Opinión
Grok y la verdad como "bien común"
Por Miguel Ángel Romero Ramírez
Sin consenso sobre lo que ocurre en la esfera pública, el rol del ciudadano está destinado al fracaso. ¿El chat bot de Grok está ayudando a solucionar el problema?

El consenso democrático no se impone; se cultiva. No emerge de una respuesta correcta, sino de un proceso: deliberativo, lento, incómodo. Es en la fricción de ideas, en la exposición de argumentos, en donde una sociedad construye sentido compartido. Esa conversación pública -plural, imperfecta, humana- es el fundamento de la verdad como bien común. Sustituirla por la eficiencia de una inteligencia artificial no es un avance. Es una peligrosa suplantación.

Y, sin embargo, eso es lo que empieza a insinuarse con herramientas como Grok, el chatbot desarrollado por xAI, la empresa de Elon Musk. Grok no solo responde preguntas: observa el flujo informativo de X (antes Twitter) en tiempo real, detecta tendencias, sintetiza discursos, ofrece análisis. A diferencia de otros modelos más prudentes, Grok adopta un tono activo, casi editorial. A veces irónico, otras provocador. Responde con autoridad. Como si estuviera allí para zanjar el desacuerdo, no para ampliarlo.

El problema es que, en democracia, la verdad no se zanja: se construye colectivamente. En ese sentido, la inteligencia artificial puede procesar información pero no puede deliberar o sustituir dicho proceso. Se limita a simular empatía e intentar reconocer dilemas morales, pero no participa en el entramado social donde los hechos se vuelven significativos.

Cuando Grok atiende una controversia en X y ofrece una respuesta tomada por una sociedad como un pronunciamiento inequívoco, no nos ayuda a pensar. Nos libera de hacerlo. Exhibe lo que hoy en día carecemos y que tanto anhelan las sociedades: una verdad que se instale como un bien común sobre el cual permita a una sociedad ponerse de acuerdo, tanto en lo positivo como en rechazar y superar lo negativo.

Un par de ejemplos recientes lo ilustran con claridad. Hace un par de días, Grok puso en duda el estilo de vida de uno de los hijos del expresidente AMLO, José Ramón López Beltrán, quien, contrario a las directrices morales que estableció su padre, goza de lujos. El chatbot, incluso fue más allá y sugirió corrupción -no probada- para poder acceder a dichos privilegios.

El otro ejemplo, fue sobre el número de homicidios que tienen las 3 últimos presidentes de México. La respuesta, aunque polarizante erigió como contundente en la plataforma: López Obrador, el líder de "izquierda", superó con 199 mil 619 a Felipe Calderón que acumuló 120 mil 463 y a Enrique Peña Nieto que registró 156 mil 066.

Más allá de discutir las respuestas (parten de datos oficiales) lo que está en juego no es la precisión de una respuesta, sino la arquitectura del proceso por el cual esa respuesta debería emerger y cómo después es usada por las sociedad. El traslado de ese proceso deliberativo hacia sistemas automatizados, corre el riesgo de convertir la esfera pública en una interfaz: limpia, eficaz y muda.

La introducción y uso de Grok como una herramienta para dirimir los asuntos públicos no es la solución por la simple razón de que sirve a un corporativo privado y el dueño de algoritmos responden a ciertos sesgos ideológicos. Es decir, opera en paralelo. Ofrece atajos. Pero todo atajo es, en el fondo, una simulación. La pérdida del ejercicio deliberativo entre ciudadanos de una sociedad es un peligro.

La pregunta no es si la inteligencia artificial puede informar. Claro que puede. La cuestión es más profunda: ¿puede, o debe, sustituir el proceso deliberativo del que depende nuestra vida democrática? ¿Queremos externalizar nuestras disputas más complejas a una máquina entrenada en patrones, pero ajena a la ética, al contexto, a la historia?

La verdad, decía Habermas, no es un producto que se entrega. Es una tarea común. Se construye a través del conflicto, de la argumentación, de la búsqueda compartida. Si perdemos ese proceso, perdemos mucho más que información. Perdemos el terreno mismo donde la democracia florece.

Grok puede ser útil. Pero no puede ser árbitro porque la democracia no necesita una voz final. Necesita muchas voces, hablando con libertad, y escuchándose de verdad: creando un consenso que sirva para superar las complejidades a partir de una verdad como "bien común".

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