El próximo presidente nunca se alejó del debate sobre precios, salarios e impuestos. Kamala, en tanto, eligió hablar de democracia. |
Cuando a finales de julio Kamala Harris sustituyó a Joe Biden en la candidatura del Partido Demócrata, el embajador en México Ken Salazar afirmaba en privado que, tras la buena operación polÃtica realizada para ungir a la vicepresidente, debÃan llegar buenos datos de la economÃa para vencer a Trump, fundamentalmente un apaciguamiento de los precios y una expansión del poder adquisitivo de los salarios.
Según entendÃa el embajador, Biden logró reducir drásticamente la inflación que dejo la pandemia pero el dato de menos de 3% de inflación nunca terminó de llegar a los precios. Asà también lo habÃa deslizado el CEO de Black Rock Larry Fink en su último encuentro a solas con Andrés Manuel López Obrador, en febrero, antes de la campaña mexicana.
En una reunión con funcionarios del Gobierno mexicano, el embajador deslizó, por esas fechas, cierta inquietud por la preminencia que algunos asesores cercanos a la familia Obama tenÃa sobre Harris. Nada personal, solo que la economÃa - para Salazar algo central - no serÃa demasiado abordada en la campaña por instrucción de esos consejeros.
Tres meses más tarde, estos temores iniciales adquirieron pleno sentido: ayer martes Trump ganó el voto popular, el Colegio Electoral, el Senado, la Cámara de Representantes y será el presidente más veterano de la historia de Estados Unidos, con 78 años. La derrota de los demócratas es estrepitosa y fácil de dimensionar.
La vicepresidente nunca pudo esgrimir un discurso económico para las clases medias y trabajadoras. El mejor reflejo de ello está en el mundo laboral del paÃs vecino. En septiembre, el sindicato de los transportistas, el más poderoso de EU, declinó apoyar a Harris. Por primera vez en 28 años eligieron la neutralidad. La periodista Kimberley Strassel reveló en The Wall Street Journal que el sindicato no jugó con los demócratas, como solÃa suceder, porque una encuesta encargada por la cúpula decÃa que el 60% de sus miembros apoyaban a Trump.
El próximo presidente, en tanto, nunca abandonó la economÃa. Mientras Harris perdÃa apoyo de los sindicatos, esa misma semana, en Uniondale, en el estado de Nueva York, Trump prometÃa bajar impuestos para ayudar a pequeños negocios, una consigna que lo acompañó en todas sus incursiones por los estados decisivos. Tres meses antes habÃa hecho una promesa similar en una cena en Dallas, ante los magnates del sector energético, tal como reportó Bloomberg, donde, además, recibió donaciones por más de 40 millones de dólares.
Mientras Trump hablaba de economÃa y seguridad, la vicepresidente se enfocó en la defensa de la democracia, la ecologÃa y el derecho al aborto. En todas las entrevistas que realizó, cuando le preguntaron por fuera de esos tópicos, las respuestas fueron vagas, inconducentes, como señaló el periodista Todd Purdum, histórico corresponsal de The New York Times en California: "la falta de respuestas le hace difÃcil al votante entender como serÃa Harris en la Casa Blanca".
La economÃa de los cuatro años de Biden creció, generó empleo, impulso un gran plan de obra pública, lanzo a EU a la vanguardia en la carrera por los semiconductores pero nunca pudo torcer un convencimiento que está arraigado en la base de la sociedad estadounidense, según un sondeo elaborado por The Economist: que los salarios son bajos y que la vida sigue siendo muy costosa. Frente a esa tensión Harris se mostró con estrellas de la TV y la música y habló del rumbo de la democracia. Mientras tanto, Trump insistió con la economÃa.
En julio de este año, cuando todavÃa Biden era el candidato, el periodista peruano Carlos Lozada se preguntó en la edición internacional de The New Yotk Times si EU era un paÃs en la cima de la montaña o en las puertas del precipicio. Trazó un panorama histórico en el cual los liderazgos convencionales como Barack Obama, George W. Bush y el propio Biden apostaron por una idea de excepcionalidad y superación mientras que el Partido Republicano, dirigido por Trump, abrazó una noción de crisis, carestÃa e inseguridad. Las urnas hicieron anoche un aporte ineludible para ese debate sobre la identidad y el destino.
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