Editorial
El fin de la novedad
Por Javier Correa
Ser novedad es una cualidad. La lógica humana necesita entender y eso lleva tiempo. El Gobierno aprovechó como nadie la especulación de los actores de poder mientras estudiaban el nuevo fenómeno. Ahora el proceso terminó y las fichas empezaron a moverse.

No se leen los diarios en papel. Es cierto. Pero sus tapas correlacionan con la agenda del resto de los medios y con la conversación digital política. En julio, el 24,56 % de los principales títulos de Clarín y La Nación versaron sobre la economía. El mes anterior había sido solo el 18 %. Ni la Copa América ni la tan mentada elección en Venezuela invisibilizaron la agenda económica. Respecto de la conversación digital las menciones sobre esta temática pasan de 901 mil a 970 mil. La negatividad asociada a esta agenda crece, también en el mundo virtual.

No es solo la agenda, sino el marco sobre el cuál se aborda. Los títulos mediáticos están asociados al dólar, riesgo país, bonos y el mercado. Bienvenidos al país del que nunca nos fuimos. La fama de Luis Caputo se incrementa, no así su imagen positiva. La necesidad de explicar y volver a explicar medidas son síntomas de necesidades, nunca de deseos. También de evidentes torpezas. Esta descripción nos alerta sobre una máxima que sufrió Macri y Alberto: la agenda macroeconómica somete a los gobiernos. Son las administraciones la que corren de atrás cuando estos términos adornan el paisaje de la conversación pública. Jamás es al revés. 

La conversación sobre términos económicos crece. Su negatividad también, excepto en el caso de pobreza. 

Por momentos, parece un Gobierno en su tercer año. Los mercados ya son parte de las noticias, empresarios como Eurnekián o Paolo Rocca pierden en ON la paciencia, el equipo de Gobierno sufre cambios con una absurda persistencia, el Congreso lo tiene en vilo con la posibilidad de voltear el primer DNU, el aumento de fondos reservados en la flamante SIDE, los jueces de la Corte o impulsar aumentos jubilatorios. También se empezaron a mover los indicadores en la opinión pública. La estabilidad en la imagen de Milei se devalúa en una lenta pero constante baja.

La novedad terminó, por eso las fichas se mueven. Quedamos absortos tratando de entender algo realmente nuevo mientras el Gobierno imprimía una intensidad que hoy parece haber sido contraproducente. Aceleró todo. También los movimientos en contra. El Gobierno ya fue escaneado, ciertamente comprendido y sus principales exponentes ya no son tan misteriosos. Notas en medios fueron sacando una y otra vez la magia del perfil bajo.

Ahora los resultados. La fuerza de la expectativa y la esperanza va perdiendo su poder. Hay un indicador que miran los oficialismos que asumen en crisis. Podríamos llamarlo "índice de culpabilidad". ¿Quién tiene mayor responsabilidad en la situación económica actual? La batalla diaria es que el espejo retrovisor no se achique. El foco en el gobierno anterior es clave. Es ahí donde se justifica el dolor y se mitigan los errores. La justicia, los medios y el trolleo en redes son armas básicas para sostener ese combate. Pero la realidad siempre está. Los indicadores ya registran un aumento en la responsabilidad que le otorga la opinión pública a Milei sobre la economía actual. Es natural, pero luego de 8 meses, empieza a quedar menos cuerda en el carretel del pasado.

Son movimientos a la baja, pero ciertamente estables. Ahora podrían acelerarse con la pérdida del propio encanto de la novedad. Hay otro indicador que venimos siguiendo. Es el cruce entre la aprobación de Gobierno y la aprobación de la gestión económica. De alguna manera, algo simplista, es el cruce entre expectativas y realidad. La universidad de San Andrés observó en marzo una aprobación de gobierno del 51 % y del 38% en la gestión económica. Como dijimos, expectativa vs realidad. Es una brecha demasiado grande, típica de algo nuevo. En julio, el mismo estudio reflejó una aprobación de Gobierno del 48 % y de la gestión económica del 35 %. La brecha se mantiene, pero la aprobación baja. 

Tapas de La Nación y de Clarín del 2 y del 17 de julio respectivamente. 

Desde el ´83, solo tres gobiernos pudieron aumentar su aprobación de gestión luego del pico de popularidad al inicio de sus mandatos. Menem lo hizo en marzo del ´92, cuando pasó del 46 % de aprobación al 55 % en 6 meses. La convertibilidad daba sus frutos. El riojano subió su imagen mientras frenaba el aumento de precios. Lo de Milei es algo distinto. Al bajar la inflación en medio de una feroz recesión y un aislamiento premeditado, paga el costo ahora. Aunque es más complejo, diríamos en la facultad. Por su parte, Cristina crece en su segundo mandato luego de la muerte de Néstor Kirchner. Otra historia. Y Alberto luego de anunciar la DISPO (distanciamiento preventivo y obligatorio). Luego si, su imagen cayó sin descanso cuando la droga del encierro, foto en Olivos e internas empezaron a explicar la llegada de Milei.

En la otra biblioteca están Alfonsín, De la Rúa, Kirchner y Macri. Lo de ellos es perder imagen de manera persistente. Los casos opuestos son De la Rúa y Kirchner. El radical cayó del 70 % de aprobación al 25 % en un año. Coimas en el Senado mediante y renuncia de su vice, Chacho Álvarez lo explican. También la ausencia de resultados económicos. Kirchner también cae en continuo, pero su peor marca supera el 50 % de aprobación cuando le deja el Gobierno a Cristina. Dos rarezas en nuestra historia reciente.

¿Cuáles son los patrones de comportamiento? Cuando la novedad se pierde la evaluación es más ingrata con los oficialismos. Lo abstracto pierde frente a lo concreto. También hay más. Cuando la agenda macroeconómica adorna la conversación mediática de manera protagónica la dinámica gubernamental entra en un loop peligroso. Es como ver a Caputo explicando y explicando. Reminiscencias del segundo Cavallo, Dujovne o último año de Massa. Hay otro patrón. Internas hay siempre. Pero la renuncia de un vicepresidente, el voto no positivo de otro o el boicot a un presidente por parte de su propio gobierno suelen tener un triste destacado. No todas las internas hacen el mismo daño.

Hay un efecto retardante que podría seguir aprovechando el gobierno actual mientras los resultados económicos no aparecen. Escándalos de corrupción del pasado que ocupen verdadero espacio mediático o el tiempo que el kirchnerismo tarda en encontrar posiciones sensatas frente a temas como el de Venezuela. Sin perjuicio de ello, algo que ya está pasando: la novedad se perdió, los actores empezaron a moverse, la agenda económica ya registra, incluso, minis corridas cambiarias y las internas de Gobierno ya son una descripción necesaria para entender la dinámica oficial. También está aprobada la Ley Bases y el DNU 70 continúa vigente. La pelota es toda suya.

Bienvenida LLA a la dimensión más terrenal de la política. Es posible que se los juzgue con algunas nuevas formas de comunicación, pero también empezaran a ser juzgados bajo las viejas premisas de la política, los medios y la opinión pública,

Macri también juega

Lo viejo está viejo cuando cuesta sacar lo percudido. Es absurdo, pero Venezuela sigue siendo un problema para el kirchnerismo. No resiste análisis. Milei lo sabe y Macri también. Con semejante ventaja el ex presidente también tiene margen para mover sus propias fichas. Ya vió. Ya entendió. Desde octubre del 2023 tiene un diagnóstico del estado del PRO. La derrota electoral más grande no la sufrió el peronismo, sino su propia creación. Pero había que esperar. Y esperó, midió, y habló.

Lo hizo bajo las reglas del discurso político actual. Todo para los propios. Difícil de digerir si no se es parte del fandom. La feligresía que todo perdona aplaude cualquier cosa. Para Cristina la emisión no genera inflación, para Macri la semilla del cambio la implantó él y lideró un equipo que logró "muchas transformaciones". Según Milei íbamos a una inflación del 17 mil % anual. También tiene los mejores ministros de la historia. El flagelo es interminable.

Para los memoriosos, Macri terminó su mandato con un 80 % de desaprobación en la gestión económica. Un dato descriptivo que se usaba como chicana: defaulteó su propia deuda en pesos. Pero claro, son los nichos. Cada uno le habla a quien quiere escuchar. A los que están fuera de la propia tribu ni justicia, ni datos, ni argumentos. Gritos y falopa discursiva. Total, ¿quién necesita 50 % de los argentinos para gobernar?

Así, el flamante titular del PRO se plantó en el escenario. Volvió a mostrar su disciplina y emitió los mensajes adecuados. La traducción posible de los mensajes a Milei sería:

  •  Que quede claro que vos me propusiste amor, y fui yo quien dijo que no.
  •  Me caes bien, pero vos solito. Mi estado ideal es que seas el CEO de mi Gobierno.
  •  Estoy, hasta que te vaya mal. Cuando te vaya mal diré: 'yo siempre le advertí sobre sus problemas de gestión y sobre su entorno, pero no escuchó'.
  •  Si te va mal, quiero volver a exponer mi liderazgo para ver si me quedo con lo que a vos se te cae.
  •  Si te va bien. Seremos aliados, como siempre lo soñamos.

Una pregunta pertinente queda en el aire. ¿El Gobierno está más acompañado o más solo desde el discurso de Mauricio Macri? Lo que queda claro es una cosa. Mientras siga rechazando la cooperación de los espacios colaboracionistas, el único proveedor de estabilidad seguirá siendo el ingeniero. En ninguna actividad es recomendable tener un único proveedor de materia prima. Si es así, estás entregando más poder del que te gustaría.

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