El comentario resuena desde el lunes en la mañana en el entorno de Andrés Manuel López Obrador: nunca, en todo el sexenio, la situación polÃtica e institucional de Estados Unidos fue tan inestable, con un partido republicano dominado por los ultras, un partido demócrata que trata de salir de la crisis generada por la salida de Joe Biden, un poder judicial extremadamente cuestionado y, este martes, la renuncia de la titular del Servicio Secreto, uno de los cuerpos de seguridad de elite en el paÃs vecino.
Un escenario donde, en la óptica del presidente, es preciso acelerar a fondo la aprobación de la reforma judicial, sendero que se activará este jueves en San Lázaro en la comisión pertinente, donde todo será por vÃa fast-track.
López Obrador y buena parte de su entorno creen que reformar al Poder Judicial es el paso inevitable para la perduración de las reformas del sexenio actual.
Una buena noticia que registran, en esa dirección, es que con la caÃda de Biden pierde peso Elizabeth Sherwood-Randall, su consejera de Seguridad Nacional desde hace décadas y que hace un mes le dijo a Claudia Sheinbaum en CDMX que el proceso de elección de jueces y magistrados es intransitable por la posible injerencia del narco en esos comicios.
López Obrador entiende además que el soft power del gobierno demócrata esta lastimado tanto por los últimos fallos de la Corte Suprema y como por los que emergen de los tribunales de apelaciones de EU, resoluciones que limitan la expansión de derechos y que ponen a la Casa Blanca en una posición incómoda al tratar de influir sobre el esquema que ahora propone Morena.
La crisis del servicio secreto, que incluye la salida de su directora Kimberley Cheatle, tras el fallido atentado contra Donald Trump, alimenta la retórica de aquellos en Palacio Nacional que rechazan el consejo y la supervisión del "Deep State" sobre cuestiones mexicanas.
Una noción que encaja con las sospechas que existen en la SecretarÃa de la Defensa sobre la liberación de capos del narco al otro lado de la frontera, tal como ya informó esta redacción.
El Gobierno sigue de cerca el devenir demócrata. Si bien el proceso para buscar la nominación de Kamala Harris avanza a buen ritmo, en Palacio Nacional también detectan que todavÃa ni Barack Obama ni el senador Bernie Sanders han avalado a la vicepresidente. Ni el polÃtico más importante del establishment demócrata ni el más destacado de los outsiders terminan de decantarse en favor de Harris y esta vuelve a estar en una suerte de sendero intermedio, el mismo que transitó en la interna demócrata del 2020 hasta que fue superada por Biden.
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