
Indigna que en un estado azotado por la violencia, origen de la guerra contra el narco, Silvano se resguardara en una lujosa casa con un refugio subterráneo oculto, a prueba de balas, próximo a uno de sus tres helipuertos. |
Aureoles vivía bien. Su sucesor, el morenista Alfredo Ramírez Bedolla, rehusó ocupar la casa de gobierno, un derroche de lujo con albercas, jacuzzis, baños, canchas de tenis y básquetbol (todo en plural). El modo de vida dispendioso de nuestros gobernantes no sorprende, pero indigna que en un estado azotado por la violencia, origen de la guerra contra el narco, tan incontrolable que el peñismo envió un "virrey", Silvano se resguardara en una casa con un refugio subterráneo oculto, a prueba de balas, próximo a uno de sus tres helipuertos. El narco quería su cabeza, justificó entonces. Se sentía amenzado, como casi cinco millones de michoacanos, como aguacateros, limoneros, comerciantes, maestros o empresarios, ciudadanos de segunda.
Que Aureoles se guareciera en un búnker frente al desamparo de ciudadanos, aterrorizados, extorsionados, desaparecidos y asesinados por la Familia Michoana, los Caballeros Templarios o el Cartel Jalisco Nueva Generación, toda proporción guardada, resultaba casi tan insultante como mandar traer en avión platos de las mejores cocinas europeas hasta la mesa del emperador Haile Selassie, mientras los etiopes caían muertos de hambre por millares.
Cuánto le habría importado la violencia en el estado que en febrero de 2016, el frívolo mandatario dispuso de un helicóptero de la secretaría de seguridad pública del estado para llevar a la cantante Belinda hasta la primera fila para que mirara de cerca al Papa.
Operativo Enjambre en Michoacán: se cierra el cerco sobre Silvano y hay tensión en LatinUS
El 1 de marzo, siete años después de dejar la gubernatura, la Fiscalía General de la República sigue la pista de Silvano Aureoles, el último gobernador de un instituto político que ya no existe: el Partido de la Revolución Democrática. El distinguido militante está acusado de peculado, operaciones con recursos de procedencia ilícita y asociación delictuosa.
Fueron detenidos su exsecretario de Administración y Finanzas, Carlos Maldonado Mendoza; Antonio Bernal Bustamante, exsecretario de Seguridad Pública, Mario Delgado Murillo, exdelegado administrativo de la Secretaría de Finanzas y Administración y Elizabeth Villegas Pineda, exdelegada administrativa. También se persiguen otros exfuncionarios de su gabinete. Según la Fiscalía General de la República, habrían causado un daño patrimonial de 3,121 millones de pesos.
El periodista Arturo Ángel aportó este dato: el gobierno de Silvano dejó 32,666 millones de pesos de fondos federales desaparecidos (de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación). Se trata, ni más ni menos, que de la segunda mayor cantidad de dinero desviado por un gobernador, solo detrás de Javier Duarte. Silvano le pisa los talones del más grande defraudador.
Ningún dirigente priista o panista --los aliados de la Revolución Democrática frente al obradorismo-- ha defendido al michoacano, que habría construido siete cuarteles de policía durante su administración, que aparentemente costaron 4 mil millones de pesos (y que según la cuenta pública superaron los 100 millones cada uno).
Jesús Zambrano, dirigente del PRD en el cenit del partido, se apresuró a acusar una persecución política, lo mismo Guadalupe Acosta, líder del Frente Cívico. Quizá sean los únicos que pongan la cara por Silvano, que abandonó la gubernatura para simular que se lanzaba a una aventura por la Presidencia de la República. Menos de dos años después de su toma de protesta, renunció a su cargo para prestarse al juego del PRI y "debilitar" a Andrés Manuel López Obrador.
Sentado en una silla frente a Palacio Nacional, acusando fraude electoral, Silvano Aureoles aspiró a convertirse en el contendiente del presidente, el otro aspirante "de izquierda", la alternativa ideológica frente AMLO. "Pasaré del banquito a la silla presidencial", le advirtió. Hoy es prófugo de la justicia.
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