Opinión
Un gancho al hígado
Por Juan Pablo Guerra
En la WWE saben que la regla número uno para hacer negocios es "no joder al gobierno". El contrato millonario de Canelo con Turki Al-Sheikh, y el cambio en los deportes de combate por Trump.

 Debe ser extraño para ti, estimado lector, darte una vuelta nuevamente por esta columna luego de algunos meses de silencio y encontrarse con que el arriba firmante ahora quiere hablar de boxeo. Aunque no lo sé de cierto, me imagino que hasta mi propio editor, el joven y tenaz Pérez Gaona leerá este texto un poco perplejo, a la espera de que en algún momento esta verborrea sobre los deportes de combate termine en un punto que tenga algo que ver con salvar a alguna especie en peligro de extinción o detener alguna obra que amenaza algún patrimonio cultural o natural del país. De antemano les informó que ninguna vaquita marina fue lastimada o volverá a ser mencionada en lo que queda de este texto.

Pero mi interés tangencial en el boxeo y los deportes de combate vienen en parte por un tema cultural. Es quizás uno de los pocos rituales que aún se respetan en México, el reunirse con la familia o los amigos para ver una función de box. Antes de la pandemia, tuve la bendición de compartir con las familias de diversos amigos míos momentos alrededor de peleas, en especial aquellas que incluyen al recién destronado Saul "Canelo" Álvarez.

Dejaré los comentarios sobre su proeza boxística a alguien que tenga más herramientas en su caja para hablar al respecto, pero desde un punto de vista narrativo, el jalisciense es indudablemente uno de los personajes más interesantes en la escena del box mundial. El niño bonito que se peleó con el gigante de los medios (Televisa) cuando sintió que no lo respetaban, el joven promesa que se aventó muy pronto a una pelea con uno de los titanes más mediáticos que el deporte ha dado para recibir su primera derrota (Mayweather), el león que creyó que todos eran de su condición para después ser traicionado por su ídolo y promotor (De la Hoya), el David que pasó a ser Goliat frente a oponentes en crecimiento (Scull, Berlanga, Munguía), el Ícaro que voló demasiado cerca del sol, solo para desplomarse ante Crawford.

Pero para quienes nos gusta el aspecto más teátrico (y político) de los deportes de combate, la verdadera historia el pasado 13 de septiembre estuvo en un personaje que no apareció sino hasta que la pelea estuvo terminada. Pero para llegar a él (y al porqué de una columna sobre box en un medio sobre política) tengo que retroceder unos pasos.

En los últimos años las peleas de Canelo, a excepción de la que sostuvo con el joven tijuanense Munguía, me habían interesado poco. Pero días antes del duelo me encontraba en la red social Tik Tok, donde me apareció un pedazo de la entrevista realizada por Oso Trava al presidente del Consejo Mundial de Boxeo (WBC por sus siglas en inglés) Mauricio Sulaimán, específicamente hablando de que había una gran posibilidad de que por primera vez en muchos años, el presidente del WBC no fuera quien pusiera el cinturón en caso de haber un nuevo campeón y que quien estaba interesado en cumplir ese rol era Dana White.

Dana White es un miembro del exclusivo club de "Pelones enojados con la vida y con malos consejos de salud" que incluye a Andrew Tate, Lex Luthor, El Temach, etc, pero es más conocido por su papel como la cara del Ultimate Fighting Championship o UFC y, ahora, como uno de los hombres más cercanos a Donald Trump (les dije que eventualmente llegaríamos a lo político).

Para aquellos que tuvimos nuestro nacimiento en el mundo de las artes marciales mixtas (o MMA por sus siglas en inglés) en la era Mcgregor, White se convirtió en un personaje secundario pero interesante del creciente mundo de este deporte. En internet existe más de un documental y versión exagerada sobre la historia de la UFC, de sus inicios como un torneo en la periferia del mundo deportivo (La Roca estará protagonizando la historia de uno de sus primeros campeones en "The Smashing Machine" que se estrenará en algunos meses) hasta su alzamiento como la empresa principal en este deporte, de sus tácticas para eliminar a sus competidores las cuales fueron criticadas e incluso llevaron a más de una demanda antimonopolio, de la supuesta mala paga a sus deportistas y un sin fin de crónicas de su ascenso mediático y social.

En el periodo en que Mark Kerr, a quien interpreta la Roca en la película antes mencionada, era campeón de la UFC (1997), las artes marciales mixtas eran vistas como un deporte extremadamente peligroso e incitador de violencia, solo basta con recordar que John Mccain, quizá el último republicano de la vieja guardia, detestaba a la UFC en esa configuración original, describiéndolo en más de una entrevista como "la versión humana de peleas de gallos" y eso es lo que hacía a la UFC interesante para un sector de la población, los propios dueños originales de la empresa la vendían como el lugar del deporte más extremo del mundo, el Mortal Kombat de la vida real, donde todo podía pasar y todo estaba permitido, "dos entran a la jaula, uno sale" era el slogan, lo que llevó a una serie de legislaciones estatales en el vecino del norte que les impedían presentarse en casi todo el país.

