
El pasado enero Claudia Sheinbaum escuchó, de sus colaboradores más estrechos, dos ideas sobre cómo serÃa la relación con la Casa Blanca de Donald Trump, que todavÃa no tomaba protesta como presidente de Estados Unidos.
Una teorÃa venÃa a proponer que Trump utilizarÃa a México como un elemento de polÃtica interna para cristalizar los apoyos de su base electoral a través de redadas contra migrantes, el blindaje fronterizo y el asedio a los cárteles de las drogas. Bajo esta lógica, el presidente no sacarÃa a México de su ecuación porque, además, este curso de acción tendrÃa fuertes apoyos en su entorno directo, tanto de funcionarios como familiar.
La segunda tesis es la que se pone a prueba por estas horas: que Trump, ante un mundo convulsionado, se verá forzado a una relación armónica con México, especialmente en materia comercial y de aranceles.
La economÃa estadounidense se encuentra trastocada por el mundo de bloques comerciales que promueve Trump: el tamaño del déficit, una deuda sideral y una tensión permanente sobre las cadenas productivas son complicadas en tiempos de relativa paz, pero pueden ser fulminantes si Estados Unidos confirma su entrada al tablero bélico de Medio Oriente.
En lo que va del año, según la agencia Bloomberg, la confianza en el dólar ya retrocedió 9.5%. Los aranceles, en tanto, se han vuelto un movimiento absolutamente regresivo para el consumidor estadounidense, según el último documento del Laboratorio de Presupuesto de la Universidad de Yale, los ingresos de los pobres serán más pobres en un 6.5% mientras que los ricos se incrementaran en un 1.5%.
Empresarios mexicanos que han conversado con la presidente en los últimos dÃas tienen una visión compartida: si Trump entra al conflicto entre Irán e Israel, el acuerdo comercial de América del Norte, en su nueva versión, será imprescindible, no solo para los consumidores, sino por los suministros y la mano de obra que demanda una economÃa de guerra. No fue casual que este miércoles Sheinbaum revelara que Trump le asignó valor, en la última conversación que tuvieron por teléfono, a la mano de obra mexicana que se desempeña en Estados Unidos.
Un cálculo que aparece acompañado de otra percepción: la guerra en Medio Oriente reemplazará, para Trump, la otra guerra que sus halcones pretenden en México y que es contra el crimen organizado. La injerencia militar de Washington en el paÃs serÃa, de este modo, reemplazada por una polÃtica de cooperación y acciones conjuntas.
En paralelo, la necesidad de revitalizar a América del Norte se impondrÃa a momentos crÃticos de los meses recientes, como la quita de visados y los permanentes enunciados en Washington de una supuesta colusión del narcotráfico con la polÃtica mexicana. La tensión discursiva es obvia: o Norteamérica tiene por destino ser la región más competitiva e integrada del mundo o es un territorio de mafias, fentanilo y aranceles. Los dos conceptos tendrÃan una difÃcil convivencia.
La peripecia de Trump en Medio Oriente es registrada por el Gobierno mexicano en un registro poco benévolo hacia el republicano: Estados Unidos, con sus últimos movimientos, está erosionando sus capacidades de potencia hegemónica lo cual queda en evidencia en como Israel lo empuja hacia el choque con Teherán y en como Rusia toma ventaja en su guerra con Ucrania.
Esa incapacidad de Estados Unidos de imponer su voluntad en terrenos complejos encierra desafÃos para México, entienden en el Gobierno, porque podrÃa alentar a Trump a volver a América Latina, donde puede dar rienda suelta a los impulsos que son imposibles en otras geografÃas.
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