Editorial
El ministerio del misterio
Por Martín Unzué
Dada la falta de voluntad de comunicar lo que sucede, lo único que parece que podemos hacer es buscar señales en los pequeños gestos.

 Vivimos tiempos en que se están tomando decisiones importantes en materia económica, que pueden tener pesadas implicancias que perdurarán en el largo plazo, pero sobre las cuales impera un gran misterio.

No hay información concreta sobre casi nada. Apenas algunos posteos de altos funcionarios, que por su propio formato, evitan entrar en cualquier detalle y menos compartir "la letra chica" de lo que se está acordando.

Hace tiempo que el área económica en nuestro país parece negarse a dar información sensible sobre decisiones trascendentes ¿A dónde fueron las reservas de oro? ¿Qué se comprometió con el FMI para lograr el último acuerdo?

Hace pocos días también pudimos ver la inusual mudanza de toda la plana mayor del equipo económico argentino a Washington, sin agenda clara, incluso sin día de retorno. ¿Qué acordaban y con quiénes?

Desde la rápida y poco preparada reunión de Milei con Trump en Naciones Unidas el 23 de septiembre, los posteos del secretario del tesoro Scott Bessent y la nueva reunión del 14 de octubre en la Casa Blanca entre Trump y Milei, también plagada de informaciones contradictorias y cambios de último momento, todo indica que se cocinan cosas grandes (muy pocos presidentes argentinos han logrado dos reuniones del máximo nivel con el POTUS en tres semanas), pero a espaldas del público y con cierto tono extorsivo (hay ayuda solo si lo votan).

Dada la falta de voluntad de comunicar lo que sucede, lo único que parece que podemos hacer es buscar señales en los pequeños gestos. También en los oráculos de X, en los que con pocas palabras y menos voluntad, algunos de los protagonistas emiten unos mínimos indicios.

Sabemos que el gobierno de Trump reivindica, ya desde su primer mandato, el slogan "América (que son ellos) primero", y que podemos pensar que ese es el norte que guía su política hacia todo el mundo, incluida Argentina. De allí se desprende que lo que nos den es porque los beneficia. La pregunta es qué nos darían y en qué los favorece y ahí la lista de potenciales ventajas para Washington se va armando.

En primer lugar aparecen las consideraciones o justificaciones de orden geopolítico que se inscriben en el desplazamiento de China de lo que siguen viendo como "su patio trasero".

Hay una segunda línea de respuestas, más de denuncia como ha formulado Joseph Stiglitz, que parte de que es posible que varios de los funcionarios norteamericanos que tienen estrechos vínculos de muchos años en el sistema financiero internacional (al igual que los argentinos) sólo trabajan por los intereses de sus fondos de inversión.

De allí surge la idea de que estos rescates son producto del intenso trabajo de diversos canales subterráneos de contactos, una urdimbre de intereses financieros para propiciar que esa ayuda sea en realidad un auto-rescate con fondos públicos norteamericanos a esos fondos internacionales invertidos en activos argentinos.

Pero hay algo más de fondo que hasta ahora ha pasado desapercibido.En el posteo de X del secretario Bessent del día 24 de septiembre se hizo pública su oposición a que se reduzcan las retenciones al agro en Argentina.

Descartando que Bessent sea kirchnerista, podemos pensar aquí dos cosas, que chocan de frente con el discurso del gobierno de Milei. El tesoro de Estados Unidos entiende que las retenciones son fundamentales para sostener el supuesto superávit fiscal argentino y Washington se opone a su reducción porque son un sobrecosto para los productos locales, como la soja, que compiten con las exportaciones de los farmers norteamericanos.

Aquí ya entramos en el nudo del problema. Lo que es bueno para el tío Sam, no necesariamente es bueno para los países periféricos como Argentina, ni siquiera si estos declaran su amor y alineamiento completo e incondicional con Washington.

No es ninguna novedad que en sectores como el agro las economías de ambos países son competitivas, y nada mejor para beneficiar a los productores (y votantes) norteamericanos que encarecer los productos de sus competidores sureños.

Pero este razonamiento ha agregado un nuevo eslabón el viernes pasado, cuando nuevamente el muy involucrado Bessent, luego de anunciar la decisión de salir a comprar pesos con dólares, tuvo que enfrentar las críticas internas con algún reportaje en un medio amable como la cadena Fox.

Ante la opinión pública de su país el ministro sostuvo, apelando a su extensa experiencia en el mercado de monedas, que el peso "estaba barato" y que iban a hacer un negocio con esa compra. Es decir, justificó la compra de pesos con dólares del tesoro de Estados Unidos, porque eso le iba a reportar una ganancia a los plomeros norteamericanos, que de paso están presenciando el shutdown del gobierno de su propio país por sus problemas presupuestarios.

Más allá de que todo parece indicar que el sostenimiento del actual tipo de cambio es muy poco probable, y que ante una devaluación, la apuesta quedará trunca, lo que sí podemos decir es que en la lógica del gobierno de Estados Unidos aparece otra cosa que ha pasado inadvertida.

A Estados Unidos le interesa un peso fuerte en Argentina que promueva las importaciones (en especial de Estados Unidos no de China) y que dificulte las exportaciones argentinas que compiten con las norteamericanas en muchos mercados (como el chino).

Si Washington pone como parte del precio por el supuesto salvataje que Argentina mantenga las retenciones y el tipo de cambio sobrevaluado, esto es consistente tanto con el esquema básico de la administración Trump que está detrás de su agresiva política de aranceles externos, y también con su apuesta a la depreciación del dólar.

Guerra de aranceles, baja de tasas de interés y dólar más débil buscan incrementar sus exportaciones y reducir importaciones.Frente a esto el silencio del ministerio argentino se entiende mejor por las implicancias internas de este esquema que confronta a parte del electorado del oficialismo (como las entidades del campo), pero además atenta contra la principal salida económica de la Argentina, que pasa por dinamizar las exportaciones y en especial las que tengan cierto valor agregado.

Así el supuesto salvataje del norte también suena como marcha fúnebre de un modelo de desarrollo para el país, y la promesa de Milei de volver a la Argentina potencia se sepulta con la opción por un modelo de economía de enclave, exportadora de energía y minería en manos de empresas norteamericanas. 

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