Mientras con sus confusas iniciativas para levantar el corte en Gualeguaychú y los viajes de ida y vuelta a Sudáfrica de los referentes del “movimento social” llamado Hinchadas Unidas el gobierno volvía a mostrar que suele ser su peor enemigo, el escenario opositor empezó a desentumecerse y mutar. Y es que, tras el relativo empantanamiento de sus iniciativas legislativas, sus principales protagonistas parecen haberse convencido finalmente de que el principal desafío que enfrentan no es complicarle las cosas al gobierno en esa arena, sino construir alguna coalición y candidatura capaz de reemplazarlo.
Los peronistas disidentes dieron un paso que, por lo pronto, es difícil de evaluar, aunque a largo plazo puede terminar siendo decisivo: conformaron una mesa de conducción que potencie su eventual participación en la interna abierta del PJ, o en su defecto la alternativa de rechazarla y competir en 2011 fuera de esa estructura.
La apuesta coloca a Kirchner frente a un dilema. Si acepta las condiciones que los disidentes pretenden para que la competencia sea imparcial, esa interna abierta puede volverse ocasión para que se movilice toda la opinión antikirchnerista del país.
Como lo viene advirtiendo Duhalde desde hace meses, conviene no minimizar lo que pueden valer las internas para liquidar los sueños continuistas antes incluso de las elecciones generales. Y es que el bonaerense al menos está convencido de poder darles a esas internas un uso equivalente al que con provecho le dio a la convocatoria al plebiscito bonaerense contra la re-re de Menem en 1998.
Si temiendo este aprovechamiento de su reforma política, el kirchnerismo opta en cambio por manipular las reglas de juego, y volver a las internas un mero trámite, o directamente hace imposible su instrumentación, legitimaría una salida en bloque de los disidentes, que podrán presentarse fortalecidos como sostén de una candidatura del “peronismo verdadero” contra el aparato, al estilo de los renovadores en 1985.
En cualquiera de los dos casos, de todos modos, los disidentes aun deben resolver quién sería su candidato, y si en el trámite de definirlo pierden la cohesión lograda, o terminan optando por alguien poco convocante, extraviarían la oportunidad que han ganado. Por lo pronto es poco lo que se puede decir al respecto: los protagonistas principales del sector, y sus eventuales aliados, como Macri, tienen muchas opciones abiertas, las que combinadas entre sí dan un enorme número de resultados posibles, por lo que conviene evitar especulaciones y esperar.
Donde en cambio las opciones posibles parecen ser muchas menos es en el otro espacio opositor con chances de pesar en la competencia, el que gira en torno a la UCR. Allí, el triunfo de Ricardo Alfonsín en la interna bonaerense, contra mucho de lo que se ha dicho, tal vez más que abrir nuevas oportunidades cerró algunas de las que existían. Y es que lo que ganó Alfonsín en esa competencia puede terminar siendo mucho menos de lo que perdió Cobos.
El principal interesado en que esto sea así es, obviamente, el gobierno nacional. Su interés en dejar sentado que el resultado evidencia el ocaso de Cobos así lo revela. Su postura, aclaremos, no carece de asidero: todavía hoy el mendocino sigue siendo un candidato mucho más competitivo que Alfonsín (en las encuestas serias triplica la intención de voto del bonaerense), tiene una experiencia de gestión de la que éste carece y llegada a sectores de centro y centroderecha del electorado, votantes del campo y del interior, a los que su antagonista interno hasta ahora no llega, y difícilmente llegue.
De lo dicho puede concluirse que la actitud de Cobos por no involucrarse en la interna, y antes de eso, no usar su popularidad para construir alianzas con sectores políticos y sociales ofreció a sus adversarios, internos pero sobre todo externos, la oportunidad de minar y aislar su figura.
Columna publicada en el
blog El agente de Cipol.