El frente que llevó a Lula al poder empieza a tener sus primeros cortocircuitos. Las caras de la transición son el vicepresidente Geraldo Alckmin, la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann y el coordinador del programa de gobierno, Aloizio Mercadante.
La figura de Alckmin es clave y tiene la tarea de normalizar la relación con los sectores que aún miran con desconfianza a Lula, como el mercado, algunos sectores de la polÃtica y las Fuerzas Armadas. El problema para el presidente electo es que la gobernabilidad que debe alcanzarse tiene que combinarse con el cumplimiento de promesas que son irritantes para los futuros aliados de centro, como la derogación de algunos artÃculos de la reforma laboral y el aumento de techo de gastos para financiar polÃticas sociales.
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Lula cuestionó el fiscalismo esta semana y eso produjo un cimbronazo en el mercado. La incertidumbre creció cuando un sector del PT instaló que el ex ministro de EconomÃa de Dilma Rousseff, Guido Mantega podrÃa ser quien ocupe la cartera económica, algo que el mercado rechazó de plano.
Si bien Mantega descartó esa posibilidad, la apuesta de fondo del sector encabezado por Gleisi es Fernando Haddad, casi la única carta petista para suceder a Lula en 2026 pero que viene de perder la gobernación de San Pablo con el bolsonarista Tarcisio Gómez De Freitas. Antes de eso, perdió la presidencial de 2019 con Bolsonaro y antes de eso su reelección como alcalde de San Pablo ante Joao Doria.
Pese a la larga cadena de derrotas que acumula, Haddad es una fija para el futuro gabinete, pero Lula buscarÃa ubicarlo en la Casa Civil -Jefatura de Gabinete- o CancillerÃa y no EconomÃa o Hacienda, posiciones que serÃan para economistas ortodoxos cercanos a Alckmin.
Como adelantó LPO, Lula tiene varios nombres para que sean su reemplazante dentro de cuatro años, entre ellos figuras como el senador electo y ex gobernador de Marañao, Flavio Dino, o el propio Geraldo Alckmin. El temor interno del PT es que Lula entrega las banderas históricas para complacer al mercado y los factores de poder y abandonar la cultura hegemonista del PT desde que comenzó sus ciclos de gobierno en 2002.
Este temor está alimentado por una supuesta promesa de Lula a empresarios, a quienes habrÃa asegurado que trabajarÃa por "un gobierno no petista en 2026", en un claro gesto a su vice que viene del PSDB, el partido de Fernando Henrique Cardoso. "No trabajamos tanto para volver y cumplir los caprichos del mercado", dijo a LPO un dirigente que acompaña esta resistencia.
Ante eso, el PT resiste una hegemonÃa no petista en la nueva etapa y por eso torpedea los consensos existentes para un equipo económico del mercado o, inclusive, hay un operación en marcha que no tiene el aval de Lula, para que los paÃses aliados dela región no voten al candidato de Brasil para el BID, Ilan Goldfajn, ex funcionario de Banco Central en tiempos de Lula y actual director del FMI para el Hemisferio Occidental.
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Gleisi Hoffman es la punta de lanza de un sector que mira con reparos lo que puede ser un giro al centro de Lula, la presidenta del PT ganó protagonismo en los acuerdos con el Centrao y sus crÃticas a las Fuerzas Armadas y los pastores evangélicos aliados de Bolsonaro.
Pese a su posicionamiento ideológico hacia la izquierda, fuentes cercanas a la presidenta petista aclararon a LPO que nunca hará nada que se corra de las decisiones estratégicas de Lula. Por lo pronto, la resistencia que deja trascender parece una táctica para ganar espacios internos en la etapa que se abrirá el 1 de enero, cuando Lula asuma el poder.
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