Detalles y equilibrios en la incursión de la vicepresidente de EU tras las elecciones. El destino de Biden en los estados de frontera. |
A las pocas horas de conocer los resultados de la elección intermedia en México, la vicepresidente de Estados Unidos Kamala Harris aterrizará en la Ciudad de México. Será el lunes por la noche, cuando todavÃa en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador se esté realizando el recuento de los triunfos que se alcancen y el control de los daños que sean irreparables.
La fecha está muy calculada. La definió Nancy McEldowney, principal asesora de seguridad nacional de Harris. Fue quien le transmitió a la diplomacia mexicana que la vicepresidente necesita saber antes de su viaje con qué nivel de fuerza polÃtica se encontrará el gobierno mexicano para lo que ella viene a plantear. McEldowney es una diplomática de carrera que viene de la administración de Bill Clinton, donde era su principal asesora para todo lo relativo a la relación con Europa. Ella es quien diseña la incursión de Harris a México.
La vicepresidenta necesita resolver el drama que Joe Biden vive en los Estados fronterizos con México, el llamado Sun Belt. La pandemia ha detonado aún más el drama de la migración descontrolada en esos Estados que Biden tiene que ganar en la elección intermedia de 2022. De eso depende el control del Congreso y las reformas económicas que pretende el presidente demócrata.
Harris llegará con dos bocetos de corte antagónico pero complementario. Por un lado trae un plan que se trabaja en el gabinete de Biden referido a acelerar la expulsión de migrantes ilegales, algo que no dista demasiado de las ideas de Donald Trump. Por otro lado, trae un primer bosquejo de un proyecto para favorecer la migración legal hacia Estados Unidos: se amplÃan visas de trabajo, visas de estudiantes y se incrementan los visados humanitarios para personas perseguidas por la violencia.
La primera parte tiene como meta contener a los electores de los estados fronterizos que asocian directamente la migración ilegal con la criminalidad. La segunda muestra un rostro más amigable hacia el exterior y permite desmontar una polÃtica dura de la era Trump. Ambas cuestiones serán conversadas con López Obrador.
La convivencia de ese discurso de dos sintonÃas es una expresión, además, del equilibrio que intentan Biden y Harris en el Gobierno que les toca conducir. La arista de seguridad y legalidad extrema es para los demócratas de centro, neoliberales de la lÃnea de Barack Obama o Clinton. En cambio la reforma de una migración más amigable responde al sector más extremo del partido, ese que se referencia en el senador Bernie Sanders o la congresista Alexandria Ocasio Cortés. Harris quiere suceder a Biden y entiende que necesita a estos actores para esa ambición.
En México la espera un presidente sometido a altos niveles de estrés y que no termina de encontrar una sintonÃa adecuada con la Casa Blanca. El ex embajador Christopher Landau, que conoce a López Obrador, arrojó una idea noches atrás en una cena en Monterrey: un resultado medianamente favorable en las elecciones del domingo puede garantizar un intercambio bilateral sin demasiadas oscilaciones, pero una definición adversa será más compleja para la conversación porque el presidente se hará más fuerte en su tesis de que Estados Unidos opera con la oposición mexicana para perjudicarlo.
El viaje de Harris cierra además el cÃrculo de encuentros bilaterales respecto a los tres temas decisivos para Washington: seguridad, migración e inversión. Este último se inició hace tres semanas con las cumbres trilaterales del T-MEC. La vicepresidenta llega la semana que viene para el segundo. Y el primero, el más delicado, tuvo su episodio inicial la semana pasada, cuando diversos funcionarios del gobierno mexicano escucharon los planes para México de William Burns, el flamante director de la CIA.
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