Desde hace algunos días, en conversaciones con actores de la oposición, jueces y empresarios Diego Fernández de Cevallos comienza a introducir el nombre del yerno de Carlos Slim, Arturo Elías Ayub, como posible candidato de la oposición para 2024.

Es una reacción a una realidad insoslayable: desde que Morena activó su proceso sucesorio la oposición se ha evaporado de la agenda mediática. Los aspirantes de la 4T hacen proselitismo a lo largo del país y acaparan los reflectores con sus conflictos internos mientras Alito Moreno anuncia encuentro con ONGs y Marko Cortés se entretiene en las redes sociales.

En la lectura del Jefe Diego, que además conoce muy bien a la familia Slim, solo una gran figura conocida por fuera de la política puede hacer un papel medianamente decoroso en la contienda presidencial y allí es que entra en escena Elías Ayub.

No es solo una idea del histórico líder del albiazul. Cuando Andrés Manuel López Obrador tuvo un cruce semanas atrás con el empresario por los apoyos, o la falta de los mismos, a deportistas, en MC también tomaron nota de dicho perfil.

A Elías Ayub le agrada la política, se reúne frecuentemente con gobernadores y legisladores a partir de la plataforma que le ofrece el conglomerado familiar. En muchas de esas conversaciones ha realizado el ejercicio de buscar una opción opositora hacia 2024 (lo exploró con Luis Donaldo Colosio) para comenzar a acariciar la idea de su propio desembarco en la arena electoral.

Figura de los medios, muy vinculado al deporte y con fuerte penetración en las redes sociales, la sola posibilidad de su incursión en la política agrada, y mucho, en Palacio Nacional. Es la polarización perfecta porque no es solo política sino también de clases lo cual en el entorno presidencial se traduce como un triunfo ineludible.

Viajes en el tiempo. En el 2017, con el auge de Donald Trump en Estados Unidos, en Los Pinos se exploró la posibilidad de ofrecerle la candidatura presidencial a Carlos Slim para enfrentar al actual presidente. No hubo sintonía y la idea quedó en la nada.

Lo notable es cómo ante el desierto de perfiles que es la oposición la reacción parece repetirse: buscar al gran capital económico para que enfrente al gran capital político.