Paralelismos y diferencias vitales entre los procesos de disrupción de México y Colombia. Un aliado en Washington. |
El resultado de la primera vuelta electoral en Colombia deja como ganador al senador Gustavo Petro, candidato que en una lectura primaria ofrece paralelismos con la sociedad y el paÃs que atravesó Andrés Manuel López Obrador en 2018, cuando propició un cambio de régimen que hasta el dÃa de hoy lo encuentra en una centralidad indiscutida.
Petro, igual que López Obrador, gobernó la capital del paÃs, se moderó con el paso de los años y dejó las banderas de la izquierda más extrema para ingresar en un estilo más racional y centrista. Igual que López Obrador, la cercanÃa con la conquista de la presidencia es el producto de décadas en centro del sistema polÃtico doméstico.
La segunda vuelta en Colombia expresará un fenómeno inesperado para la mayorÃa de las casas encuestadoras. Petro, un producto del sistema polÃtico, enfrentará a Rodolfo Hernández, un ingeniero en la tercera edad que dedicó casi toda su vida a los negocios, salvo su paso por la alcaldÃa de Bucaramanga entre 2016 y 2019.
A comienzos de mayo algunos directivos mexicanos con negocios en el paÃs sudamericano conversaron durante dos horas con Petro. Escucharon promesas de respetar contratos y concesiones, ortodoxia por las cuentas públicas y libre disponibilidad para movimientos de utilidades. Sobre el final el senador les preguntó con qué otros candidatos se habÃan reunido. Los ejecutivos mencionaron a todos menos a Hernández, la sorpresa de la jornada electoral.
El ex alcalde es un personaje colorido en la base de una sociedad con fuerte rechazo al sistema y donde la mitad del padrón no fue a votar. Pero para el cÃrculo rojo es un enigma a varias bandas.
Esas dudas las comenzará a despejar desde mañana lunes el consultor Lawrence Gumbiner, profesor de la Universidad Javeriana, y enlace de Hernández con la polÃtica de Estados Unidos y con los capitales extranjeros que operan en Colombia.
Gumbiner pasó treinta años como funcionario en el Departamento de Estado, conoce bien a Anthony Blinken, al secretario general de la OEA Luis Almagro y, detalle no menor, a Iván Duque, presidente de Colombia y con quien solÃa conversar cuando Duque despachaba en el BID en Washington DC.
De este modo, el ballotage colombiano abarca todo el arco polÃtico del Partido Demócrata. Desde el senador Bernie Sanders, que suele decir que Petro es su amigo hasta el establishment del partido, representado por Blinken y otros contactos de Gumbiner, el asesor de Hernández.
Cuando López Obrador ganó la presidencia realizó el mismo trabajo que Petro y se reunió con todos los magnates mexicanos gracias a los oficios de Alfonso Romo y Gerardo Esquivel. Se mostró moderado y defensor de una macroeconomÃa sana. Respecto a Washington tuvo intercambios con Jared Kushner, yerno del en ese entonces presidente Donald Trump. López Obrador se mostró cauto y racional y por eso su triunfo no descontroló las variables económicas al dÃa siguiente.
La diferencia vital entre ambas trayectorias es que López Obrador no compitió contra un emergente aparecido desde afuera del tablero polÃtico mexicano. Nunca llegó a tomar forma la idea de Enrique Peña Nieto de lanzar un candidato ciudadano o "independiente" para rebasar al tabasqueño desde fuera de los márgenes del sistema. El gobernador de Nuevo León Jaime RodrÃguez Calderón lo intentó, pero sin éxito.
Y ahora Petro enfrenta esa situación que en México no tuvo lugar. Hernández puede ser más interesante a simple vista para los factores de poder real pero lo cierto es que ante todo es un outsider, un emergente que de momento no alcanza a configurar qué idea de paÃs tiene ni cómo podrá llevarla a cabo.
Hernández le dijo al matutino bogotano El Tiempo que no gobernará desde Casa de Nariño (sede del poder presidencial), dice que vivirá en un departamento de lujo, que propondrá legalizar las drogas, despenalizar el aborto y en sus discursos exhibe un mensaje brutal contra la migración ilegal. Un candidato difÃcil de definir ante una sociedad sometida desde hace meses a altos niveles de estrés, que se muestra oscilante, entre las opciones de la democracia y el abismo del caos.
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