Región
Una Colombia humana
Por Miguel Martínez Ríos
Un cambio radical no puede esperarse en poco tiempo, el estatus quo de las élites verá un reacomodo que devendrá en mayor polarización política.

 El Pacto Histórico este domingo 19 de junio sí que hizo historia en un país que sólo en algunos sitios conoce un gobierno distinto a los de derecha. Con ello, Gustavo Petro y Francia Márquez, abanderados con un discurso progresista, ahora enfrentan un gran desafío: una transformación en un país con fantasmas conocidos de violencia, desigualdad, fractura social e intervencionismo.

No es desconocido que la Fórmula Petro y Márquez tuvo que ablandar discursos y ser conciliadores con las fuerzas económicas y políticas de una Colombia que ha sido manejada por un puñado de familias desde su génesis, que tanto son adineradas como políticas. Tampoco se debe olvidar que el poder en este país tiene un arraigo fundamental en la tierra y también es el origen de un conflicto que aún se encuentra en un Proceso de Paz con avances y retrocesos. En esas condiciones, ahora se enfrentan a un gobierno dividido con contrapesos importantes en la Corte y en el poder legislativo.

Sin embargo, esta conciliación no deberá nublar el principal objetivo por el cual más de 11 millones de colombianos votaron por este Pacto Histórico. El electorado y la ciudadanía en general, han perdido la credibilidad de sus instituciones y de quienes las han encabezado, ya que persisten una desigualdad sistemática, una violencia que no se ha podido detener y las casi nulas oportunidades de movilidad social. En este sentido, por un lado, el gobierno entrante necesariamente tendrá que comprender la heterogeneidad y complejidad territorial de Colombia. Como la mayoría de los países de América Latina, son multiculturales y diversos, por lo que, la política económica, social y reforma política, tendrían que considerar este factor fundamental.

Por el otro lado, las ambiciones y palabras de la transición tienen que ser estoicas y cumplibles. El entramado institucional colombiano fue creado de tal forma que puedan prevalecer privilegios e impunidades. Sin embargo, las instituciones no son cascarones vacíos, dependerá de los nombramientos que se realicen desde la presidencia y los contrapesos que queden de las secuelas uribistas para buscar una exigencia, acuerdo y gobernabilidad. 

En este sentido, un cambio radical no puede esperarse en poco tiempo, la lógica institucional y el estatus quo de las élites políticas verán un reacomodo y con ello, la inconformidad de personas poderosas que dará lugar a una polarización política, mediática e impuesta a la opinión pública.

Un punto elemental también será el centralismo político y económico. Como se menciona al inicio, hubo acercamientos a las élites poseedoras, pero también es un imperativo realizarlo con las élites disidentes, me refiero a los grupos armados y movimientos políticos que no tuvieron representación en la agenda pública en más de medio siglo. Pero este acercamiento, considero que tendrá que darse en el reconocimiento de la dispersión de intereses, en las diferentes visiones del territorio colombiano, donde se tiene origen el conflicto y no con el sesgo de escritorio de Bogotá como centro hegemónico para dar pie a una Reforma Agraria en equidad.

La Colombia Humana que se espera de este giro hacia la izquierda, es la que reconozca a los que fueron callados (los nadies), a esos seres humanos que hoy piden voz y trabajo. Que escuche y otorgue justicia a los miles de familiares que lloran a los líderes sociales asesinados por defender su tierra, cultura y tradición. Que frene la industria extractivista y destructiva que funge como un colonialismo moderno disfrazado de desarrollo que erosiona el Amazonas y a un país megadiverso.

El humanismo que se necesita de Gustavo Petro y Francia Márquez es el que aprendió de los tropiezos de otros experimentos de las izquierdas latinoamericanas, que no basa su economía en lo vasto de sus recursos no renovables, sino en el valor de su gente, en la inversión social. Que el guiño que le ha hecho al capital no sea para perpetuar las condiciones y que deje a los colombianos en un naufragio, porque ese será el posible renacimiento de la derecha con sus peores rostros. La derecha populista, más violenta que nunca y con una razón fuerte para salir de la caverna que será su casa por los siguientes 4 años.

Esta columna la dedico a tod@s los colombianos que han formado parte de mi vida. Va hasta el punto más remoto del Amazonas, a los bogotanos que me ayudaron en la Carrera Séptima a comer cada día y a mis amistades en Ciudad de México que hoy viven la esperanza. Pero sobre todo a quienes me enseñaron su amor más profundo. 

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