Las promesas incumplidas hacia toda la sociedad en materia tanto económica como sanitaria también desilusionan a las fuerzas de seguridad a las que se les prometió trato prioritario y quedaron relegadas. |
La decisión presidencial de realizar una de las cuarentenas más largas del mundo en 2020 -ante el temor que la pandemia desatada desnudara desinversión en el sistema de salud- muestra hoy sus consecuencias concretas. Si el 24 de abril del año pasado señalábamos la existencia de "La bomba del Gran Buenos Aires", un año después toca advertir que se multiplicaron los posibles estallidos, lo cual hace más difÃcil desactivarlos, y puede generar una reacción en cadena.
La carrera de las explosiones
En el aspecto económico, el aumento del Ãndice de precios al consumidor para el primer trimestre de 2021 alcanzó el 13%, y hace muy difÃcil cumplir la promesa de reducir el guarismo anual de inflación del año anterior, 36%. Esto impacta directamente en la capacidad de compra de las familias, que además se potencia con el aumento de la pobreza al 42% y el incremento de la desocupación y el cierre de comercios por imposibilidad de abrir.
En el aspecto sanitario, la incapacidad de cumplir con el acceso a la cantidad de vacunas prometidas, asà como los desmanejos de priorización de amigos y militantes jóvenes, socavaron el inexistente plan. Hoy enfrentamos el riesgo del colapso de la atención médica, con una segunda ola que amenaza corporizar lo sucedido en otros paÃses sudamericanos: enfermos atendidos en pasillos y muertos en las calles.
En el aspecto social, la liberación de presos por razones "humanitarias", asà como la nula planificación del uso de las fuerzas de seguridad, la escasa inversión en la agilización del sistema judicial, eclosionan en el terror que siembran motochorros, o en el temor internalizado de quienes ingresan o salen a sus domicilios: sufrir una entradera o salidera es una posibilidad muy real.
¿Y los trabajadores?
Luego de ganar las elecciones en 2019, la fuerza polÃtica que dice representar a los trabajadores tomó decisiones totalmente lesivas para sus seguidores. Se aceleró la transformación de sus interlocutores: al pensar que todo se soluciona imprimiendo dinero y repartiendo planes sociales y subsidios, se dejó de lado el premio al esfuerzo.
Al cerrar la economÃa por los temores sanitarios, el sentido estructurador que da el trabajo se perdió: estar encerrados en la casa, con o sin cobrar el sueldo, con más o menor ayuda del Estado, sometido a la ausencia de perspectivas temporales de mejora, dañó lazos familiares y deterioró a la sociedad en su conjunto.
Es decir, la polÃtica sanitaria del encierro se ensañó directamente con el "laburante", que pasó a ser destituyente por querer trabajar, por desear que sus hijos vayan a la escuela o, según la última intervención del presidente, por operarse una cardiopatÃa o tratarse un cáncer.
En ciertas geografÃas como el Gran Buenos Aires, las familias orgullosas de vivir del trabajo diario peleaban dÃa a dÃa contra los delincuentes que querÃan reclutar a sus hijos como soldaditos, dealers, prostitutas o asistentes de robos, hoy perdieron la batalla. El progreso económico no está en el esfuerzo, no está en el estudio, no está en el trabajo: ganan los chorros, sea que no los descubran, o que los atrapen y los liberen rápidamente. Quizá, hasta les pidan disculpas.
El desprecio por los valores del trabajo que el actual partido gobernante a nivel nacional y en la mayorÃa de las provincias dice representar, sólo genera la descomposición de la sociedad, y nos coloca ante la amenaza del infarto: porque te encañonan, porque no llegas a adquirir tu sustento, porque el hospital no tendrá una cama para vos, o porque tus hijos se exiliarán, hartos de no tener futuro.
Triste destino el que hicieron quienes nos gobiernan.
¿Y las fuerzas de seguridad?
Qué decirles a esos hombres y mujeres, mal o bien adiestrados, pero ciertamente mal pagados, que tienen que soportar la inmensa tarea y responsabilidad de sostener como mÃnimo el orden en este desaguisado de dimes y diretes entre jurisdicciones que se tiran la pelota una a otra culpándose de los males que, por acción u omisión, ambas supieron conseguir.
Nuevamente qué decirles... cuando escucharon ya hace casi mas de un año de boca de sus dirigentes polÃticos que serÃan garantes del control del desplazamiento, que su accionar salvarÃa vidas, que iban a estar en la primera lÃnea del orden, como corresponde, que serÃan personal esencial, a quien se contemplarÃa y vacunarÃa en orden primero. Hoy son tan laburantes mal pagos como cualquier otro trabajador changarÃn, como cualquier persona que vive de la economÃa informal. Porque ese policÃa no vivÃa de su sueldo solamente prepandemia: eran las adicionales de fútbol, bancos, financieras, custodias, vigilancias en supermercados, en boliches bailables, etc, cuyas actividades fueron suspendidas, o cuando menos reducidas en horarios de funcionamiento, las que complementaban su sueldo, o lo hacÃan más digno.
Y, hablando de estallidos, recuerden el movimiento de reclamo fuertÃsimo realizado por esta policÃa provincial, como no se habÃa visto en muchÃsimos años allá por el mes de setiembre 2020, donde ya no policÃas con vocación, sino trabajadores centennials y millennials vestidos de policÃas, ante la atónita mirada de inmóviles dinosaurios uniformados, reclamaban con megáfono y bombo cual trabajadores despedidos de un frigorÃfico, que se les recompusieran sus escalas salariales.
Efectivamente, quienes tienen la responsabilidad de marcar las polÃticas económicas y de salud del paÃs, redujeron a estos profesionales de la protección, del servicio y del orden, a la categorÃa de servidumbre uniformada.
Una verdadera pena. Los relojes de las múltiples bombas continúan encendidos, todos los polÃticos corren y se chocan entre sÃ, pero no encuentran el manual para desactivarla.
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