Opinión
Más Mahbubani y menos Varoufakis
Por Lisandro Sabanés y Alfredo Lopez Rita
Optimismo en tiempos de pesimistas. Kishore Mahbubani es un diplomático e intelectual singapurense, un completo desconocido en estas latitudes, aunque fundamental en el actual debate internacional.

Kishore Mahbubani es un académico y diplomático singapurense de gran renombre, conocido por sus análisis sobre la política internacional, la geopolítica y las relaciones entre Asia y Occidente. Completamente desconocido en estas latitudes, en la que nuestros jóvenes (y no tanto) internacionalistas se deslumbran con figuras más bien "alternativas" como Yanis Varoufakis, Juan Carlos Monedero, Branko Malinovic o Vandana Shiva, entre otros, ha sido una figura influyente en los debates sobre la ascensión de Asia en la política global, especialmente en lo que respecta a China e India, y ha abordado temas como el poder global, la economía y las tensiones internacionales.

Graduado en Filosofía en la Universidad de Singapur, Mahbubani obtuvo su maestría y su doctorado en la Universidad de Halifax en Canadá. Posteriormente se graduó en administración pública en la prestigiosa Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Fue embajador de su país en los Estados Unidos y dos veces representante permanente ante las Naciones Unidas, adonde llegó a presidir su Consejo de Seguridad. Fue en 2004, luego de retirado de su carrera de más de treinta años en el servicio exterior, que se unió al mundo académico desde donde ha expuesto con mayor solvencia y libertad sus sobresalientes conocimientos.

Desde entonces, Mahbubani se presenta como una voz que desafía las concepciones tradicionales sobre el orden internacional como un verdadero insider. Conocido por su postura provocadora sobre la ascensión de Asia y la transición de poder global, confronta de manera directa las narrativas dominantes en Occidente, entre ellos a su "viejo amigo" (así se refierió a él el norteamericano) John Mearshimer. 

Hay algo ahí

Su enfoque ha generado tanto admiración como controversia, ya que propone un modelo de cooperación y equilibrio que pone en cuestión la supremacía de Occidente y las predicciones de conflicto inevitable entre potencias, en un evidente tiro por elevación a la obra magna de Samuel Huntington y su "Choque de civilizaciones". Sostiene, entre otras cosas, que la posibilidad de un choque frontal con Occidente no pasa por la cabeza de ningún líder asiático. 

Esta teoría, que propone que las grandes culturas y religiones del mundo (Occidente, el Islam, China, etc.) entrarán en conflicto debido a sus diferencias irreconciliables, ha sido una piedra angular del pensamiento geopolítico occidental desde los años noventa. Huntington, junto con otros pensadores, ha utilizado esta visión para advertir sobre un mundo cada vez más polarizado, donde las tensiones entre civilizaciones podrían derivar en confrontaciones violentas.

En línea con esto, la principal confrontación de Mahbubani se encuentra con la visión eurocéntrica y excepcionalista que ha predominado en el análisis geopolítico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Occidente, y especialmente los Estados Unidos, ha construido una narrativa de supremacía basada en la creencia de que su modelo de democracia liberal es universalmente aplicable, y que el resto del mundo, particularmente Asia, debe seguir su ejemplo. 

La principal confrontación de Mahbubani se encuentra con la visión eurocéntrica y excepcionalista que ha predominado en el análisis geopolítico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Occidente, y especialmente los Estados Unidos, ha construido una narrativa de supremacía basada en la creencia de que su modelo de democracia liberal es universalmente aplicable, y que el resto del mundo, particularmente Asia, debe seguir su ejemplo.

Esta perspectiva no solo ha influenciado las políticas exteriores de las potencias occidentales, sino también la manera en que se configura la política global. Sostiente que todavía sobrevuela en Occidente una especie de inercia de las ideas del "Fin de la Historia", de Francis Fukuyama, que ha llevado al politólogo estadounidense a revisar posturas y a otros tantos a la dificultad de no poder salir de esa época de indolencia que no permitió comprender los cambios que se sucitaban por debajo de la línea de flotación.

En su obra Has the West Lost It? A Provocation (2018), Mahbubani desafía abiertamente esta concepción. Sostiene que la arrogancia de Occidente ha contribuido a su propio declive, al no reconocer el ascenso inevitable de Asia, liderado por potencias como China e India. Para Mahbubani, el mundo está cambiando y el centro de poder global ya no se encuentra exclusivamente en manos de Occidente, algo sobre lo que aquí y aquí ya nos hemos referido, expresando aquellos como período de transición de poder. En lugar de ver este resurgir de Asia como una amenaza para Occidente (tal como lo hacen muchos de ellos), el autor lo interpreta como una oportunidad para equilibrar el poder en un sistema global multipolar.

Esta crítica a la visión occidental no se limita a las relaciones diplomáticas o a la política exterior de Estados Unidos, por caso, sino también a las instituciones internacionales que Occidente ha modelado a su imagen y semejanza, como aquellas de Bretton Woods. Argumenta que estas estructuras necesitan una reforma profunda para reflejar las nuevas realidades del siglo XXI, donde las potencias asiáticas juegan un papel cada vez más importante. Aquí es donde su visión de un mundo más inclusivo choca con la defensa de un statu quo que sigue favoreciendo a las potencias tradicionales.

Kishore Mahbubani.

Por el contrario, Mahbubani rechaza esta idea. En su visión, el ascenso de China no es un "choque" con Occidente, sino un "desafío" que puede resolverse mediante la diplomacia, un entendimiento mutuo y las necesarias reformas institucionales. En lugar de ver a China y otras naciones asiáticas como antagonistas de Occidente, defiende una integración pacífica de estas potencias emergentes dentro de un sistema global basado en la cooperación y no en la confrontación. 

