo y el bloque de los gobernadores. Felipe Solá juega un rol clave en esas negociaciones. El lÃmite, claro, es la intransigencia de su jefa. Se verá si logra sortearlo con la misma muñeca que demostró para subirse a la ola del caos de esta semana.
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