La proyección polÃtica de Milei se debe a la iniciativa y la capacidad interpelatoria sobre el amplio estado de disponibilidad de masas generado en la crisis argentina. Pero esa crisis no se cerró. |
El gobierno de Milei, intenta caminar hacia un punto de bifurcación. Las fuerzas que se oponen intentan evitar el embate. ¿Y las masas? ¿En qué punto estamos?
El punto de bifurcación
Lo que busca la Casa Rosada es llevar la crisis hasta un punto de bifurcación polÃtico, económico y cultural. Un momento de no retorno. Un punto de bifurcación es el momento donde las cosas empiezan a dejar de ser lo que eran. Se transforman. Un punto que no se produce necesariamente por coyunturas electorales. Se necesitan victorias polÃticas sucesivas, transformaciones económicas, derrota de la protesta social, y una hegemonÃa polÃtico cultural palpable fuera del laboratorio de las encuestas. Se necesita consolidar nuevas relaciones de fuerzas. Llegar a una situación que funda una nueva forma de vida nacional.
No es enero del ´92
Si el gobierno logra avanzar con la Ley Bases y el Pacto de Julio, sumado al DNU, la brutal devaluación de diciembre, y la polÃtica de desarticulación estatal que viene implementando, demostrará que está avanzando hacia ese punto. Sin embargo, la economÃa no deja de conspirar contra esos propósitos. La situación financiera es inestable, la recesión es visible y sigue aumentando la desocupación, la pobreza y la indigencia. O sea, el gobierno parece que avanza pero no estamos en enero del 92. El paÃs sigue caliente y en disputa.
La comprensión de la época
El relativo estado de disponibilidad social y de vacancia ideológica generado por la crisis sigue vigente. La proyección polÃtica de Milei se debe a la iniciativa y la capacidad interpelatoria sobre el amplio estado de disponibilidad de masas generado en la crisis argentina. Pero esa crisis no se cerró. No fue superada a pesar del cambio de gobierno. Adopta nuevas formas y profundiza otras. Situarse desde la crisis sigue siendo condición fundamental para la comprensión de la época. Se trata del vÃnculo, que se ha roto, entre conocimiento y polÃtica.
La fatiga social
Es cierto también que las crisis nacionales, sin rebeliones populares mediante, expresan un verdadero interrogante social. La inflación persistente y la pérdida de calidad de vida material, la desvalorización del esfuerzo, la continuidad de los fracasos gubernamentales, la Pandemia mediante, la pérdida de horizonte y certidumbre social, la falta de expectativa y de credibilidad, la crisis de representación polÃtica; son todos elementos suficientes para suponer un estado de fatiga social. Un estado de maleabilidad social. Condición de posibilidad de mayores interpelaciones reaccionarias que siguen latentes. Un peligroso espacio para una revolución pasiva sin concesiones populares.
La implosión social
De forma simultánea se vienen gestando mecanismos sociales y culturales que conforman un verdadero sistema de implosión social. El hambre, la desocupación creciente, el régimen asfixiante del alquiler, el grave endeudamiento familiar, la exclusión urbana y la narco-estructura creciente, son parte de la materialidad de un sistema de implosión social. El individualismo, la legitimación de todas las desigualdades, el darwinismo social, el fetichismo del mercado y de la guita, la cultura del rentismo y las apuestas, son parte de su cobertura cultural. Esa trama va. Se transita. No existen hoy mecanismos que puedan contenerla.
El estado del estallido
A pesar de lo anterior, no se deja de pensar y discutir acerca de las condiciones para un estallido contra las polÃticas de ajuste antipopular de la era Milei. Incluso, si pueden convivir el estallido y la implosión como posibilidades y tramas sociales simultáneas. No podemos dejar de mencionar al respecto que las elecciones presidenciales de alguna manera significaron un fusible para una situación de malestar, una especie de descarga de energÃa social y libidinal pos pandemia. Una descarga, por lo demás, delegativa y reaccionaria. Sin embargo, esto no puede hacernos creer que la energÃa y la insatisfacción se hayan agotado en el episodio electoral. El malestar es el signo de la época.
Contradicción del titiritero
Lo que no se puede es pasar de creer que el gobierno y el mostrador público son el sujeto de la polÃtica, y fracasar en el intento, para pasar luego a querer que las masas sean las parteras de la historia. No se puede obligar a la distancia social obligatoria, luego convocar a ir de la casa a la urna para defender el orden, y finalmente querer mandatar la constitución de la multitud rebelde. Se le pide al pueblo una racionalidad pasiva y otra autodeterminativa. Se le ponen hilos al muñeco y luego se le exige que tome vida. Hay algo de falsificación en esa tesitura.
Las fuerzas que se oponen
Si todavÃa no se consolidan las nuevas relaciones de fuerzas a favor del gobierno y sus socios tampoco se da comienzo a un nuevo ciclo del lado contrario. Hay movimientos, hay contestación, hay oposición, hay protesta social y hay bronca que se mastica en la vida cotidiana también. Pero no podemos afirmar la existencia de un momento constitutivo ni de un conjunto de acontecimientos que sean evidencia suficiente de un nuevo ciclo nacional popular. No ha sucedido nada inesperado ni acontecimiento extraordinario aún. Sin embargo, y a favor de la esperanza, si lo nuevo no termina de nacer, en algún lado se debe estar gestando.
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