
Ayer viernes se conoció el amplio respaldo de los bancos, a través de sus afores, para el fondeo de la operación de nacionalización de las plantas pertenecientes a Iberdrola. Participaron casi todos los jugadores del mercado, incluso Agustín Coppel que era de los principales entusiastas en la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez y en privado hacía un análisis muy duro del Gobierno. Al momento de la verdad aportó 120 millones de dólares de los casi 853 que recaudó Rogelio Ramírez De la O.
El secretario de Hacienda vuelve a quedar fortalecido en esta operación, no solo por el aporte de las afores, sino por todo el correlato político que tiene el negocio entre Iberdrola y CFE. La primera empresa fue durante años blanco predilecto de Andrés Manuel López Obrador, la segunda es manejada por Manuel Bartlett, que tiene en su haber múltiples escaramuzas con el sector privado y toda la operación financiera se gesta desde un fondo donde reportan exfuncionarios del calderonismo.
Todo sucede, en paralelo, al pavor que genera en el sector privado la sección del Plan C que dice que los jueces se votarán por elección popular.
El acuerdo con Iberdrola, además, es el formato que más le agrada a la futura presidente para hacer negocios con privados. Claudia Sheinbaum entiende que CFE tiene un buen futuro con este tipo de acuerdos y que Pemex depende de esquemas similares para tener algún futuro posible. Ya logró un primer objetivo al remover a Bartlett, que se quería quedar y contaba, para tal finalidad, con los esfuerzos propagandísticos del vocero Jesús Ramírez.
Ramírez De la O está cerca de controlar a la petrolera. Todavía libra una disputa subterránea con los allegados a Octavio Romero que quieren permanecer en la empresa. Cuando le mencionan al secretario que su fijación con Pemex obedece a sus trifulcas de corte familiar con Romero, este solo replica con datos concretos sobre el estado calamitoso de las finanzas de la empresa. "Octavio se la pasó visitando plataformas y refinerías durante seis años, pero tendría que haber mirado mejor los cuadros de Excel", susurran cerca del secretario.
Ramírez De la O cuenta ahora con que Sheinbaum designe un técnico en Pemex que le entregue a Hacienda el manejo financiero de la compañía. La semana que viene puede que haya novedades en esta dirección.
La otra colina para conquistar es la propia Secretaría. Ramírez De la O quiere nombrar a todo el personal clave, incluso los subsecretarios de ingresos y egresos. Respeta a Gabriel Yorio, lo considera un técnico capaz, pero le guarda cierto recelo porque cree que Yorio se movió para reemplazarlo.
El gran inconveniente es Juan Pablo de Botton. Conoce al presidente desde su adolescencia y quiere quedarse en el gobierno de Sheinbaum. Pero Ramírez De la O asegura que necesita controlar la oficina desde la que se erogan los recursos, en un país cuyo presupuesto actualmente está presionado por el déficit. Estas batallas sigilosas son las más determinantes, aunque cerca de la futura presidente se discuta durante horas donde vivirá, el futuro de la conferencias matutinas o si el productor Epigmenio Ibarra tendrá alguna participación.
Como sea, el presidente le pidió a Sheinbaum un lugar para el subsecretario De Botton. "Primero nos requirió cinco lugares y ya metió como veinte personas", deslizan en el equipo de transición.
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