Guerra en Europa
México, con Rusia
Por Raymundo Riva Palacio
Los problemas de Putin son mucho más grandes que defender a México, pero López Obrador parece pensar lo contrario.

 La Guerra Fría está regresando a México y el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, o no se ha dado cuenta cabal de lo que significa, o ha tomado posición por Moscú. No sería nueva la proclividad a optar por el lado de Vladimir Putin y no por el de Joe Biden, pese a la enorme dependencia económica mexicana de Estados Unidos, pero la guerra en Ucrania ha galvanizado el respaldo del gobierno, el partido en el poder y los asesores políticos de López Obrador, por el Kremlin, que probablemente ven en esa trinchera no una afinidad ideológica sino un ajuste de cuentas con su antiamericanismo. Los choques con Washington por este realineamiento, ya comenzaron.

Este antiamericanismo mexicano no es infundado. A lo largo de la historia, como documentó hace años el historiador Gastón García Cantú, han habido de 156 invasiones militares y políticas en México, llegando al extremo de fraguarse en la Embajada de Estados Unidos el golpe de Estado en contra del presidente Francisco I. Madero y su inicipiente experimento democráctico en 1913, donde el general que lo traicionó, Victoriano Huerta, también ordenó su ejecución. Las intervenciones posteriores tuvieron otra cara, pero no menos hostil. Los gobiernos mexicanos siempre han tenido suspicacias de Estados Unidos, sin importar el lado de la geometría política en donde se encuentren.

Ese rencor contra Estados Unidos, que se alimenta desde la educación básica al estudiar la Historia de México -en la capital federal existe incluso el Museo de las Intervenciones-, ha llevado en momentos históricos situarse en el lado contrario de esa nación en conflictos internacionales, con coqueteos con los alemanes durante la Primera Guerra Mundial y con los nazis en la Segunda. Bajo esa óptica, no extraña que un sector ligado a López Obrador se muestre proclive hacia Putin y justifique con la crítica a Estados Unidos, la invasión a Ucrania.

El gobierno de López Obrador fue uno de los últimos países en condenar la invasión, y a lo largo del más de un mes de guerra, ha acusado varias veces a Estados Unidos de injerencista en los asuntos mexicanos, soslayando la violación rusa del Derecho Internacional. La semana pasada, fue aprobada la resolución que promovió la cancillería mexicana junto con Francia en la Organización de las Naciones Unidas donde condena a la invasión y pide asistencia humanitaria para Ucrania, pero se quedó sin asideras en México, pues ese mismo día, en la Cámara de Diputados, impulsado por el líder del Partido del Trabajo, Alberto Anaya, un simpatizante del régimen de Pyongyang y aliado del presidente López Obrador, se instaló el Grupo de Amistad México-Rusia.

En la instalación sólo estuvieron legisladores de ese partido, de Morena, el partido de López Obrador, y Augusto Gómez Villanueva, del PRI, como decano de los legisladores. Todos los demás partidos sabotearon el acto, que originalmente estaba planeado para celebrarse un mes antes. Los grupos de amistad no son una figura de reciente creación. El Congreso mexicano tiene 70 de ellos, e incluso una semana antes, se instaló el Grupo de Amistad con Ucrania. Lo que provocó una polémica que aún no termina fue el momento en que se decidió la instalación del grupo con Rusia, cuyo embajador elogió la postura de México de no haberse sumado a las sanciones económicas promovidas por Estados Unidos, días después de que el presidente López Obrador criticó la asistencia económica de emergencia a Ucrania en el Congreso estadounidense, y el olvido al apoyo al desarrollo en Centroamérica.

La línea crítica de López Obrador hacia Estados Unidos ha contrastado notablemente con la complacencia que ha tenido con Rusia a lo largo de su sexenio. Cuando inició la pandemia del coronavirus, su gobierno rechazó ofertas de la farmacéutica Moderna para proporcionarle la vacuna anti-covid que estaba preparando, y optó, como una de sus dos opciones prioritarias, por la vacuna Sputnik V. Cuando Rusia se volvió en un abastecedor importante de esas dosis, López Obrador habló con Putin por teléfono. Cuando Estados Unidos donó millones de dosis de una de sus vacunas, López Obrador no le habló a Biden para agradecerle.

