La posibilidad de una nueva ofensiva contra Cartes obliga al presidente a calibrar un equilibrio complejo. |
Los constantes rumores sobre nuevas sanciones de Estados Unidos contra "prestanombres" y personas cercanas al expresidente Horacio Cartes mantienen en vilo no solo a los sectores involucrados, sino a la sociedad en general. Esta disputa, que parece no tener fin, nos deja expectantes ante cada nuevo capÃtulo de una novela internacional que ya lleva dos años y no muestra señales de detenerse.
Tras meses de aparente calma, la embajada de Estados Unidos volvió a encender la polémica con una nueva sanción que involucra a Paraguay. La última ofensiva del Departamento de Estado contra Tabacalera del Este S.A. (Tabesa) reavivó la controversia, reafirmando la firme posición de Washington de avanzar contra el ex presidente paraguayo, designado como "significativamente corrupto" por Estados Unidos en julio de 2022.
El objetivo de Estados Unidos, según su comunicado, es garantizar que Cartes rinda cuentas, inhibirlo de recibir beneficios económicos provenientes de los negocios sancionados y promover una reforma sustancial contra la corrupción en Paraguay. La nueva sanción nos recuerda que sigue habiendo asuntos pendientes entre Estados Unidos y Paraguay; aunque, a la luz de las últimas declaraciones, serÃa más preciso afirmar que el conflicto ahora es directamente entre Estados Unidos y Horacio Cartes.
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Comprensiblemente, las reacciones del sector cartista en apoyo al presidente del Partido Colorado no se hicieron esperar y reflejaron el malestar que Cartes no puede expresar abiertamente debido a su estrategia legal. Estas muestras de lealtad hacia el expresidente son relevantes. No sólo porque dan una voz a la frustración de Cartes, sino porque al hacerlo, asumen posibles consecuencias.
El respaldo público no es solo una cuestión simbólica, ya que quienes lo expresan se exponen a quedar en la mira de Estados Unidos y de sus investigaciones. Aunque pueda parecer trivial, pocas cosas resultan más dolorosas para la élite polÃtica que ser desplazada, tanto ellos como sus familias, del centro del poder global. La visa estadounidense sigue siendo un sÃmbolo de estatus, y no hay equivalente que pueda mitigar la pérdida de reputación que implica su revocación.
Por su parte, mientras la bancada oficialista presentaba su apoyo incondicional acusando a Estados Unidos de injerencia extranjera, de comportamiento anticompetitivo, de conspiración interna y persecución polÃtica, Santiago Peña estaba incómodo. Cartes le exige que tome una postura clara y envÃe un mensaje firme sobre cuáles son los lÃmites aceptables respecto al rol que puede asumir Estados Unidos en Paraguay. Su lÃder polÃtico le impone una lÃnea a seguir en una de las únicas responsabilidades que Santiago Peña, como presidente, habÃa reservado para él: representar al paÃs y venderlo al exterior.
Si el presidente desea posicionar a Paraguay para atraer inversiones, aumentar el comercio y abrir el camino hacia un liderazgo regional (incluyendo la candidatura de su canciller como Secretario General de la OEA), el respaldo estadounidense es fundamental. El costo de no mantener una buena relación con Washington es demasiado alto: Estados Unidos es uno de los principales orÃgenes de inversión extranjera, el cuarto destino de exportaciones y tercer origen de importaciones del paÃs (julio 2024), además de ser el principal contrapeso a la influencia de Brasil en Paraguay.
La confrontación, por lo tanto, no favorece a los objetivos de Peña, pero tampoco resuelve los problemas de Cartes con Estados Unidos. Más allá de los intereses nacionales, existe una estrategia subyacente en la polÃtica exterior de Peña y su canciller, RamÃrez Lezcano, en relación con Washington, que ha sido diseñada teniendo en cuenta las sanciones impuestas antes de que Peña asumiera el poder.
Cartes le pide a la polÃtica exterior de Peña que ponga un lÃmite a la presión de Estados Unidos, pero también necesita que se lleve bien, porque lo que realmente busca no es confrontar, sino que le levanten las sanciones. Estados Unidos ha marcado a Cartes como un objetivo, y cualquier persona o empresa directamente asociada con él puede ser vÃctima de una sanción. La única solución a este asfixiante bloqueo que afecta su estructura polÃtica y económica es que Washington revierta su decisión.
