Javier May, a cargo del Tren Maya, insiste desde hace algunas semanas en privado que no contenderá por la gubernatura de Tabasco en 2024. Es un dato político a nivel nacional porque comienza a despejar la sucesión política de Adán Augusto López Hernández en su entidad y en paralelo le sube su handicap en la disputa sucesoria del 2024.

May es un alfíl de Octavio Romero, director general de Pemex y rival político del titular de Segob en Tabasco. El hecho de que no contienda abre la puerta a los candidatos predilectos de Adán Augusto, como son titular del Congreso estatal Jaime Lastra o la alcaldesa de Centro, Yolanda Osuna. Otra posibilidad para suceder a Carlos Merino sería el rector de la universidad estatal, Guillermo Narváez.

De hecho, sería curioso que, con su actual peso específico, Adán Augusto no pudiera definir el destino del estado del cual fue gobernador antes de desembarcar en Bucarelli.

Una centralidad simbólica que va acompañada de un proceso inverso al que vivió la Segob con Olga Sánchez Cordero: la dependencia se vuelve a empoderar en sus relaciones con las agencias de inteligencia, las fuerzas armadas, el Poder Judicial y el manejo político de todos los asuntos que hacen a la gobernabilidad del país.

Los nexos del secretario de Gobernación se extienden hasta ámbitos difusos, como esta semana cuando desde Bucarelli se nombró a Luis Salinas en una dirección de Segalmex desde la cual se investigarán los manejo de las gestión anterior, donde abundaron múltiples allegados a Dante Delgado, comenzando por el titular Ignacio Ovalle.

El corrimiento de May vuelve las miradas hacia Romero, quien suele coquetear con la posibilidad de ser candidato a gobernador, fuertemente impulsado por su asesora Elvira Daniel quien a su vez conoce bien al canciller Marcelo Ebrard.

El inconveniente inicial de Romero es una gestión olvidable en Pemex pero que da paso al verdadero problema: los frentes judiciales que de la misma se despprenderán, fundamentalmente si Romero se separara del cargo para ser candidato.