Editorial
¿En qué punto estamos?
Por Juan Arrizabalaga
La proyección política de Milei se debe a la iniciativa y la capacidad interpelatoria sobre el amplio estado de disponibilidad de masas generado en la crisis argentina. Pero esa crisis no se cerró.

 El gobierno de Milei, intenta caminar hacia un punto de bifurcación. Las fuerzas que se oponen intentan evitar el embate. ¿Y las masas? ¿En qué punto estamos?

El punto de bifurcación

Lo que busca la Casa Rosada es llevar la crisis hasta un punto de bifurcación político, económico y cultural. Un momento de no retorno. Un punto de bifurcación es el momento donde las cosas empiezan a dejar de ser lo que eran. Se transforman. Un punto que no se produce necesariamente por coyunturas electorales. Se necesitan victorias políticas sucesivas, transformaciones económicas, derrota de la protesta social, y una hegemonía político cultural palpable fuera del laboratorio de las encuestas. Se necesita consolidar nuevas relaciones de fuerzas. Llegar a una situación que funda una nueva forma de vida nacional.

No es enero del ´92

Si el gobierno logra avanzar con la Ley Bases y el Pacto de Julio, sumado al DNU, la brutal devaluación de diciembre, y la política de desarticulación estatal que viene implementando, demostrará que está avanzando hacia ese punto. Sin embargo, la economía no deja de conspirar contra esos propósitos. La situación financiera es inestable, la recesión es visible y sigue aumentando la desocupación, la pobreza y la indigencia. O sea, el gobierno parece que avanza pero no estamos en enero del 92. El país sigue caliente y en disputa.

La comprensión de la época

El relativo estado de disponibilidad social y de vacancia ideológica generado por la crisis sigue vigente. La proyección política de Milei se debe a la iniciativa y la capacidad interpelatoria sobre el amplio estado de disponibilidad de masas generado en la crisis argentina. Pero esa crisis no se cerró. No fue superada a pesar del cambio de gobierno. Adopta nuevas formas y profundiza otras. Situarse desde la crisis sigue siendo condición fundamental para la comprensión de la época. Se trata del vínculo, que se ha roto, entre conocimiento y política.

La fatiga social

Es cierto también que las crisis nacionales, sin rebeliones populares mediante, expresan un verdadero interrogante social. La inflación persistente y la pérdida de calidad de vida material, la desvalorización del esfuerzo, la continuidad de los fracasos gubernamentales, la Pandemia mediante, la pérdida de horizonte y certidumbre social, la falta de expectativa y de credibilidad, la crisis de representación política; son todos elementos suficientes para suponer un estado de fatiga social. Un estado de maleabilidad social. Condición de posibilidad de mayores interpelaciones reaccionarias que siguen latentes. Un peligroso espacio para una revolución pasiva sin concesiones populares.

La implosión social

De forma simultánea se vienen gestando mecanismos sociales y culturales que conforman un verdadero sistema de implosión social. El hambre, la desocupación creciente, el régimen asfixiante del alquiler, el grave endeudamiento familiar, la exclusión urbana y la narco-estructura creciente, son parte de la materialidad de un sistema de implosión social. El individualismo, la legitimación de todas las desigualdades, el darwinismo social, el fetichismo del mercado y de la guita, la cultura del rentismo y las apuestas, son parte de su cobertura cultural. Esa trama va. Se transita. No existen hoy mecanismos que puedan contenerla.

El estado del estallido

A pesar de lo anterior, no se deja de pensar y discutir acerca de las condiciones para un estallido contra las políticas de ajuste antipopular de la era Milei. Incluso, si pueden convivir el estallido y la implosión como posibilidades y tramas sociales simultáneas. No podemos dejar de mencionar al respecto que las elecciones presidenciales de alguna manera significaron un fusible para una situación de malestar, una especie de descarga de energía social y libidinal pos pandemia. Una descarga, por lo demás, delegativa y reaccionaria. Sin embargo, esto no puede hacernos creer que la energía y la insatisfacción se hayan agotado en el episodio electoral. El malestar es el signo de la época.

Contradicción del titiritero

Lo que no se puede es pasar de creer que el gobierno y el mostrador público son el sujeto de la política, y fracasar en el intento, para pasar luego a querer que las masas sean las parteras de la historia. No se puede obligar a la distancia social obligatoria, luego convocar a ir de la casa a la urna para defender el orden, y finalmente querer mandatar la constitución de la multitud rebelde. Se le pide al pueblo una racionalidad pasiva y otra autodeterminativa. Se le ponen hilos al muñeco y luego se le exige que tome vida. Hay algo de falsificación en esa tesitura.

Las fuerzas que se oponen

Si todavía no se consolidan las nuevas relaciones de fuerzas a favor del gobierno y sus socios tampoco se da comienzo a un nuevo ciclo del lado contrario. Hay movimientos, hay contestación, hay oposición, hay protesta social y hay bronca que se mastica en la vida cotidiana también. Pero no podemos afirmar la existencia de un momento constitutivo ni de un conjunto de acontecimientos que sean evidencia suficiente de un nuevo ciclo nacional popular. No ha sucedido nada inesperado ni acontecimiento extraordinario aún. Sin embargo, y a favor de la esperanza, si lo nuevo no termina de nacer, en algún lado se debe estar gestando.

Publicar un comentario
Para enviar su comentario debe confirmar que ha leido y aceptado el reglamento de terminos y condiciones de LPO
Comentarios
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellas pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Aquel usuario que incluya en sus mensajes algun comentario violatorio del reglamento de terminos y condiciones será eliminado e inhabilitado para volver a comentar.
Más de Juan Arrizabalaga

Los tres tristes traumas del peronismo

Por Juan Arrizabalaga
El bastón de mariscal, en manos de las dirigencias de los 80, no se suelta ni se presta por ahora.

La economía moral de nuestra multitud

Por Juan Arrizabalaga
Milei corre con la ventaja relativa de los fracasos de los gobiernos anteriores. Pero el mundo igual se mueve.

Tres miradas sobre Venezuela en la política argentina

Por Juan Arrizabalaga
El guión hegemónico, el progresismo y el nacionalismo popular, detrás de los sucesos de Caracas.

Cuatro miradas sobre la relación con China

Por Juan Arrizabalaga
Si bien la actualidad está signada por la política de alineamiento automático del gobierno de Milei con Estados Unidos, lo cierto es que la tensión en torno a la relación que Argentina debería tener con el gigante asiático no desaparece.

El alineamiento de Milei a Estados Unidos en 10 pasos

Por Juan Arrizabalaga
La posición super ideologizada del gobierno argentino en nada favorece al interés nacional a corto y largo plazo.

Cuatro imágenes de la batalla cultural

Por Juan Arrizabalaga
La disputa del 24M es parte de la batalla cultural por las grandes imágenes sociales que anhela reponer la nueva derecha en Argentina. El mercado, el empresariado, las FFAA y el Tío Sam vuelven a la carga.