El alineamiento de López Obrador con Rusia ha cobrado notoriedad tras la invasión a Ucrania, y ha dejado mal parado a su equipo en la Secretaría de Relaciones Exteriores, que ha hecho un trabajo consistente con la política exterior mexicana en Nueva York y en Ginebra, que en los hechos y las acciones del presidente, la contradicen. La apuesta de López Obrador es alta y tendrá que hacer sus cálculos políticos y económicos si quiere mantenerla, para que no tenga consecuencias en su propio programa de gobierno.

De manera coincidental, un día después de la instalación del Grupo de Amistad México-Rusia, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, el general Glen VanHerck, dijo en una audiencia en el Capitolio donde relevó, sin dar más detalles, que en estos momentos el servicio de inteligencia militar ruso, conocido por sus siglas GRU, tenía en México el mayor número de elementos en el mundo. El presidente López Obrador dijo desconocer esa información, lo que está en duda. La cancillería mexicana es la encargada de procesar las visas diplomáticas con las que ingresa el personal acreditado de otras naciones, donde se podría comprobar cuántas de ellas pertenecen a militares. La Secretaría de la Defensa Nacional también debe tener registrado si hubo o no un incremento de militares rusos en México, lo que permitiría determinar, al menos, si lo dicho por VanHerck es verosímil.

Las palabras del presidente no fueron respaldadas con datos que le dieran sustento a sus declaraciones. La mejor respuesta a las afirmaciones del general VanHerck habrían sido esos datos, pero ni el canciller Marcelo Ebrard, ni el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, se han referido a este tema. La ambigüedad en las declaraciones de López Obrador, por quedarse en lo retórico y huir de los datos, son consistentes con la actitud que ha mantenido con Rusia y Putin a lo largo de más de tres años, y en qué lado de la trinchera geopolítica se encuentra.

En este momento, López Obrador mantiene una ruta de colisión con Estados Unidos. En la económica, está embarcado en que se apruebe su reforma eléctrica que va a afectar a las inversiones y que plantea de fondo cancelar contratos con empresas privadas, incluidas las estadounidenses, sin indemnizarlos, lo que sería equivalente a una confiscación. No le han importado las advertencias crecientes de Estados Unidos sobre lo que eso significaría para el acuerdo comercial que tienen en Norteamérica. En lo político, está empeñado en que se corten las donaciones a organizaciones mexicanas que dicen están dedicadas a desestabilizarlo, motivo por lo cual ha señalado a Estados Unidos de intervencionismo, calificación que no ha hecho de Rusia en Ucrania. En lo diplomático, ha reducido la capacidad efectiva de interlocución de la cancillería, al descalificar los esfuerzos que buscan una salida no militar en Ucrania.

El 81% de las exportaciones mexicanas tienen a Estados Unidos como destino y las remesas de los mexicanos trabajando en ese país, ha tenido crecimiento históricos en los dos últimos años, lo que ha servido como un enorme colchón social que ha impedido una crisis y eventual violencia en las calles mexicanas. Estos son dos de los datos estratégicos más importantes para evaluar el realineamiento que se está viviendo en México hacia Rusia. El primero porque existe la posibilidad de represalias comerciales, mediante aranceles o disputas en los paneles de arbitraje internacionales; el segundo por la posibilidad de que, como se ha acariciado desde hace tiempo, se graven las remesas. Hay otras líneas que, en la confrontación con Estados Unidos, López Obrador tiene que tomar en cuenta, como la posibilidad de que en un futuro no lejano, a partir de un reciente reporte del Congressional Research Service del Capitolio, el Congreso convoque a audiencias sobre la corrupción en México, con énfasis en la familia del presidente.

Cuando existe una relación tan compleja como la que hay con Estados Unidos, hay múltiples frentes para ser presionado. Por ello, López Obrador debe tener claridad sobre lo que está en riesgo en una confrontación con Estados Unidos, y qué tanto podría tener en Rusia un soporte. Objetivamente hablando, Rusia no está en condiciones, y probablemente tampoco debe estar interesado, en chocar con Estados Unidos por respaldar a México. Los problemas de Rusia son mucho más grandes que defender a México, pero López Obrador parece pensar lo contrario.

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  • 1
    13/04/22
    19:14
    AMLO esta perdido, el viejo blableta rodeado de corrompidos
    De paso, calvo, AMLO ya dijo que rusia es invasor, para desdecirse lo que 5 minutos antes dijo con respecto a que ucrania es agresor
    Responder
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