Petróleo
Documento: El plan de Arabia Saudita para romper su dependencia del petróleo
La crisis del petróleo le dejó un déficit de 15 puntos del PBI. Los planes del reformista Bin Salmán.

Sostener a los 30 millones de habitantes sin depender exclusivamente del precio del petróleo es la gran apuesta de Arabia Saudita, una monarquía que conserva a rajatabla costumbres milenarias del Islam pero cuyos funcionarios sólo hablan del futuro.

Tal es así que en cada reunión que la delegación argentina encabezada por la vicepresidenta Gabriela Michetti mantuvo con autoridades del país árabe, se oyeron citas al plan Visión 2030, lanzado en marzo por el rey Salman bin Abdulaniz-Al-Saud, con el objetivo de alcanzar ese año 6 millones de empleos no provenientes del petróleo y reducir al menos a la mitad la incidencia del crudo en las cuentas públicas.

Se trata de un camino para evitar la "enfermedad holandesa", la dependencia de un solo commoditie, que en su momento ensayó con éxito México para reducir su histórica dependencia del petróleo a apenas un 7% del PBI, aunque a nivel de ingresos al Estado esa escala todavía asciende al 40%. Un camino que se vuelve acuciante ante el nuevo fracaso de la menguada OPEP para intentar subir los precios (ver recuadro).

México, otro país que sufría las alzas y bajas de una economía atada exclusivamente al petróleo, logró acotar esa dependencia al 7% de su PBI. Los árabes quieren alcanzar en el 2020 unos 100 mil millones de dólares de actividades no petroleras.

En Arabia Saudita señalan al príncipe heredero Mohamed bin Salmán Al Saud, como el verdadero ideólogo de este giro. Ministro de Defensa, jefe de la Corte Real de la Casa de Saud y presidente del Consejo para Asuntos de Economía y Desarrollo, es visto como el motor reformista del reino y el verdadero poder detrás del trono.

Como sea, el primer hito para los árabes es 2020, cuando se proponen crear 100 mil millones de dólares de ingresos por actividades no hidrocarburíferas. No es un propósito ambicioso, sino producto de la urgencia: el año pasado Arabia terminó con un déficit de 87 mil millones, un 15,3% del PBI, de los más altos del mundo.

La razón no fue otra que la caída estrepitosa del precio del crudo, que rozó los 140 dólares en 2008 y cayó por debajo de los 40 dólares en agosto. La debacle la originó Estados Unidos rompiendo el mercado con la producción de shale oil a costos accesibles, gracias a sus reservas de Eagle Ford en Texas y otras mas pequeñas en otros Estados.

Los saudíes respondieron al desafío manteniendo la producción a tope, a la espera que la caída del precio sacara a Estados Unidos del mercado, pero la estrategia funcionó de manera marginal, dejando al reino el déficit galopante de estos días. Por eso, ahora saben que el futuro pasa por otro lado.

Y lo dicen. En 2010 Arabia creó una empresa de energía atómica y renovable (Ka-care), dedicada a diversificar la matriz, con la certeza que el crudo ya no será el oro negro. Pronto Ka-care se convirtió en una de las áreas claves del gobierno saudí y su próximo proyecto es una central nuclear para 2026.

Gabriela Michetti junto al rey Salman bin Abdulaniz-Al-Saud.

Está a punto de licitar su localización pero no hay árabes con capacidad de implementar tanta tecnología y el rey debió estrechar relaciones con países de alto conocimiento nuclear: Corea del Sur, Argentina y Francia.

Otra de sus iniciativas es reducir su necesidad de petróleo en la generación de alimentos y agua, un bien escaso en un desierto que puede esperar seis meses una llovizna.

Uno de los últimos planes del Ministerio de Ciencia y Técnica árabe es un proyecto para desalinizar agua mediante energía solar, con el objetivo de abastecer a 40 mil personas sin tocar una gota de petróleo.

Arabia planea explotar la energía nuclear y por eso avanza en acuerdos con Francia, Corea del Sur y Argentina. Otro de los planes modernistas es avanzar con plantas desalinizadoras de agua de mar, alimentadas por energía solar.

Y Almarai, la empresa láctea oficial, alquila campos en todo el mundo para sembrar alfalfa que le permita alimentar vacas, capaces de proveer leche a su población. Arriendan terrenos en San Francisco y en San Luis, Argentina.

Otro anhelo es el turismo y Salman sueña convertir en una Dubai saudí a Yeda, la ciudad portuaria donde cuentan que los árabes se animan a escapar por un rato de las restricciones del Islam. 

Pero mientras los planes avanzan a paso lento, el crudo sigue siendo su único medio de sustento, con el 70% de su producción exportada y una base de ingresos que solventa la mayor parte del empleo local.

Lejos quedaron los tiempos en que el rey celebraba los aniversarios de septiembre aumentando los salarios a mansalva. Salman bin Abdulaniz-Al-Saud fue en camino contrario: en septiembre de este año bajó un 20% los haberes de funcionarios y empleados estatales. Y como en Argentina, pronto estará obligado aumentarle a esa misma gente las tarifas de agua y electricidad.

Es que la privatización de los servicios públicos es otra de las apuestas posibles del reino, que no detiene sus planes de infraestructura. En Riad, la capital, se construyen sus primeras cuatro líneas de subterráneos, un proyecto iniciado en 2012 cuando el petróleo era más oro negro que nunca.

El final está previsto en 2018 y de lograrse sería una revolución para una ciudad con 6 millones de habitantes y casi sin transporte público, con calles que son una pasarela permanente de autos y veredas angostas, sin espacio para transitar.

Otra apuesta del plan Visión 2030 es un fondo soberano de 2 billones de dólares para diversificar la economía y la venta de al menos el 5% de la petrolera estatal, Armaco.

Los fondos de inversión saudíes son un clásico del reino, pero en épocas de oro negro servían para sostener los dividendos. Ahora, son una oportunidad de negocios en rubros desconocidos. Todo un desafío.

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