Editorial
Habitantes del abismo
Por Javier Correa
Peleas desordenadas, exceso de confianza y torpezas de gestión. El escándalo de Alberto Fernández fue solo un paréntesis para un Gobierno que tiene vocación por los tropiezos. Aún con la desconfianza del mercado, Milei navega solo en el firmamento político. Quizás la única ventaja que aprovecha.

Victoria versus Karina. Santiago versus Victoria. Karina versus Santiago. Arrieta versus Menem y Menen contra Victoria. Paoltroni contra Milei, quien también se enfrenta con Villaruel. Lemoine y Pagano hacen lo propio. Lo divertido de jugar a los autitos chocadores es que no hay estrategia: es la propia, la que pinta. No hace falta coordinar con nadie. Es darse vuelta e impactar al que está más a mano. En ese caso, los autos vienen preparados para resistir tanto impacto. En el caso del Gobierno, no.

Internas hay en todos los gobiernos. La lógica es la misma. En la función pública de alto nivel nunca alcanza el poder que se tiene. Siempre alguien quiere una porción que está en otro lado. Por caja, por herramientas o simplemente por ego, todos quieren un poco más. Es una cuestión de subsistencia. En la cúspide del poder, si te quedas quieto, perdés.

La LLA se mueve mucho y rápido. Pero se mueve para todos lados, es decir, para ninguno. La notable ironía de quien no avanza, más bien todo lo contrario. Son pocos y se pelean tanto que las internas del Frente de Todos escalan en prestigio. De aquellos irresponsables que no pudieron ponerse de acuerdo frente al FMI a estos adolescentes que prepotean por redes con el coraje que brinda la virtualidad y el poder, que es menos del que creen tener.

Navegan solos en el sistema político. Así y todo tropiezan, una y otra vez, como quien está aprendiendo a caminar. Cuando lo hacen celebran y culpan al kirchnerismo. La dosis de cinismo no es poca y los niveles de confianza confunden: "ellos saben algo que nosotros no", parece ser la precaución que toma el círculo rojo. ¿Y si sale bien? La pregunta pierde que cada vez más sentido. Dejemos de mirar solo las encuestas cuantitativas (entre las cuales vemos cada vez mayor heterogeneidad) y miremos los focus en donde el consenso sobre el rumbo errático del Gobierno y la economía es total.

Aparece el miedo. Están los que tienen, y los que no. Al Gobierno le falta miedo. A la sociedad le sobra. Diversos estudios detectan que el miedo es un concepto que viste con mayor reiterancia la conversación. Miedo a la calle, al monto de las tarifas, a perder el trabajo, a perder los ahorros, miedo a enfermarse. Ni el mosquito del dengue que ya toma carrera nos dejará vivir en paz. La sensación de estar en el abismo es insoportable. Para casi todos, no para el Gobierno.

Sin miedo al ajuste, ni a la acumulación de enemigos, ni al aislamiento político, ni a los pésimos resultados legislativos, ni a los ciclos de la justicia, ni a la caída del precio de la soja, ni a un acuerdo con el kirchnerismo para elegir un juez de la corte. El Gobierno Kamikaze se inmola, no por un proyecto social ni mucho menos por un proyecto político. La cruzada es por un proyecto económico. La batalla cultural es solo el vehículo que puede eliminar algunos obstáculos: el Estado, sus gastos y sus impuestos. O la casta ajena.

Habitar el abismo es hacer concreto el sueño de Patricia Bullrich: a todo o nada. No hay punto medio. Es importante esto para entender el comportamiento gubernamental. Sabemos que la aversión al riesgo es mayor ante la posibilidad de perder. La angustia de la pérdida no se compensa con la posibilidad de ganancias de igual magnitud. El Gobierno no llegó a todo (y no llegará, ningún gobierno lo hace) por lo tanto nada tiene para perder. A diferencia de otros espacios, la conducción del Estado no es el fin, es el medio.

Por lo tanto, el miedo, ese gran nutriente de la prudencia, no está. Es una notable ventaja. Deambular por el precipicio tiene algunos beneficios. Realmente llama la atención. Genera cierta admiración y nutre al fanatismo. Nos genera admiración el acróbata del aire. Justamente porque sabemos que eso que está haciendo, es peligroso.

El poder en las redes, ¿es poder real?

La tapa de Clarin del 29 de agosto es un cuadro de época. El dato es relevante: La SIDE "corrió" a dos abogados del organismo que se habían interesado conocer el avance en la causa en la que Mauricio Macri está involucrado. Según el matutino (perdón a los sub 30) esto es "un gesto por bajar la tensión" entre Milei y Macri. ¿Se entiende? El gran diario argentino nos dice que, como gesto de buena fe, un Gobierno no investigará a un aliado. Hemos perdido la capacidad de escandalizarnos. Menos mal que la gente no lee los diarios, sino la tristeza no tendría fin.

Macri logró ese gesto como otros. Por ejemplo, que el Presidente lo invite a comer después de que el PRO y el kirchnerismo voten junto a radicales y peronistas contra el Gobierno. Milei no reaccionó ante la evidencia de que el Congreso puede ofrecerle ciertos límites. Tampoco ante el discurso y el recorrido en medios de Macri al asumir como titular de su partido. Lo hizo recién cuando el revés legislativo era un hecho. Queda claro que la advertencia no es un insumo apreciado por esta administración.

La presencia del ex Presidente en la conversación pública es quirúrgica. Agosto fue su mejor mes en cuanto al protagonismo suyo en las redes sociales. A su vez, fue el peor mes de Javier Milei. Perdió una enorme porción de centralidad. Sin embargo, Macri fue mencionado en la conversación digital solo un 10 % de lo que fue mencionado Milei. Uno es una estrella mundial que puede llegar a tener 12 millones de menciones por mes en el planeta virtual y del que nadie puede dejar de hablar. El otro es el que define cuándo y cómo se marcan los límites.

Macri tiene poder real. No solo por lo obvio, sino porque LLA ha decidido centralizar el insumo de la estabilidad en un solo proveedor. La grieta en la Argentina existe, pero desde que asumió Milei su forma es algo caprichosa. Va erosionando incluso su propio espacio sin generar lazos de confianza más allá del triángulo de hierro. Habitantes del abismo, cuando el espacio entre el precipicio y el Gobierno se acerca a cero, solo queda Mauricio.

LLA sigue siendo percibido como el motor del cambio en la Argentina. Podríamos encontrar evidencia en los estudios de que esta percepción se basa en la esperanza y no en los resultados políticos, sociales o económicos. Gana lo abstracto con la determinante colaboración de una oposición sin fuerza, ausente. Se podría extrapolar el título de la novela de Martin Amis. Somos una viuda embarazada. Si hay algo que murió, aún no se conoce qué es lo nuevo.

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