Sociedad
Macartismo mexicano
Por Raymundo Riva Palacio
López Obrador en una carrera contra el tiempo. El eclipse de los moderados.

 La polarización, una estrategia política del presidente Andrés Manuel López Obrador para mantener unida a su base electoral dura y alimentar el activismo por medio de la confrontación y el enemigo externo, ha entrado a una nueva etapa en México. Ahora, como hicieron los fascistas y los dictadores, está alimentando la elaboración de listas de "traidores" a la Patria a quienes se opusieron y votaron en contra de su reforma constitucional en materia eléctrica. Refractario a todo aquello que signifique disentir y pensar diferente a él, López Obrador quiere aniquilar a quienes se le cruzaron en el camino mediante el linchamiento público y, como ya ha sugerido, perseguirlos penalmente.

La reforma eléctrica estaba predestinada a apagarse en el Congreso, donde se necesitaban dos terceras partes para conformar una mayoría calificada que la aprobara. Los números nunca le dieron a López Obrador, y enfrentaba una oposición a modificar una ley que, como han documentado abogados y expertos, violaba leyes federales mexicanas y acuerdos internacionales, como el Tratado de América del Norte con Estados Unidos y Canadá. La insuficiencia de votos lo obligaría a negociar con los legisladores, pero va contra su naturaleza beligerante y divisiva.

No negoció López Obrador con nadie, ni permitió a los coordinadores parlamentarios de Morena, el partido en el poder, hacerlo. La ley eléctrica tenía que aprobarse como él quería, sin enmienda alguna. Para lograrlo, hizo lo que hace un buleador en las escuelas primarias, molestar, acosar, humillar y golpear. Antes de que se pusiera a discusión la ley eléctrica, el presidente comenzó a insultar y llamar "traidores" a los legisladores de oposición, quienes, casi por sobrevivencia, se comportaron en el voto como un monolito para enfrentar la embestida de un presidente iracundo y sin control.

La insensatez de López Obrador no es un comportamiento novedoso, pero es cada vez es mas amplia, mas pública y más violenta, al carecer de un equipo que frene sus arranques y berrinches porque, o le tienen miedo, o porque los pocos consejeros que buscaban puntos medios, fueron relegados o son ignorados. El ala moderada en su gobierno ha estado anulada desde el tercer año de gobierno de López Obrador, que cursa el cuarto, y el poder lo ha tomado el ala radical, que encabezó el presidente desde sus tiempos de luchador social.

La radicalización de la política en México, con el discurso polarizador como combustible, elevó su apuesta por un marcartismo a la mexicana. Lo que hizo el senador Joe McCarthy entre 1947 y 1957 en Estados Unidos, cuando con el fantasma del comunismo apuntó sin fundamento a funcionarios públicos, políticos, artistas, intelectuales, académicos y sindicalistas, a quienes acusó de desleales y traidores a la patria, incluyendo a muchos en una lista negra porque, afirmó sin pruebas, estar al servicio de la Unión Soviética, es lo que está haciendo López Obrador hoy en México: acusar, hostigar, linchar.

"Ya basta de hipocresías", dijo recientemente López Obrador al respaldar que todo su entorno cerrara filas para llamar traidores a quienes, simplemente, votaron en contra de una ley que estaba encaprichado en sacar adelante. Que no se les olvide, agregó, que el concepto de traición a la Patria está tipificado en el Código Penal hasta con 40 años de cárcel. López Obrador no lo especificó, pero aparentemente se refiere al primero de 15 supuestos para que se establezca una conducta como delito, que se refiere a quien realice actos "contra la independencia, soberanía o integridad de la nación mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero".

La imputación de "traición" se la ha hecho a 223 legisladores de oposición que votaron contra la reforma eléctrica, porque según López Obrador, actuaron coludidos con empresas y gobiernos extranjeros. Como muchas de las cosas que ha dicho como Presidente, no hay sustento legal, pero abunda la especulación. Sobre todo, lo que transpira es mucha necesidad en López Obrador para encontrar un nuevo enemigo que cohesione a su base electoral y que siga minando la credibilidad de la oposición, de cara a las elecciones presidenciales en 2024, donde si bien el no podrá reelegirse, necesita que gane un incondicional a él para que su fallido proyecto de gobierno -visto así por los nulos resultados obtenidos- no sea demolido.

López Obrador está en una carrera contra el tiempo. En las últimas elecciones federales comenzó a ver el desgaste de sus políticas en las urnas, al perder todas las ciudades de más de 500 mil habitantes, y en particular haber tenido que entregar la mitad de las alcaldías en la Ciudad de México, el bastión de la izquierda desde hace casi un cuarto de siglo. El futuro luce peor. La economía está estancada y por una muy agresiva política de subsidios para no perder base electoral, está acabándose rápidamente los pocos recursos que le quedan a su tesorería. La inseguridad está mal, como nunca antes, y se pondrá peor. No hay inversión extranjera entrante y sus megaobras están enfrentando demandas en los tribunales que las están retrasando.

Su obsesión por sacar adelante la Ley Eléctrica sin tener los votos, tiene un tufo de estrategia para encontrar una nueva narrativa de confrontación y más juegos pirotécnicos en qué distraer a la oposición y llevarlas a su terreno en el debate público. Sin embargo, s esto es lo que se encuentra en el fondo o no, ya no hay mucha diferencia. Los ataques a la oposición y la creación de listas negras donde ubicarán a los "traidores", no pasará de ser una confrontación política, por lo que las consecuencias serán políticas.

Es decir, llegará el momento para ajustar cuentas, políticas y legales con quienes abusaron del poder para perseguir a opositores. López Obrador ya no será parte de la vida pública, pero todos los demás que le hicieron coro y trabajaron para cumplir sus caprichos vengativos, sí. Eso le sucedió al senador McCarthy cuando cambió el gobierno. Desde la Casa Blanca comenzaron a ajustarle cuentas. Siguió el Congreso. Luego la Suprema Corte. Después los medios de comunicación. El marcartismo se fue diluyendo rápidamente, junto con las organizaciones e instituciones que crearon.

La historia se repite. En México será cuestión de tiempo, porque en la política nada es para siempre.

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