Editorial
2025 con aires de polarización
Por Leandro Bruni
La lógica discursiva de la polarización permitirá al gobierno moverse en un terreno de "contrastes" que le es favorable.

No todas las estrategias políticas generan beneficios absolutos. A veces, no se trata solo de ganar o perder, sino de perder menos, posicionarse para futuros objetivos o alcanzar éxitos parciales en ciertos aspectos. Algo de esto parece estar en la mente de los estrategas que ya miran con ansias hacia 2025. La respuesta a muchos de sus interrogantes parece ser una vieja conocida: la polarización. Esta estrategia maximiza sus efectos solo cuando dos adversarios se identifican como las únicas opciones posibles y logran distribuirse la mayoría del electorado. En definitiva, es un "baile de dos" que puede generar beneficios relativos para ambos.

Desde la perspectiva de La Libertad Avanza, la polarización podría ser beneficiosa en dos sentidos para este año electoral. El primero es consolidar la migración de votantes provenientes de Juntos por el Cambio. En otras palabras, galvanizar el "voto blando" que, en octubre de 2023, respaldó a Bullrich, pero que ahora apoya a Milei. Según un reciente estudio de la encuestadora Escenarios, el 50% de quienes votaron por JxC hoy votaría por Milei. Materializar esto en las legislativas de 2025 consolidaría el apoyo al Presidente, al tiempo que revelaría las dificultades no solo de la coalición que gobernó entre 2015 y 2019, sino especialmente de su figura central: Mauricio Macri.

En segundo lugar, la lógica discursiva de la polarización permitirá al gobierno moverse en un terreno de "contrastes" que le es favorable. El objetivo es que la conversación pública no se centre en evaluar aisladamente la gestión del gobierno actual, sino en compararla con las administraciones anteriores, en particular con la de Alberto Fernández.

En el otro extremo, el kirchnerismo tiene como objetivo central para 2025 consolidarse como la principal oposición. El deseo de ganar o incluso disputar unas elecciones ajustadas ha sido descartado. Según la mayoría de las encuestas, si las elecciones fuesen hoy, Milei ganaría cómodamente. Lo que busca CFK es reforzar su posicionamiento como oposición, aun siendo una primera minoría electoral.

Como expresó en su última carta, CFK está enfocada no solo en el resultado electoral, sino en una cuestión más profunda y preocupante: ¿a quién representa? ¿Cuál es la base electoral del kirchnerismo? Ubicarse en la oposición y polarizar con Milei busca comenzar a responder estas preguntas. En 2019, Alberto ganó con cerca de 13 millones de votos, casi 4 millones más que los obtenidos por Massa en el balotaje de 2023. En apenas cuatro años, el espacio perdió esos 4 millones de votos. Son electores que deben ser entendidos, escuchados y atraídos nuevamente. Son los descontentos propios. Además, el kirchnerismo debe poder canalizar el malestar de quienes se sienten defraudados por la gestión actual. Esta es una tarea compleja, ya que solo la esperanza puede mitigar la decepción. Sin embargo, no habrá esperanza posible si no se ofrece a las personas una propuesta clara de futuro, un plan que aborde sus problemas y sobre todo, que los solucione. La misión urgente del kirchnerismo en la oposición es, en definitiva, ampliar a los propios, pero también acercar a los ajenos.

El siempre versátil Jorge Luis Borges escribió: "El porvenir es inevitable, preciso, pero puede no acontecer. Dios acecha en los intervalos". Tras el colapso político de 2001, el siglo XXI vio resurgir la polarización. El bicoalicionismo entre kirchnerismo y macrismo alcanzó su apogeo en 2019, beneficiando a ambos espacios en distintos momentos. Sin embargo, 2023 representó un intervalo en esa polarización, ya que vimos una sociedad dividida en tercios. Con 2025 en el horizonte, la gran pregunta es si veremos, nuevamente e inevitablemente, una polarización resucitada y alimentada por las estrategias de campaña. Es difícil imaginar que los principales actores del sistema político no apuesten por la polarización, especialmente siendo una estrategia que ha demostrado ser exitosa en el pasado y de la que tanto Milei como CFK podrían obtener beneficios, aunque de manera relativa.

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