Editorial
Cementerio de animales
Por Ignacio Fidanza
El albertismo quiere pelear la reelección después de noviembre, pero para que siga Alberto hay que cambiar a Alberto. Cristina espera y consolida centralidad.

"Si se para de manos se puede quedar solo", la advertencia desde el kirchnerismo es una buena síntesis de la discusión real que recorre el poder. Ellos ya tomaron nota del mensaje que filtra la Casa Rosada. Después de las elecciones Alberto va por su reelección. Con los gobernadores, con la CGT, con Katopodis, Juanchi Zabaleta y Ferraresi, su trío de barones del Conurbano. "Es más de lo que tiene La Cámpora", celebran. ¿Es más?

El peronismo se prepara para discutir el poder. Las elecciones generales de noviembre son un insumo más de esa pelea, una estación intermedia, un poco molesta pero inevitable. De un lado esta el proyecto de reelección de Alberto, del otro está Cristina con Sergio Massa y La Cámpora. Hacia adentro hay miles de matices, pero el trazo grueso tiene el encanto de las simplificaciones, que nos hacen la vida más fácil.

Cristina tiene centralidad, estrategia y un oficio que reduce a la mayoría a la categoría de novatos. Alberto es Presidente. Pero a veces parece intimidado ante el extenso catálogo de poderes que le otorga la Constitución. "Un caso Basualdo no nos puede volver a pasar, si tenemos la lapicera hay que usarla", reflexionan en el Gobierno. El despido fallido de un funcionario de tercera línea como el ejemplo perfecto de una autoridad presidencial disminuida.

El peronismo se prepara para discutir el poder. Las elecciones generales de noviembre son un insumo más de esa pelea, una estación intermedia, un poco molesta pero inevitable. De un lado esta el proyecto de reelección de Alberto, del otro está Cristina con Sergio Massa y La Cámpora.

Esa es la discusión adentro de la discusión. En la Casa Rosada están para reflotar el albertismo, pero necesitan la ayuda de Alberto. En la reunión del miércoles pasado con la cúpula de la CGT, los jefes sindicales se lo dejaron bastante claro. Están para acompañar, pero él tiene que poner su parte: liderazgo y voluntad de pelea. Conducción lo llamaba Perón.

"Yo soy un militante Alberto necesito que me digas que tengo que hacer", le dijo uno de ellos en un encuentro previo. "Vos sabes que no es mi estilo de conducción", le respondió Alberto. Bueno, ese estilo no parece alcanzar para contener la pretensión de liderar la coalición de Gobierno, enderezar el rumbo de la Argentina y pelear la reelección. Esa es al menos la lectura interna del albertismo. Para que siga Alberto, hay que cambiar a Alberto. Pero no está fácil.

Esta semana Santiago Cafiero organizó hasta el mínimo detalle el acto en Tecnópolis con el único objetivo de devolverle al Presidente la centralidad, luego del fatídico encuentro del Frente de Todos en el Estado Unico de La Plata, donde Cristina le sacó el micrófono y lo retó como a un chico, como el propio Alberto reconoció.

Era Alberto sólo en el escenario con todos los gobernadores por zoom. Axel Kicillof, el competidor agazapado para el 2023, abajo del escenario. Era el momento de lucirse, de trazar el rumbo propio. Y Alberto eligió decir que "nunca" iba a traicionar a Cristina y levantar las figuras de Massa y Máximo. Cuando todos saben que hay tensión fuerte con Massa. Con un agravante, apenas una mención al paso a los gobernadores que tuvieron que aguantar con fastidio evidente más de una hora y cuarto frente a la camarita. Es gente ocupada que acaso esperaba definiciones políticas de fondo. El momento interno, no la discusión mediática, lo exigía. No pasó.

Entonces tenemos un Presidente al que empujan a una reelección que implica un desafío político que por momentos no parece interesado en asumir. Y una vicepresidenta que ocupa los vacíos de poder, con una mezcla muy calibrada de contención y ofensiva. Que juega en el tablero del oficialismo, pero se hace un tiempo para meterse en el de la oposición, donde pasó de bombardear a Larreta a levantarlo como el líder sensato del otro lado a apuntalar, para un futuro acuerdo -recordar el extraño proyecto de larretistas para entronizar a Lorenzetti en la Corte-. La campaña plácida que disfruta Santilli en sus excursiones a la provincia es una consecuencia directa de ese giro. No es magia ni distracción.

Una frase define esa línea única que transita la ex presidenta. "Si fueran inteligentes hubieran lanzado la reelección en un momento de fortaleza, ahora lo que logran es mostrarlo débil", analizó cuando Ferraresi inauguró un operativo clamor que tuvo la módica cosecha de otros tres albertistas: Zabaleta, Frederic y Arroyo. Después de la reunión en la Casa Rosada se sumó Daer. Y poco más por ahora.

¿El partido está resuelto? La subestimación rápida es un lujo de los que no se juegan nada. Y la Argentina es un espléndido cementerio de animales. 

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