Editorial
Mirar sin ver. Vivir sin salir
Por Jorge Luis Vidal
El regreso del confinamiento como estrategia vuelve a recurrir a una policía exhausta como último recurso para contener lo que la política no sabe resolver.

Los fracasos sanitarios y los desmanejos en los operativos de vacunación hicieron que la ciudadanía esté otra vez ante una nueva restricción de movimientos ordenada por el Poder Ejecutivo, con un "toque de queda" incluido que se disimula con verborragia.

En otros países de América -en donde también ejerzo mi actividad- se lo llama así: "toque de queda" con todas las letras; se lo aplica con normalidad y se instauró por el bien común y no disimulado en algún tipo de "relato".

Hace un año en la Argentina se aseguró que el Covid-19 no iba a llegar, pero de buenas a primeras hasta pararon los aviones que estaban en el aire y nos encerraron: todo el mundo confinado. Algunos no llegaron a ir al chino para comprar provisiones. Había que hacer cumplir las órdenes de quedarse petrificado, de no circular, o de convertirse en esenciales por medio de un "papelito" que habilitaba al trabajo. Y a la vida.

Paralelamente, se convocó a las fuerzas federales y policiales de las provincias, las que tienen distintas situaciones, económicas y geográficas, para mantener el control. Tenían que "mirar" ese papelito para determinar quién seguía circulando y quien no. Simple tarea si se realiza por un par de horas, titánica e inútil se debe realizarse por muchas horas por los mismos efectivos, los cuales ya no podían "ver" ni certificar que la persona que lo portaba era la que se identificaba.

Las promesas que no se cumplieron

Por caso, a la Policía de la Provincia de Buenos Aires por ser personal que se encontraría y encuentra en la primera línea, se le prometieron vacunas, guantes, barbijos, y alcohol gel: todas falsas promesas. Misma suerte para las fuerzas federales. Todas engañadas.

Y a pesar de que en la provincia de Buenos Aires la falta de circulación de gente por la calle hacía mermar la cantidad de dinero y bienes circulantes -por lo cual la horda delictual se redujo significativamente-, crecieron la violencia familiar, los femicidios y los ciberdelitos.

Con ese panorama ya impuesto, la cuestión se comenzó a complicar. El contexto mostraba a una policía cansada, con sueldos por debajo de la línea de pobreza en ese territorio, sin cobrar sus adicionales en tiempo y forma, desmotivada, con falta de capacitación, sin horizonte profesional y sin haber sido vacunada -aún hoy- como le habían prometido públicamente.

Y esa misma policía tuvo que asistir perpleja a la visión de su jefe disfrazado de amarillo y motorizado, mientras actuaba para las cámaras como su superhéroe armado.

Como era previsible -como lo preveía y lo escribí-, la bomba del Gran Buenos Aires explotó. El delito se multiplicó hasta el punto en que el ministerio de Seguridad carece de una estadística -al menos pública- de los mismos. La violencia en todas las modalidades del delito se exacerbó.

Es así que las entraderas, las salideras, los robos automotores y motos, fueron acompañados de un inocente muerto. Mientras tanto la policía en los retenes y controles hacía que miraba sin ver, aquellos papelitos que la gente mostraba desde su auto.

Y de nuevo, todos a casa

Y así estamos: con una población cansada de las mentiras y promesas falsas, a la que se le impone la imposibilidad de desplazarse, por "sólo" nueve días. El Estado dice que nos cuida, pero la gente no lo ve, no lo siente, ni en el bolsillo, ni en el estómago, ni en su salud.

Hace unos días fuimos el país con mayor cantidad de contagios del mundo, en proporción a la población total. The New York Times nos ubica como uno de los países más complejos, y crece el temor al surgimiento de una "variante argentina".

Ante la sucesión de decretos, invalidado el que cerraba las escuelas por la Corte Suprema debido a la intromisión en las autonomías provinciales, se improvisó un proyecto de ley. Pero tampoco se pudo sancionar y hubo que recurrir a otro decreto.

Así seguimos, parche tras parche. La policía mal paga y peor entrenada debe tratar de contener lo que la clase política no resuelve. Los resultados de la improvisación permanente saltan a la vista. 

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