Argentina
Ahí tienen a la Cristina que tanto buscaron
Por Ignacio Fidanza
Cristina se apropia de la tecnología de campaña del PRO de Macri en su reconversión ciudadana y agudiza la dialéctica de polarización en Argentina.

Cristina consumó este martes un movimiento de pinzas que buscó cristalizar la trampa que aprisiona a la Argentina: Una polarización alimentada de arriba hacia abajo, por supuestos opuestos, que en la búsqueda de explotar la incomodidad, los prejuicios o las penurias de su electorado, van mimetizándose.

Cambiemos exprime al infinito los casos de corrupción reales y forzados del kirchnerismo y en esa fuga hacia atrás, espera zafar de lo que debería ser el sentido natural de una elección de medio término: La primer evaluación de importancia del nuevo gobierno.

La ex presidenta, en un espejo de perfecta asimetría, se centra en las penurias económicas del momento y elude toda reflexión sobre la corrupción que cruzó los doce años de gobierno kirchnerista, asi como su destartalada herencia macroeconómica. Y en el camino, Cambiemos se vuelve más rígido en el ejercicio del poder y Cristina se reconvierte en "ciudadana".

Claro que este juego polarizador que alentó el comando estratégico del gobierno de Macri no es gratuito. Este martes tuvieron su primera notificación de los riesgos que entraña: Contra todos los pronósticos Morgan Stanley mantuvo a la Argentina como "mercado de frontera" y eludió otorgarle la categoría de emergente, porque no está claro que el populismo no este cerca de regresar al poder. Son los costos de engolosinarse con los contrastes y evitar un Pacto de la Moncloa con el peronismo más racional, que hubiera jubilado a Cristina.

La ex presidenta se apropió este martes de la tecnología de campaña del PRO, horizontalizó la escenificación de su liderazgo, utilizando el Town Meeting Hall -ese escenario circular en medio de la gente-, que el macrismo había robado a Obama, que a su vez lo tomó de Bill Clinton, que lo sacó de Jimmy Carter, y así hasta el inicio de los tiempos.

La ex presidenta se apropió este martes de la tecnología de campaña del PRO, en una reconversión ciudadana, que introdujo a ese envase de buenos modales, el relato crudo de los caídos del modelo de Macri.

Cristina le habló a "Guadalupe", a "Julia", a "Agustín, a "Pablo", igualita a Macri, Vidal, Larreta y el resto del PRO. Duranbarbismo mágico que busca crear la ilusión de un diálogo directo, no ya entre el líder y su pueblo, sino con "ciudadanos" individuos. Un uno a uno fantasioso, pero que da muy bien ante las cámaras.

Ese fue el envase, al que Cristina le metió el insumo melancólico de los caídos del mapa, en un cuidadoso blend de ciudadanos de a pie, elegidos por su condición de víctimas del año y medio de Macri en el poder.

Hay que decirlo, se trata de un relato un tanto desafinado para un peronismo que siempre se mostró conquistador. En este caso, Cristina eligió un camino acaso más emparentado con las tradiciones de la izquierda nacional, de sufrida resistencia a la "agresión" neoliberal. No propuso cambiar el modelo, conquistar el poder, apenas, unir a ciudadanos para impedir el agravamiento del ajuste. Una solidaridad entre doliente y resignada.

Abundaron las lágrimas, los abrazos, el recuerdo de tiempos más felices. Ni bombos, ni banderas inmensas de punteros desconocidos, ni cantitos desafiantes. Casi ni se vio al choripán. La pausterización que Cristina le impuso al peronismo en su retorno, no fue gratis. En el camino se perdió buena parte de ese espíritu desfachatado que siempre diferenció al PJ. Como si el PRO, en última instancia, hubiera logrado prevalecer en la batalla cultural de las nuevas formas -no ya del fondo- de la política.

La última política

Una Cristina rodeada de gente común, muy lejos de aquella presidenta imperial que apilaba atrás suyo a gobernadores, ministros, intendentes; ahora confinados a un palco lejano, como si "la política" fuera mala palabra para todos, salvo para ella que vuelve descarnada a entregar su último esfuerzo, para evitar la derrota definitiva de la Argentina inclusiva.

La puesta tuvo un guión bien enlazado, que como siempre, Cristina negó que exista. "A mí nunca me salió poner cara de buena", dijo casi con amargura, en el primer dardo destinado a Vidal, en lo que se intuye será una de las peleas de fondo de la elección que viene.

Claro que algunos seguirán dudando que presente su candidatura, cayendo acaso sin quererlo, en el juego histérico que Cristina maneja como pocos en la política argentina. Lo hizo en el 2005 cuando jugó hasta el final con la intriga de su postulación a senadora -sí, ya lo fue- y en el 2011 cuando corría el famoso "pingüino o pingüina".

Resultaría por demás extravagante que la ex presidenta haya invertido tiempo y millones -se comenta aportados en buena medida por Rodríguez Saá- para organizar el acto de este martes, reunir a los intendentes y enhebrar una puesta novedosa y un discurso "ciudadano", para NO lanzarse.

Cristina trazó hoy el surco que guiará este nuevo capítulo de su extensa carrera de política profesional. Buscó suavizar el hartazgo por su liderazgo omnipresente con esta versión de Cristina como "una mas", combinado esa metamorfosis con el despliegue de una red bien amplia para capturar hasta el último golpeado por el modelo de Macri.

Transitó así en zigzag sobre el "Bajen los Precios" de Massa y la "cercanía" que propone el PRO en su campaña de buenos vecinos, de yernos y cuñadas perfectos. No hubo apelación a la lucha contra las corporaciones, ni geopolítica antimperialista. Apenas una mención al pasar a los que aumentan las boletas de luz.

Reconfiguración que sugiere una astucia electoral que acaso viene a confirmar que una cosa es Cristina Presidenta y otra muy distinta Cristina candidata. Es en ese mundo de discursos, de fintas y relatos, donde la ex presidenta exhibe sus mejores artes. El macrismo ansió este escenario, queda preguntarse si como le pasó a tantos creó su propia pesadilla. O mejor dicho, la de todos.

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