Opinión
Última llamada para el Metro
Por Miguel Martínez Ríos
De continuar con los mismos criterios y forma de operar el sistema, podría ya no hablarse de fallas en la red del Metro, sino de verdaderas tragedias.

Lo que ocurrió el sábado pasado en la Subestación eléctrica del Sistema de Transporte Colectivo no fue un hecho fortuito. Los problemas de obsolescencia, falta de actualización y crisis económica de este organismo no son nuevos. Este escenario adverso se completa con un presupuesto que acumula tres ejercicios fiscales de recortes y recientemente con una caída en sus ingresos, además en estas condiciones debe afrontar múltiples fallas y continuar la operación de uno de los sistemas de transporte masivo más usados del mundo.

Queda lejano el 2013, año en el cual, el exjefe de gobierno Miguel Ángel Mancera de forma reiterativa prometió que se actualizaría y mejoraría el metro de manera progresiva y efectiva si el costo del viaje aumentaba de 3 a 5 pesos, un 40% aproximadamente. El precio se actualizó después de una intensa campaña del gobierno local y soportando algunas resistencias como la acción colectiva #PosMeSalto. A los pocos meses, la experiencia del viaje tuvo algunas mejoras como la rehabilitación de unos cuantos trenes, el reemplazo de algunos ventiladores, la eliminación del pago doble en el trasborde a la línea A que conecta al Estado de México, mayor presencia de elementos de la Policía Auxiliar de la ciudad y el embellecimiento y actualización de algunas estaciones en las líneas 1 y 2.

Sin embargo, los problemas de fondo continuaron y las promesas quedaron en letra muerta. Recientemente, se advirtió desde diversos sectores que la infraestructura y tecnología del sistema, que tiene medio siglo de antigüedad, opera a estándares peligrosos para los usuarios y lo sucedido el sábado fue prueba de ello. Para el Gobierno de la Ciudad de México que encabeza Claudia Sheinbaum, el Metro representa una encrucijada. Por una parte, la obviedad, que significa sólo mandar a reparar lo mínimo necesario para que la red funcione a la normalidad acostumbrada por los usuarios y esperar el siguiente evento desafortunado que con seguridad ocurrirá. Pero por otra parte, puede apoyar e impulsar en mejores condiciones una negociación con el gobierno federal para conseguir los recursos necesarios no sólo para repararlo, sino para mejorarlo a fondo.

En comparación con la administración de Mancera, que estaba en una posición más adversa respecto al gobierno federal a pesar de su cercanía al expresidente Peña Nieto, ya que nunca consiguió el dinero de la federación que pretendía para mejorar este medio de transporte. En el escenario actual, Sheinbaum pertenece al mismo movimiento y partido del presidente López Obrador y se proyecta a ser una de las cartas fuertes de cara al 2024 y siendo el metro una pieza fundamental y corazón del transporte público de la Ciudad de México, podría ser un proyecto que le traiga buenos resultados en la arena política. Aunque también hay que señalarlo, estas mejores condiciones de negociación pueden convertirse en una sumisión y continuación de la ya implementada política de austeridad en la capital que tanto genera divergencias.

En definitiva, el tiempo apremia para los problemas del Metro y parece ser una olla de presión, pues tanto usuarios, como opositores políticos y ciudadanía en general, no tolerarán otro hecho similar al ocurrido hace unos días con las mismas o peores consecuencias. Aunque no es un asunto que deba atribuirse exclusivamente al desempeño de la administración morenista en la capital, la soluciones sí deberán venir de esta, ya que el Metro ahora es su responsabilidad y no sólo es el principal transporte público de la mayoría de los habitantes de la capital y su zona metropolitana, también es por excelencia un ícono cultural y punto neurálgico de la ciudad, asimismo representa un logro de la ciudadanía respecto a la oleada privatizadora en los servicios de transporte. Aunque por desgracia, las consecuencias de las fallas del metro, en su mayoría, también recaen sobre los usuarios, mismos que ya han interiorizado y anticipan diariamente que un tren puede fallar o que cualquier eventualidad puede surgir en sus instalaciones. El resultado de ello es que el Metro está lejos de ser un transporte público digno, seguro, eficiente y eficaz, únicamente le queda la cualidad de ser económico (por ahora), argumento que es usado para justificar su mala operación y acabar con su necesario subsidio.

Por consiguiente, de continuar con los mismos criterios y forma de operar el sistema, podría ya no hablarse de fallas en la red del Metro, sino de verdaderas tragedias. Probablemente nos encontramos ante la última oportunidad y llamada para su inexcusable atención. Las imágenes de estos días dejan escenarios de prospectiva, donde el caos y la improvisación fueron protagonistas, aún con la ciudad en semáforo rojo por la contingencia de la Covid-19. Sobre este tema también hay material de reflexión, ya que los afectados son los mismos de siempre: los más pobres, esos sectores que simbólicamente están representados por el Gobierno de México y de la CDMX. De la misma forma, son aquellos que difícilmente en el actual contexto de pandemia pueden acatar el famoso #QuédateEnCasa, pues deben salir a buscar el alimento del día, esas personas a las que critican que esparcen el virus, quienes viven los problemas y perciben la ciudad que tenemos desde el frente y con gobiernos que han abandonado su principal medio de transporte por invertir y privilegiar otros tipos de movilidad. Finalmente, este gran tema se incluye a una discusión mayor sobre la ciudad que necesitamos y que debe ser transformada a propósito de los compromisos de la 4T.


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