Se puede discutir si llegó a la escena del crimen un segundo antes que se produzca o cuando el cuerpo todavía estaba caliente. Y las consecuencias del momento que se elija abren cursos de acción divergentes. O mejor dicho, alimenta la idea que existe una alternativa a la devaluación, que es la opción a la que se aferra Sergio Massa.

El mercado esperaba al menos una devaluación disfrazada, que es lo que se conoce como desdoblamiento cambiario. