Editorial
Gobernar en carencia del prójimo
Por Javier Correa
Un Gobierno que no registra al otro. Justamente el objeto de la acción gubernamental. Los efectos directos de la ausencia de empatía en el manejo de la cosa pública. ¿Se puede gobernar un país sin mirar lo que hay adentro?

"Pobreza en los estómagos, más pobrezas en las cabezas. No queda nada a salvo de este gran error". La relación entre la alimentación y el desarrollo cognitivo de las personas también aparece en el repertorio de La Renga. Por disposición conceptual el Presidente jamás elegiría cantar A tu lado, sino más bien algo que conjugue mejor con su estilo. Es coherente, este Gobierno no vino a acompañar a nadie. Vino a cumplir sus objetivos. Lo hace a fuerza de choque con autocombustión disruptiva que incluye show y provocación. Lo importante es mantener el capital simbólico del cambio.

¿Por qué funciona hasta ahora? Porque se agotó el proyecto colectivo. Amparado en la enorme frustración que nos dejó la idea de sociedad regulada por la actividad pública, hoy avanzamos hacia un proceso de individualización y negación del otro que aturde. Los argentinos elegimos un Presidente que podría ser ideal en tiempos de guerra. Alguien que conecta con los objetivos, nunca con las personas.

No es una postura. Y aunque lo genuino tiene premio, en este caso debería revisarse. El Presidente no conecta con quien le dice que no llega a fin de mes. Tampoco se muestra capaz de responder "qué le diría a un jubilado" que sufre el ajuste y asegura que alguien que está por morir de hambre va a encontrar la solución para evitarlo. Esta predisposición al ensimismamiento y al desentendimiento social explica mucho de sus resultados. No se trata de una mirada romántica. Se trata de las fallas en la gestión.

Este modelo desconectado no ve hambre en los comedores. Ve corrupción. No ve educación pública, universidades y gente estudiando, ve militantes políticos. Más allá de lo peligroso que es escupir para arriba, esta idea de tomar la parte por el todo es una buena trampa, pero trae inconvenientes. Hay comedores irregulares y hay hambre. Conectar con una parte del problema es un enorme problema. Pasamos de dirigentes dominados por el marketing que toman mate con la gente en formatos ficticios para mostrar cercanía, a dirigentes genuinos, sin filtros inhibitorios, que directamente no registran al otro, ni sus necesidades, ni sus contextos.

La preocupación por distraer a la sociedad empezó a afectar el funcionamiento interno. Negar a Grabois y acusar al kirchnerismo de todos los males marida bien con medios y redes, pero raspa con la realidad. En medio del ajuste que el mismo Gobierno celebra, los litros de leche a punto de vencer se cuentan de a millones. Esto destapó otros problemas como contratos irregulares y compras dudosas. De vuelta, sin romanticismo barato. Sirve prestarle atención a la gente.

El análisis económico también presenta distancia. Todo desde arriba. Se festeja la macro, el superávit, la inflación bajando desde la estratósfera, y hasta cierto comportamiento del mercado. Se celebran fotos en el exterior y la tapa de la revista Time. No hay personas de carne y hueso en esta algarabía. A los argentinos estos logros le quedan lejos. Ellos están en la microeconomía, justamente con la que el Gobierno no conecta. Es ahí donde la caída del salario, del consumo y la preocupación por el desempleo encienden alarmas. Esos son los mismos motores que hartaron a la sociedad de la inflación. Al final, si el salario no alcanza, ¿cambia que sea por la caída del poder de compra y no por la suba de precios? A la larga, no.

La rosca también sufre. Esta evidente incapacidad de relacionarse simétricamente con otro ser humano o de comprender diversas realidades, no solo afecta la gestión universitaria, la administración de alimentos o la política respecto de la discapacidad. No aceptar al otro como un semejante tambien afecta la gestión política. El militar prusiano Carl Von Clausewitz decía que la guerra es la continuación de la política por otros medios. ¿Cuáles son esos otros medios? ¿Cuál es la diferencia sustancial entre la guerra y la política? Siempre es la negociación. Para negociar es necesaria una condición absolutamente elemental: reconocer al otro.

En el terreno de la política, además de no poder aprovechar el impulso inicial para aprobar leyes, el Gobierno no ha logrado fortalecer su base de sustentación. Los dialoguistas empiezan a abandonar sus tendencias cooperativas y el PRO, que vale menos que hace un año, no termina de fortalecer al oficialismo. De las cuatro personas que ocupaban el plenario político del Gobierno, Milei acaba de echar a uno. Es un montón para un modelo que cuenta a la especia humana de a uno. No hay universalidad, son solo individuos. Y ahora son menos.

Quizás solo por subsistencia llega una buena noticia para la actividad política: el ascenso de Guillermo Francos, quien alcanza la cúspide de su carrera a los 74 años. Habla bien de él, pero no tanto de su escudería. Su éxito será directamente proporcional al reconocimiento que el Gobierno pueda hacer del otro. Desde ahí, y solo desde ahí, nace la negociación y el cumplimiento de objetivos. Es el Everest de Milei.

En este comportamiento antisocial se explica el protagonismo de las redes en el modelo comunicacional. También el constante ensalzamiento de la figura presidencial, el misticismo y la alimentación del fandom, en una relación profundamente vertical entre los fieles y el venerado. No hay un ida y vuelta. Es unidireccional. El divulgador y sus fieles. Amparado en los pecados del pasado de la política tradicional, no hay actos, ni recorridas, ni diálogos prefabricados para redes, nada. No hay charlas con el otro, ni siquiera para la foto.

La sensibilidad, la inteligencia emocional o la capacidad empática no se compran. No se adquieren por decisión. Están o no están. Lo que quizás es más simple es la racionalidad. Dentro de la razón podemos encontrar la especulación. Si observamos ejemplos como Chile, Ecuador, Brasil o Argentina podremos advertir que las grandes crisis políticas que desequilibran a los Gobiernos siempre, en todos los casos, se cocinan en el descontento de la gente. La suba del transporte, la del combustible o un corralito. Prestarle atención a las personas cuando tu actividad opera sobre ellas, y el contrato que los une genera expectativas recíprocas (vos mejorás mi contexto - yo te voto) no parece una idea nueva. Pero tampoco es una mala idea.

Movimientos en el interés y en la opinión pública

De la Rúa se hizo el boludo y la sociedad compró. El menemismo terminó con pésimos indicadores de aprobación en la opinión pública y con evidente desgaste del modelo económico. La falta de empleo era la estrella en el firmamento de la malaria. Sin embargo, la campaña del 99 prometió mantener la convertibilidad pero terminar con la corrupción.

Lo evidente llegó. No era la corrupción, sino el modelo. La noble lucha por la transparencia es deseable, pero, moralistas abstenerse, no es la solución a los problemas. En comunicación, suele ser una herramienta para justificar acciones igualmente opacas. Si nos centramos en compras irregulares sin mirar la capacidad de gestionar o la integralidad de un programa económico, cuando nos demos cuenta, será tarde.

Con la inefable colaboración de un sector mediático y judicial atendemos eventos que nos distraen. Algunas denuncias son solo mediáticas. Más de uno se sorprendería por la distancia que existe entre un titular de medios y su causa en la justicia. Discutimos comedores, no el hambre. Hablamos de herencia, no de futuro inmediato. Y así, quizás sobreestimulados, no miramos ni el modelo, ni algunos movimientos que empiezan a observarse en la opinión pública.

En este sentido, es interesante prestarle atención a un nuevo intento del Gobierno por dominar la agenda. La discusión con el Gobierno de España pareció otro conflicto provocado en un evidente win-win con Pedro Sánchez. A este evento se le sumó el show presidencial en el Luna Park. El dato relevante: el interés detectado en la conversación digital de ambos eventos fue más bajo que lo habitual. El poder no es solo controlar la agenda, sino también despertar interés.

Al final de cuentas, de los líderes se espera algo más que escucharlos hablarse encima. Lo mismo pasó con Cristina. Allá por 2022/2023 la ex Presidenta repetía el recurso de hablar desde un escenario para decir sus verdades. Un informe de Ad hoc detectó que a medida que pasaba el tiempo, cada evento era menos masivo y el interés caía. La sucia rutina diría Joaquín Sabina.

Por otra parte, nuevos indicadores parecen ir cambiando la geografía de la opinión pública. Desde la superficie hay un consenso absoluto sobre la alta imagen positiva del Presidente. Pero hay movimientos cuando profundizamos. La Universidad de San Andrés publica varios indicadores relevantes. Elegimos 2. El primero, ya comentado, el cambio de prioridades. Profundicemos: baja la preocupación por la inflación, sube la preocupación por bajos salarios. Lo que produce angustia es lo mismo. En caso de agudizarse la tendencia, la crisis se medirá por la caída del salario y no más por la inflación. Y este indicador será exclusivo de Milei.

Gobernar en carencia del prójimo

El otro dato a observar es la distancia entre la imagen del Presidente y la imagen de la gestión, en particular la consideración económica. El trabajo de la Universidad de San Andrés registra una distancia de 10 puntos: el 38 % está satisfecho con la política económica vs el 48 % que tiene imagen positiva de Milei. La expectativa sobre el mandatario es más alta que su gestión económica. Lógico en medio del ajuste. En los próximos meses estos dos puntos se acercarán. ¿Hacia arriba o hacia abajo? Por el momento levemente hacia abajo. Si comparamos con el mes anterior esta brecha se achica 3 puntos. Lo que baja es la imagen positiva.

El tablero argentino debe ser único. No hay éxitos legislativos en medio de un ajuste efectivo que bajó el consumo y desemplea personas. Aparecen incipientes sospechas de corrupción con funcionarios que se acusan de espiarse entre ellos. A su vez baja la inflación y se acomodan algunos precios relativos. El gabinete sufre cambios sensibles y el equipo de Gobierno se achica cada semana. Por su parte la expectativa de cambio se mantiene y la esperanza en el Presidente es altísima. Todo es un gigantesco blend entre el fracaso del pasado y la confusión del presente. 

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  • 1
    jorgitomza
    15/06/24
    18:56
    Uds.,los K hicieron bolsa al pais y ahora lloran, te olvidas que estuvieron 15 años haciendo estupidesces..???......aguanten ahora....
    Responder
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