A poco más de una semana para las elecciones presidenciales, los equipos de Hillary Clinton recibieron un terrible gancho al mentón cuando las autoridades del FBI recomendaron reabrir la investigación sobre el servidor de correo electrónico privado que utilizó la entonces secretaria de Estado.
El impacto se sintió duro, y la plana mayor de la campaña –incluida la propia Hillary- salió a pedir explicaciones. Su jefe de campaña, John Podesta, consideró que era "extraordinario que veamos algo así, justo once días antes de la elección".
El motivo del fastidio es evidente: se trata de uno de los puntos más controversiales en la carrera de la esposa de Bill Clinton y es, al mismo tiempo, uno de los misiles que suele utilizar Trump para argumentar que ella no está capacitada para ser mandataria.
Todos sabían que habría consecuencias en los números. Pocos días después, una encuesta de ABC/Washington Post Tracking confirmó lo que parecía inevitable: el magnate neoyorkino podía beneficiarse con este nuevo escándalo y revitalizar su campaña en el último tramo, acaso el más importante de todos.
Según el sondeo del Washington Post, Trump aventaja a la demócrata por apenas un punto en las intenciones generales. Técnicamente es un empate, pero sin dudas un resultado que lastima la marcha triunfal que transitaba la imagen de Hillary ante la opinión pública.
Aún así, quienes conocen a fondo el sistema electoral de los Estados Unidos saben que todavía la tendencia está muy a favor de la ex primera dama. Sucede que para convertirse en presidente, la cantidad global de votos no siempre es lo más importante. “Lo importante son los estados, no la general. Y ahí estamos con ventaja”, explicó a LPO un hombre que trabaja en la campaña demócrata.
Los Estados Unidos tiene un complejo sistema de elección indirecto. Esto quiere decir que cada ciudadano vota por delegados que representarán a cada candidato en un Colegio Electoral –semanas después de la elección- para definir al Presidente.
A cada uno de los 50 estados –y también al distrito capital, DC- le corresponde un determinado número de delegados según el tamaño de su población. Así, por ejemplo, California aportará 55 delegados, Texas 38 y Nueva York 29, mientras que territorios menos populosos como Vermont, Montana o Wyoming impondrán sólo 3 delegados cada uno.
El Colegio Electoral se integra con 539 delegados. El número mágico al que aspiran los candidatos es 270. Al llegar a esa cifra, no importa cuántos votos en la general hayan sacado, saben que el camino a la Casa Blanca está allanado.
El sistema se vuelve más complicado porque en casi la totalidad de los estados –menos Maine y Nebraska- se utiliza el sistema de Winners-Take-All, lo que significa que el ganador, así sea por un voto, se lleva todos los delegados de ese estado.
Esta es la razón por la cual en Estados Unidos un presidente puede ser elegido con mayoría de delegados, pese a no haber obtenido más votos que su rival directo. Este escenario contradictorio ocurrió cuatro veces en la historia del país, y el más recordado sin dudas es el de George W. Bush en 2000, cuando obtuvo 500 mil votos menos que Al Gore.
Pero, entonces, ¿qué sucede hoy en la división de los estados que definirán la contienda? ¿Por qué la encuesta del Washington Post parece irrelevante?
Aunque nada está definido, Hillary al día de hoy parece correr con mucha ventaja. De los cinco estados que más delegados aportan, Clinton se quedaría casi con seguridad con cuatro: California, Nueva York, Pensilvania e Illinois.
Texas, el otro de los “gigantes”, iría para Trump, quien se asegura además todo el cordón conservador del centro del país.
La enorme cantidad de sondeos locales demuestran que sólo 9 estados todavía están en disputa. La mayoría ya está definido para un lado o para el otro. Las progresiones más serias indican que Hillary ya tendría prácticamente asegurados unos 259 delegados –apenas a 11 de conseguir la victoria-, mientras que Trump apenas estaría sumando 164.
Todavía hay entonces 115 delegados que surgen de los 9 estados en duda. Allí se concentra la pelea por estas horas. Son Nevada (6), Arizona (11), Colorado (9), Carolina del Norte (15), New Hampshire (4), Georgia (16), Iowa (6), Ohio (18 delegados) y la joya de este grupo: Florida (29), que está en un infartante empate técnico.
A nadie le llama la atención entonces que en los últimos días, tanto Hillary como Bill se concentraron en recorrer insistentemente las principales ciudades de Florida, Ohio y Carolina del Norte. Saben que una victoria en algunos de esos lugares los volverá a colocar en la Casa Blanca.
Incluso, para estos lugares estratégicos los equipos demócratas sumaron a dos players de peso: Barack Obama encabezó un acto de apoyo en Florida, mientras que Michelle Obama acompañó a Hillary en una recorrida por Carolina del Norte.
“Ellos tienen que ganar por lo menos ochos de esos estados que todavía están abiertos. Pero si nosotros ganamos uno de los grandes entonces ya estaremos adentro”, dicen confiados en los equipos de Clinton.
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