El apoyo de Joe Biden a su vicepresidente Kamala Harris no despeja la convulsión en el Partido Demócrata, pero cambia, de modo significativo, el tablero general de la contienda por la Casa Blanca. El partido en el poder pasa de un escenario de derrota casi segura a una incertidumbre que, de momento, le permite recuperar la narrativa y deja en segundo plano al atentado contra Donald Trump y su rotundo éxito en la convención republicana de Milwaukee.

El camino de Harris es complejo. Nancy Pelosi y Barack Obama, que según la prensa de Estados Unidos tuvieron mucho que ver con el renunciamiento a la candidatura por parte de Biden, no apoyaron a Harris de inmediato y la reacción, a lo ancho del partido, ha sido tibia, tal como consta en los comunicados de respaldo a la vice de los gobernadores Gavin Newsom (California) o Josh Shapiro (Pennsylvania).

En 2020 Harris, entonces senadora, buscó la candidatura demócrata y el proyecto prácticamente terminó antes de comenzar, cuando se hizo evidente que en las internas ubicadas en distritos dominados por el voto afroamericano su figura ni tenía tracción. No pudo llegar ni siquiera al decisivo caucus de Iowa.

Los primeros dos años de la actual administración debió lidiar con el desastre fronterizo. Viajó a Centroamérica y a México. Prometió apoyos y programas de combate a la corrupción en Guatemala, pero nada pudo evitar que el numero de migrantes que llegaban a la frontera sur - y solicitaban asilo - siguiera creciendo. En privado Andrés Manuel López Obrador suele mencionar que Harris pidió mucho apoyo, que este se le dio y que ella nunca cumplió con impulsar una reforma migratorio en Washington que ayude a los mexicanos indocumentados.

Harris intentó un enfoque amplio del drama migratorio, pero terminó perdiendo la partida frente al secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas, que buscó soluciones de corto plazo como, por ejemplo, presionar a México para que controle los flujos migratorios en su territorio, mayor vigilancia al paso de personas en su frontera sur y una reforma migratoria de mano dura, con más fondos la Border Patrol y el anuncio de nuevos juzgados en los estados fronterizos.

El fracaso en ese terreno se explica, en parte, en el perfil que publicó la revista The Atlantic sobre Harris. Escrito por la periodista Elaina Plott y titulado "El problema Harris", se la describe como la ejecutora de un liderazgo superficial y por momentos frívolo, con poca capacidad para negociar y nula persuasión, algo que se atribuye a sus años de fiscal en California, donde publicaba libros en favor de políticas de mano dura en cuanto al crimen.

Derrotada en el campo migratorio, Harris saltó hacia el debate sobre el aborto y lo tomó una cruzada personal frente a políticos republicanos y jueces conservadores que buscan eliminar, o limitar fuertemente ese derecho adquirido.

El embajador Ken Salazar les ha mostrado a funcionarios mexicanos encuestas que dicen que en ciertos estados decisivos el derecho al aborto pesa más en los votantes que la frontera y sus avatares. El embajador desliza que las mujeres temen al regreso de Trump y en ese plano puede existir una ventaja para Harris.

El aborto, según entiende Salazar, es un movilizador potente de la base demócrata y es la clave para entender que Biden no se desplomara en las intermedias. Actualmente catorce estados han eliminado ese derecho.

El otro terreno de oportunidad sería el económico, con una inflación en descenso y datos de pleno empleo. La secretaria de Tesoro Janet Yellen ha dicho que todavía hay sectores que no erciben una mejora pero que esta será más palpable hacia fin de año.

Apostar por estos temas, cosechar apoyos del interior de su partido en los próximos días e iniciar la definición de la candidatura vicepresidencial le permiten a Harris ganar oxigeno en una contienda en la cual, en un mes, todo se invirtió: los republicanos, que estaban atosigados por el frente judicial de Trump ahora están unidos y detrás de un candidato taquillero mientras que el partido demócrata vive horas de zozobra.