El juego polÃtico del gobernador de Texas hacia el 2024. Llamadas no atendidas en el Departamento de Estado. |
La prueba de ácido que esta semana vivieron los gobernadores opositores de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas por el bloqueo fronterizo de carga comercial dispuesto por el gobernador de Texas Greg Abbot tiene una conexión directa con la carrera electoral en Estados Unidos. No la de noviembre, sino la del 2024. El conflicto además volvió a exponer el panorama de la relación entre Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador.
Los gobernadores norteños que tuvieron contacto con John Scott, el secretario de Estado de Abbot, pudieron entender desde el comienzo que detrás de las inspecciones fronterizas anunciadas por Texas para frenar el tráfico de personas y de drogas existe un cálculo más polÃtico que de seguridad.
En una de esas conversaciones en las cuál un gobernador mexicano expresaban las perdidas millonarias ocasionadas por la medida, Scott respondió que Abbot hace equilibrio constante entre el libre comercio y el pedido del pueblo de Texas de más seguridad en la frontera. El funcionario dijo que ese factor no existe del lado mexicano y por eso la dificultad de entender las medidas dispuestas.
Abbot, tal como suele describir el periodista Gromer Jeffers en Dallas Morning News, tiene tres escenarios rumbo al 2024: ser el candidato a vicepresidente de Donald Trump, sumarse a Trump y ser su procurador general en un eventual regreso a la Casa Blanca o, si avanzan las pesquisas de los fiscales de distrito sobre el ex presidente, ser el candidato del Partido Republicano.
Para los tres caminos la formula elegida es la radicalización hacia la derecha del partido y el discurso anti inmigración. Por eso Abbot es es un fenómeno curioso para la polÃtica estadounidense. Como otros polÃticos, proviene del derecho, los tribunales y el litigio. Lo habitual es que en el tránsito hacia la polÃtica se moderen las formas y el discurso pero Abbot ha realizado el sendero inverso: ahora es más extremo que cuando era fiscal general del Estado y se manifestaba contra normas que se discutÃan en el Capitolio de Austin porque buscaban criminalizar la inmigración.
Abbot tiene poco que ver con sus antecesores en el cargo. No tiene ni el carisma de George W. Bush ni el gusto por la polÃtica electoral de Rick Perry. El actual gobernador es distante, se muestra cómodo conversando con jueces, profesores de Derecho o en cenas Ãntimas en Houston o Dallas recaudando fondos para su partido. Casi no ofrece entrevistas, no se muestra con familiares directos y no hace mención alguna de su discapacidad producto de una lesión sufrida en su juventud que lo mantiene hasta el dÃa de hoy en silla de ruedas.
La táctica de momento funciona. Las encuestas lo dan como favorito para una nueva reelección en noviembre (su segunda) lo cual será una plataforma óptima para el proyecto de mudarse a Washington DC. Abbot ha construido un mensaje lineal para su electorado: todo lo que él hace por la seguridad fronteriza - como el bloqueo a las cargas mexicanas -, es atinado y todos los problemas existentes son responsabilidad de la vicepresidente Kamala Harris y su plan fallido para contener las oleadas migratorias. Los números acompañan: en tres distritos fronterizos habitualmente demócratas ahora los sondeos favorecen a los republicanos.
La relación bilateral entre los dos paÃses no es ajena a lo sucedido. Los gobernadores del norte del paÃs buscaron a Esteban Moctezuma y a Marcelo Ebrard pero las llamadas no fueron respondidas. También buscaron a Anthony Blinken, apelando a la dicotomÃa gobernador republicano- presidente demócrata, pero desde allà dijeron que Abbot tenÃa a la ley de su parte para decidir sobre la frontera.
Nadie del staff de Biden intercedió en favor de México. De hecho, a un funcionario del gobierno de Miguel Riquelme en Coahuila se le dijo que no habÃa nada que hacer y se le recordó, como gobernador del PRI que es, que se espera que su partido vote contra la reforma eléctrica el domingo.
El ascenso de figuras como Abbot, a la par del gobernador Ron De Santis de La Florida, ponen cada vez mas en duda esa tesis de Palacio Nacional de que con un avance republicano la relación bilateral podrá ingresar a una etapa de distensión.
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