Editorial
La oposición frente al desafió de la competitividad
Por Marcos Novaro
La gran pregunta que hoy se plantea, por tanto, es si alguien estará en condiciones de satisfacer esas condiciones, es decir, si alguien podrá formar una coalición suficientemente amplia para derrotar al oficialismo, o si la fragmentación opositora terminará permitiendo que éste, aun sin recuperar la mayoría, retenga el poder.
El hecho de que el kirchnerismo, lejos de resignarse a la declinación, mostrando los dientes, día tras día y a diestra y siniestra, a quienes se atreven a aspirar a desplazarlo del poder, haya retenido el control de los recursos públicos imprescindibles para mantener medianamente alineados a gobernadores y legisladores del PJ detrás suyo, y esté demostrando además en estos últimos tiempos que puede remar contra las corrientes predominantes en la opinión pública, y conservar al menos alguna chance de cara a las presidenciales del año que viene, ha elevado los requisitos que deberán satisfacer las oposiciones para competir en esa instancia.

La gran pregunta que hoy se plantea, por tanto, es si alguien estará en condiciones de satisfacer esas condiciones, es decir, si alguien podrá formar una coalición suficientemente amplia para derrotar al oficialismo, o si la fragmentación opositora terminará permitiendo que éste, aun sin recuperar la mayoría, retenga el poder.

Es difícil saberlo, y más difícil aun predecir quién y cómo podría formar una nueva mayoría. Lo que es en cambio más predecible es que, dada la renacida competitividad del Kirchnerismo, la elección no sólo se polarizará contra él , sino dentro de la oposición, a favor de la opción que parezca tener más chances.

Hasta hace unos meses, de los tres tercios en que quedó distribuido el grueso del electorado tras las parlamentarias de 2009 (ACyS, peronismo disidente y oficialismo), este último era el que parecía tener menos chances de crecer, aun de mantenerse en el tiempo.

Como la perspectiva era de una continua declinación oficial, que incluso podría dejar a los Kirchner fuera de la segunda vuelta, las otras dos opciones, e incluso corrientes menores de la oposición, tenían margen para crecer tanteando el terreno, marcando las diferencias que más combustible les aportaran, dejando en suspenso la selección de aliados y las definiciones estratégicas.

Hoy la situación parece ser bien otra: con un oficialismo recuperado, son los dos conglomerados opositores los que están sometidos a la amenaza de la “desclasificación”, y están compelidos por tanto a ganar competitividad, para que esa amenaza no actúe como profecía autocumplida y naufraguen sus posibilidades ya antes de empezar la campaña. Con un electorado demostradamente movil a conquistar, la posibilidad de que quien “parezca más débil” termine debilitándose y quede fuera de la competencia es muy alta. De allí que la carrera presidencial se esté anticipando y acelerando, y no haya mucho margen para el error.

No hay mal que por bien no venga


Las exigencias que impone esta mayor competitividad están actuando ya como fuertes incentivos a la cooperación dentro de los conglomerados opositores. Con todo, es claramente observable una diferencia de intensidad y dirección en las reacciones que ello está produciendo en uno y en otro campo.

Mientras que el peronismo disidente no tardó en abroquelarse, y emitir señales para crear confianza entre sus integrantes, con las que además trazaron el camino que les permitiría resolver los desafíos estratégicos que tienen por delante (y uno en particular, participar o no de las internas del PJ), las fuerzas del ACyS, en vez de sacar provecho de la ventaja que significa contar con estructuras partidarias mínimamente organizadas, ven limitadas sus posibilidades de cooperar y avanzar, por el internismo que tiende a predominar en ellas.

Dos episodios resonantes de los últimos días ilustran el punto. El primero, la reacción que generó la boutade cometida por De Narváez cuando acusó a Macri de derechista bipolar: el consenso general en el peronismo disidente es que una negociación con el macrismo será inevitable y vital para la suerte de ambas partes, sobre todo en el muy probable caso de que las internas abiertas no se concreten, o se hagan pero ellos no participen en las del PJ; y esa fue la perspectiva que todos, incluso el propio De Narváez, quisieron dejar abierta cuando reaccionaron y corrigieron sus palabras.

Del otro lado, Ricardo Alfonsín anunció una serie de actos públicos junto a Elisa Carrió, que los llevarían a recorrer distritos gobernados por referentes del cobismo, del GEN y otros sectores. Con ello pareció dar una respuesta lapidaria a la propuesta hecha por la cúpula del radicalismo para mostrar unidad partidaria, y coalicional, estableciendo un diálogo entre ambos aspirantes y fijando reglas de juego que permitan contener la competencia entre ellos dentro de un marco en que todos sumen.

La elección de Carrió como partenaire no es inocente en otro sentido: indica que, para el bonaerense, su interna con Cobos dirimirá no sólo candidaturas, sino opciones coalicionales excluyentes, y como se suele decir en estos casos para que no quepan dudas sobre lo irreconciliable y significativo de la disputa, “proyectos de país” alternativos. Pareciera que Alfonsín se ha convencido de que polarizar internamente es el camino para crecer, no sólo dentro de la UCR, sino a partir de ello, en la sociedad. Tal vez porque lee sus recientes avances a la luz del recorrido que inició su padre en 1983, en su interna contra el balbinismo.

Interna, aclaremos, que funcionó como trampolín hacia la presidencia, entre otras cosas porque fue mucho más concurrida que la hoy en curso.

Y es que las cosas ya no son lo que eran, ni volverán a ser como fueron, ni en la UCR ni en la política argentina en general. La competencia es mucho más exigente, y la capacidad de los partidos de organizarla es mucho menor. En particular la del radicalismo, lo que sumado a los sinsabores acumulados desde aquellas jornadas de gloria, más le limita disfrutar del lujo del error. Concebir una larga y trabada disputa entre sus facciones internas, que concita y concitará el interés de unos pocos miles de afiliados, como la vía regia para llegar al poder, se parece demasiado a uno de esos lujos.

Dependerá de la dirigencia de la UCR, pero tal vez en mayor medida de la de sus aliados, que surja un espacio más amplio, más representativo, y sobre todo más colaborativo, para sentar las bases de una coalición “no peronista” competitiva.

Columna publicada en el blog El agente de Cipol.

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