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Este enfoque, optimista y constructivo, resulta chocante para muchos, ya que contradice la visión pesimista que domina el discurso occidental sobre las relaciones internacionales. En lugar de seguir la corriente en Occidente, que ve a China como una amenaza existencial a la estabilidad mundial, Mahbubani argumenta que su ascensión debe ser vista como una parte natural del proceso global, inevitable, por cierto. 

En sus escritos, insiste en que China no necesariamente busca un conflicto con Estados Unidos o Europa, sino más bien un reconocimiento de su creciente influencia y un espacio para su desarrollo dentro de las estructuras internacionales existentes. Naturalmente, tiene voluntad de mantener segura su zona de influencia. No se ve a si misma como una potencia global (aunque es perfectamente consciente de su fuerza) sino regional. Y exige el reconocimiento de ese rol.

En línea con figuras como Henry Kissinger o Thomas Friedman que han advertido sobre los peligros de una "guerra fría" entre China y Estados Unidos, Mahbubani propone un modelo de convivencia pacífica y colaboración entre las dos potencias. En su opinión, el futuro de la humanidad depende de aprender a manejar las diferencias mediante el diálogo y la cooperación, no mediante la confrontación o el aislamiento. 

Este enfoque ha sido tildado por algunos de ingenuo, pues, en un contexto de tensiones comerciales y militares crecientes, su propuesta, según algunos, parece poco realista. Sin embargo, su argumento subraya una necesidad crítica en la diplomacia contemporánea: evitar la escalada de conflictos a través de un entendimiento y una gestión cuidadosa de los intereses nacionales, algo que determinados grupos de poder en Occidente (a juzgar por los hechos concretos que se observan en el escenario internacional) parecieran no estar dispuesto a hacer en el corto plazo. 

En su visión, el ascenso de China no es un "choque" con Occidente, sino un "desafío" que puede resolverse mediante la diplomacia, un entendimiento mutuo y las necesarias reformas institucionales. En lugar de ver a China y otras naciones asiáticas como antagonistas de Occidente, defiende una integración pacífica de estas potencias emergentes dentro de un sistema global basado en la cooperación y no en la confrontación.

Sin embargo, en tanto estos "desafíos" no se aborden en lo inmediato con decisión, una organización como las Naciones Unidas corre el riesgo de precipitar su irrelevancia hasta la extinción en un mundo multipolar (¿siguiendo los pasos de su predecesora Sociedad de las Naciones?), donde las decisiones tomadas por un pequeño grupo de países ya no son representativas del equilibrio global de poder.

Este llamado a la reforma ha sido criticado por aquellos que creen que cambiar el balance de poder en las instituciones internacionales podría generar inestabilidad o llevar a un exceso de influencia por parte de China. Sin embargo, Mahbubani ve en ello una oportunidad para crear un sistema global más justo y equitativo, donde todas las potencias, grandes, medianas y pequeñas, tengan voz y voto en las decisiones clave. 

A fin de cuentas, su propuesta refleja una visión pragmática y de largo plazo: la necesidad de actualizar las instituciones que han regido el orden mundial desde el final de la Segunda Guerra Mundial, en un mundo que ya no es unipolar ni dominado por Occidente, ni tampoco conformado por 50 Estados, tal el caso de los signatarios originales de la Carta Constitutiva de la ONU, de 1945, en la ciudad de San Francisco.

Lo que hace que la visión de Mahbubani sea tan controversial es, en gran medida, su optimismo, en un momento de creciente pesimismo geopolítico. Mientras muchos en Occidente (y en otras partes del mundo) ven en el ascenso de China y en el cambio de poder global una razón para la alarma, Mahbubani argumenta que este es un proceso natural que puede llevar a un mundo más equilibrado y cooperativo, siempre y cuando las potencias internacionales estén dispuestas a adaptarse. En su perspectiva, la cooperación pacífica y el entendimiento mutuo son mucho más efectivos que el aislamiento o la confrontación directa.

Este enfoque contrasta con el realismo político de pensadores como John Mearsheimer o Robert Kaplan, quienes advierten que el ascenso de potencias como China necesariamente traerá consigo una competencia geopolítica que podría desembocar en una guerra. Mahbubani, sin embargo, no ve este resultado como inevitable. Más bien, propone que el futuro de la humanidad depende de nuestra capacidad para gestionar las diferencias a través de la diplomacia, las reformas institucionales y el respeto mutuo. Esta visión, aunque idealista para algunos, refleja una urgencia por evitar que las tensiones internacionales se conviertan en conflictos destructivos.

Kishore Mahbubani es una de las voces más singulares en el debate global contemporáneo, completamente desconocido en nuestra región a pesar de los numerosos pseudo especialistas que pretenden abordar los desafíos en materia de política exterior desde "el Sur Global", con cierta actitud "aniñada" y un situacionismo geográfico y mental con tendencia insular. 

Su crítica a la visión occidental del mundo, su llamado a una convivencia pacífica entre civilizaciones y su defensa de una reforma profunda de las instituciones internacionales lo colocan en una posición desafiante frente a las tendencias dominantes en la política internacional. Aunque su enfoque es objeto de debate, su mensaje es claro: el orden internacional necesita adaptarse a las nuevas realidades del siglo XXI, y la cooperación entre Oriente y Occidente, lejos de ser un sueño utópico, es una necesidad urgente si queremos sobrevivir como humanidad. 

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