No fue hasta 2001 que White, junto con los hermanos Fertitta, hijos de un empresario de los casinos en Las Vegas, compraron la UFC, que las cosas cambiaron (lentamente) para el deporte en los Estados Unidos. Es aquí que nuevamente entra el personaje de Donald Trump. Él fue uno de los invitados especiales en los primeros eventos realizados por la nueva administración de la UFC, en especial por permitirles usar uno de sus casinos para los eventos. Hay que recordar que esos eran tiempos difíciles para el empresario estadounidense, el cual perdía grandes cantidades de dinero en sus casinos y hoteles, por lo que apostaba por cualquier excusa para atraer clientes.

Pasaron los años, Trump se unió brevemente con otra compañía de artes marciales mixtas que eventualmente fue comprada por la UFC, la cual mantenía un crecimiento acelerado, logrando mediante "lobbying" y la implementación de reglas básicas que los estados que habían prohibido las artes marciales mixtas las regresaran a la legalidad.

La batalla más grande era el estado de Nueva York, el cual por varias razones, en especial el congresista local Sheldon Silver, se negaba a una ley que volvería este deporte legal en el estado de la gran manzana.

No fue hasta que Silver fue arrestado por cargos de corrupción en 2015 que la ley finalmente pasó y la UFC pudo presentarse en Madison Square Garden, quizás el escenario más importante para el boxeo y la lucha libre estadounidenses, por ello el gran interés de White de entrar en ese mercado antes de explotar a nivel mundial en popularidad. Como dato curioso, el gobernador que ayudó a que esta ley pasará en el Congreso local nuevayorkino fue Andrew Cuomo, quien hoy es señalado por mantener un acuerdo debajo de la mesa con Trump para bloquear al socialista Zohran Mamdani de llegar a la alcaldía de la ciudad de Nueva York.

Donald Trump y Vince McMahon en Wrestlemania 23.

Aquí es donde es importante recordar que la UFC tuvo a otro gran enemigo, en un cercano aliado de Donald Trump, Vincent Kennedy McMahon, dueño de la WWE y cuya esposa ha servido en dos roles durante las dos administraciones Trump. En 2016 fue nombrada como encargada de la Jefatura de la Administración de Pequeños Negocios (SBA, por sus siglas en inglés) y en 2024 fue nombrada secretaria de Educación.

Pero desde que White y los Fertitta compraron la UFC, McMahon los considero competencia, hizo lo posible para sacarlos del aire cuando estaban en el mismo canal, trató varias veces de robarse a sus peleadores para que aparecieran en la WWE, empujó a Brock Lesnar como una de sus figuras principales luego de que "la bestia" salió de UFC y se llevó a Ronda Rousey, excampeona y pionera mediática del MMA, a la empresa de lucha libre, donde compitió por algunos años antes de enfurecer en contra de la compañía y salir.

Las historias de la WWE y UFC se volverán a unir, no por la enemistad de las cabezas de las compañías, si no por su cercanía con Arabia Saudita, para después transformarse en una misma entidad.

En 2016, cuando UFC es vendida a WME-IMG (ahora conocida como Endeavour, propiedad de Ari Emmanuel, ex agente de Donald Trump en su época de estrella televisiva) también se da a conocer que la empresa Flash Entertainment, propiedad del gobierno de Abu Dhabi, tiene un 10% de la compañía, porcentaje que retiene después de la venta. En 2018 la autoridad deportiva de Arabia Saudita anunció una asociación con WWE para realizar algunos de sus tradicionales "pago-por-evento" en el país. El segundo evento de la UFC durante la pandemia (junio 2020) es en la "Figth Island" o "Isla de la Pelea", en la Isla Yas, ubicada cerca de Abu Dhabi.

Todos estos eventos en Arabia Saudita no son casualidad, pues forman parte de la diversificación que busca ese país como parte de su "Visión 2030", en la cual especifican que su idea es diversificar sus ingresos, reducir su dependencia a las ganancias del petróleo y volver a sus grandes ciudades en centros turísticos.

Este renovado interés en los deportes viene de quien actualmente dirige a la autoridad deportiva (ahora conocida como Ministerio del Deporte) Turki bin Abdel Muhsin Al-Asheikh, quien ha sido descrito por algunos como "el hombre que compró el boxeo mundial".

En su entrevista con Trava, Sulaimán aseguró que la entrada de Arabia Saudita al deporte ha complicado las cosas, causado una disrupción y hasta les ha "picado la cresta" al WBC, diciendo que en el actual escenario del boxeo profesional hay "pocos boxeadores ganando muchísimo dinero, peleando muy poco, y todos los demás olvidados".

La última pelea de Canelo Álvarez antes de su derrota ante Crawford fue en una arena de Riyadh, otra ciudad de Arabia Saudita. El logo que se encontraba al centro del ring, así como en los pantaloncillos de Crawford y Canelo, eran publicidad del festival cultural y deportivo de Riyadh.

