Ni el frío pudo frenar la enorme convocatoria del cierre de su campaña. Acompañada por los máximos referentes demócratas, Hillary Clinton pidió a los militantes y también a las minorías de los Estados Unidos que salgan a votar masivamente para evitar que Donald Trump logre instalar la idea de un fraude.
Desde muy temprano, un gran operativo paralizó el centro de Filadelfia, la ciudad más poblada de Pensilvania. Como explicó LPO, la elección de este territorio para el último gran evento no es casual: se trata de un estado que Trump desea arrebatarle en el sprint final para complicarle sus desembarco en la Casa Blanca.
Los equipos de Hillary también apostaron por un espacio de mucha carga simbólica para los estadounidenses: miles de personas ingresaron desde temprano en el parque del Independence Hall, lugar donde se debatió y adoptó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
Los artistas Bruce Springsteen y Jon Bon Jovi abrieron el evento, intercalando un poco de música con declaraciones políticas de apoyo a Hillary. Luego ingresaría Chelsea –la única hija de Hillary- y Bill Clinton, con discurso muy cortos y de apoyo familiar más que político.
Después de haber recorrido todo el país en una campaña paralela, llamó la atención el rol deslucido y marginal que jugó en este evento el ex presidente. Su discurso duró menos de 4 minutos. Era la noche de su mujer.
Michelle Obama, en cambio, empezó a ponerle picante a la noche. En un mensaje directo y sin rodeos, la Primera Dama dijo explícitamente que si los demócratas no se movilizan, entonces había serías chances de que la victoria se la lleve Donald Trump.
“Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Esta elección está en nosotros, está en nuestras manos. Si nosotros mañana salimos y votamos, Hillary será la próxima presidente”, dijo confiada.
Y luego aclaró: “Pero si nos quedamos en casa o jugando con un voto de protesta, el rival de Hillary ganará. Punto. Final de la historia. Es importante entender que las elecciones presidencial pueden ser muy cerradas. Se pueden definir con cinco, diez, quince votos. Hay que tomarse unos minutos para votar y movilizar a sus familias y amigos”.
Como suelen hacer los presidentes salientes, Barack Obama aprovechó este enorme acto para recordar los logros de su gestión. El mandatario dijo que habían logrado convertir el “Yes we can” –su mítico slogan de campaña- por un “Yes we did”.
Obama volvió a haber el trabajo sucio: criticar frontalmente a Trump. Afirmó que el republicano no está capacita, y que si sus asesores no le confían su propia cuenta de Twitter, cómo los Estados Unidos podrían entregarle los códigos de las armas nucleares.
“No está preparado para ser el comandante en jefe, tiene una mirada básica del mundo, justifica la tortura. Si quieren, no me hagan caso a mí: escuchen a los republicanos que le retiraron el apoyo”, dijo con ironía.
El presidente también dejó un mensaje de apoyo a Katie McGinty, candidata al senado. Pensilvania es uno de los estados que podría entregarle la mayoría de la cámara alta a los demócratas.
Como viene haciendo en los últimos días, Hillary optó por un discurso más moderado y de reconciliación. “Me arrepiento por el tono enojado que tomó esta campaña”, aseguró.
“Lo más horroroso que dijo Trump en los debates, después de insultar a todo el mundo -inmigrantes, mujeres, afroamericanos, musulmanes- fue especialmente el insulto que le hizo a nuestra democracia: se rehusó a responder si aceptaría la derrota”, dijo Clinton.
Entonces pidió a la multitud que salga masivamente a votar para que haya un resultado tan amplio como inobjetable. “Demostrémosle que no podrá hacer ningún cuestionamiento”, explicó.
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