De hecho, las acciones del cartismo en respuesta a las sanciones no han buscado elevar las tensiones, sino desviar la atención hacia un chivo expiatorio. Inicialmente, el culpable fue el expresidente Abdo BenÃtez, acusado de haber enviado información falsa a Estados Unidos y de instrumentalizar las instituciones del Estado para perseguir polÃticamente a Cartes, colocándolo injustamente en la mira de Washington. Ahora, el foco se ha desplazado hacia el embajador de Estados Unidos en Paraguay, Marc Ostfield, señalado por politizar y polemizar innecesariamente las sanciones contra actores polÃticos y empresas paraguayas.
Este desvÃo de culpas tiene un doble objetivo: uno externo, que busca apelar al gobierno estadounidense y a la comunidad internacional, y uno en el plano interno, que pretende controlar la narrativa ante la sociedad paraguaya. AsÃ, la estrategia es proteger a Horacio Cartes sin confrontar directamente con Estados Unidos, mientras se intenta reducir el impacto polÃtico de las sanciones en la opinión pública local.
No obstante, el cartismo no está dispuesto a dejar pasar las ofensas, ya que mostrar debilidad no es una opción. También es necesario proyectar fuerza y poner un lÃmite. Mostrar disconformidad y mandar un mensaje de que la intervención en asuntos internos de un Estado no es aceptable. Sin embargo, evitar una ruptura total es crucial. Por ello, las declaraciones oficiales no atacan directamente al gobierno de Estados Unidos ni a sus decisiones, siguiendo una estrategia clara desde el inicio. Esta es, de hecho, una de las tácticas más interesantes de la polÃtica exterior diseñada por RamÃrez Lezcano: el "tira y afloje", es decir, mostrar firmeza sin tensar demasiado la cuerda.
A lo largo del primer año de gobierno, la colaboración activa con Estados Unidos ha marcado la agenda de Santiago Peña. Las visitas a Paraguay del Coordinador de Anticorrupción Global del Departamento de Estado, Richard Nephew; la Comandante del Comando Sur, Laura Richardson; delegaciones de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos; y diversos encuentros en la Casa Blanca con figuras polÃticas relevantes son claros ejemplos. Además, el alineamiento en temas internacionales claves para Washington como Taiwán, Israel, Ucrania o Venezuela, ha contribuido a fortalecer las conversaciones y las negociaciones. Asimismo, Peña también ha impulsado reformas institucionales con el aval de Estados Unidos, como es el caso del Consejo Nacional Anticorrupción, sumado a decisiones legislativas como la autorización para la entrada de militares estadounidenses a Paraguay para realizar ejercicios conjuntos, sin mayor debate.
Si la estrategia de mantener un relacionamiento fluido con el Poder Ejecutivo estadounidense no da los resultados esperados, Peña tiene un plan alternativo. En los últimos meses, su gobierno ha buscado establecer nuevas vÃas de conexión, principalmente a través de reuniones con representantes del Partido Republicano, como Marco Rubio y MarÃa Elvira Salazar, con el fin de mejorar la imagen de Paraguay ante Washington.
De esta manera, Santiago Peña está jugando todas sus cartas diplomáticas. Y si nada de esto funciona, el sector cartista solo puede esperar que las elecciones en Estados Unidos traigan un cambio de gobierno que sea más favorable para sus intereses. Las apuestas están puestas en un eventual regreso de Donald Trump al poder, con la esperanza de que un enfoque diferente hacia América Latina descomprima la presión sobre Cartes, priorizando temas como la migración y dejando en segundo plano la lucha contra la corrupción, que ha sido la bandera del gobierno de Biden.
Sin embargo, el resultado de las elecciones no garantiza un escenario favorable por sà mismo. El sistema estadounidense opera a través de agencias que difÃcilmente detendrán procesos administrativos y judiciales en marcha, independientemente del cambio de gobierno. Además, Estados Unidos no suele revertir sanciones externas como polÃtica de Estado, incluso tras un relevo presidencial.
En consecuencia, si las estrategias del cartismo para suavizar las tensiones con Estados Unidos no dan resultado y Washington opta por intensificar las sanciones, lo más probable es que la situación escale hacia una confrontación más directa. No estarÃamos hablando de una guerra ni de medidas extremas, pero sà de un endurecimiento en el discurso contra la injerencia extranjera, una reducción en la cooperación en temas clave para Estados Unidos, o incluso una tensión máxima en las relaciones diplomáticas con la embajada estadounidense en Paraguay.
En definitiva, los próximos capÃtulos de este enfrentamiento estarán condicionados por el resultado de las elecciones en Estados Unidos. A partir de ese desenlace, se definirán las nuevas estrategias a seguir, y Santiago Peña, aunque incómodo, tendrá que adaptarse al escenario que se presente en el futuro.
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