
Desde hace una semana diversas encuestadoras reflejan un clima de opinión negativo hacia Donald Trump entre el electorado estadounidense. El principal motivo es el temor a que la guerra comercial eleve los precios y conduzca hacia una recesión que fulmine el horizonte para el que Trump fue votado para un segundo mandatado: la desregulación y una reforma fiscal que reduzca la carga tributaria.
En el entorno presidencial creen que en Trump más débil ayuda a buscar aliado en el Partido Republicano para sostener el T-MEC pero, en paralelo, crece el nerviosismo por una retórica potencialmente más violenta contra México. El presidente y sus funcionarios siguen hablando de la influencia del narco en el Gobierno y, si bien destacan una mejora en la situación fronteriza, también dicen que los esfuerzos contra el tráfico de fentanilo no son suficientes, como advirtió el asesor Stephen Miller ayer lunes.
Para Claudia Sheinbaum es una situación ambivalente: cuando confronta a Trump crece su popularidad en el electorado mexicano, pero Trump también elige a México como blanco de ataques para tener mayor respaldo entre los votantes estadounidenses.
Este razonamiento se oculta detrás de las palabras de Sheinbaum en Campeche el fin de semana: "México no es piñata de nadie".
La presidenta sigue de cerca la retórica de Trump porque observa que, de momento, tiene una enorme influencia sobre su gabinete. Si crece ese discurso, se aceleran las posibilidades de acciones hostiles contra México, especialmente en materia de seguridad y narcotráfico.
Un ejemplo que observa el staff mexicano es el del secretario de Estado Marco Rubio, un polÃtico racional y pragmático pero que, a la par del discurso presidencial, ha emprendido una acción frontal para suspender visas de estudiantes y acelerar deportaciones. A diferencia del primer mandato, el gabinete no contiene al presidente, sino que busca mostrarle sintonÃa.
Otro caso que abona los mayores temores es el del Pentágono. El secretario de la Defensa Pete Hegseth está bajo investigación por supuesta filtración de información confidencial, libra una pelea interna con los altos mandos militares y, según la prensa en Washington, tiene una cotidianidad descontrolada: lleva a su esposa a reuniones de seguridad, se olvida de citas en agenda y amenaza a sus colaboradores con sentarlos en el detector de mentiras.
Un personaje colorido sino fuera por el temor latente de un potencial ataque unilateral de Estados Unidos hacia naco mexicano. El problema, desde ya, no son los criminales, sino los efectos colaterales de una acción que podrÃa detonar la relación bilateral.
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