¿Y quién fue la empresa promotora de la pelea Canelo vs Crawford? Zuffa Boxing, una nueva compañía bajo el paraguas de TKO, la empresa que fusionó a la UFC y a la WWE, cuando McMahon vendió parte de la legendaria empresa de lucha libre estadounidense a Endeavour.

Y aquí viene la combinación de golpes que terminan con un gancho al hígado.

Dana White aseguró en varias ocasiones mientras se encontraba en la búsqueda de legalidad para su deporte que la regla número uno para hacer negocios es 'no joder al gobierno'. 

Desde su toma de protesta, Donald Trump ha aceptado que Dana White fue instrumental para que él apareciera en los podcasts de Joe Rogan, Theo Von, Jake Paul y otros más, los cuales le dieron la audiencia juvenil que terminó por darle la victoria electoral en el 2024.

Dana White aseguró en varias ocasiones mientras se encontraba en la búsqueda de legalidad para su deporte que la regla número uno para hacer negocios es "no joder al gobierno" y gracias a sus años haciendo un lobbying tan bueno que incluso el propio John Mccain estuvo de acuerdo en la legalización de las artes marciales mixtas, aprendió lo importante de tener amigos en la burocracia estadounidense, no se diga en países interesados en crear una nueva imagen para el mundo, como es el caso de Arabia Saudita.

En todas sus apariciones en las que ha hablado sobre el boxeo, ha criticado a los entes gobernantes del deporte, como al WBC liderado por Sulaimán y básicamente ha dado señales de que le interesa suplantar a estas autoridades boxísticas, buscando que los boxeadores solo peleen por un título en cada categoría (quizá un campeonato proporcionado por su empresa).

Como Sulaimán mencionó en una entrevista, White se enfrascó en ser él quien le pusiera el cinturón a Crawford el pasado 13 de septiembre, cosa que consiguió, muy a pesar de los intentos de Sulaimán, quien sí estuvo en el ring, pero solo pudo entregar un anillo de campeón al estadounidense.

Ahora la empresa liderada por White y propiedad de Emmanuel se prepara para montar una cartelera de la UFC en uno de los patios de la Casa Blanca, donde según el propio White, hay una posibilidad muy grande de que Conor McGregor, figura icónica del deporte, quien recientemente perdió un amparo contra una condena por violación en su natal Irlanda, partícipe como peleador.

Cabe resaltar que McGregor también busca iniciar una carrera política como figura de la derecha y que inició la búsqueda por la Presidencia de su país con una visita a la Casa Blanca, pero se vio obligado a renunciar a sus aspiraciones argumentando que existe una "cacería de brujas" en su contra, aunque amenazó con intentarlo nuevamente.

Trump por su parte disfruta la atención que consigue al tener la estrecha relación entre él y TKO, que ahora domina la lucha libre (WWE también compró recientemente la empresa mexicana AAA), las artes marciales mixtas (la UFC no tiene competencia cercana a nivel global), las nuevas formas de violencia permitida (las "peleas" a base de cachetadas ahora tienen una liga que forma parte de la UFC) y que busca también dominar el boxeo, de la mano de las autoridades de Arabia Saudita.

TKO busca ser juez, jurado y verdugo en cuanto a deportes de combate se trata, Sulaimán en su entrevista con Trava recordó que la UFC, en especial White, busca echar abajo el "Muhammad Ali Boxing Reform Act", una legislación que pone restricciones a la industria del box para proteger a los peleadores. Pues le permitirá implementar cambios que para White representan la oportunidad de hacer al deporte "más extremo" nuevamente. No es de sorprender que hace unos días Trump criticó las nuevas reglas en la NFL, diseñadas para proteger a los jugadores, al considerar que hacen al football americano "afeminado".

En una de sus últimas intervenciones en la entrevista, Sulaimán aseguró que "es claro que el atleta es el que va a sufrir", y en la conferencia de prensa antes de la pelea Canelo vs Crawford, White se enojó cuando fue cuestionado sobre sus intenciones con el boxeo y la búsqueda de tirar la legislación nombrada por el mejor boxeador de la historia. Dos congresistas republicanos introdujeron legislación a la Cámara de Representantes para cambiar la ley y permitir, entre otras cosas, que los promotores puedan tener sus propios cinturones.

La derrota de "Canelo" fue solo el principio, los deportes de combate ahora son parte del teatro mediático de la política estadounidense, un gancho al hígado que deja sembrados a muchos jugadores en este negocio, y que augura malas cosas para los fanáticos, pues TKO ha dejado claro que su objetivo principal es exprimir hasta el último centavo que los aficionados tengan en sus bolsillos, pues en un reporte reciente dijeron que la administración anterior de la WWE estaba demasiado enfocada en que los precios de sus entradas estuvieran pensados para "familias", sin "explotar al máximo el potencial" de las entradas.

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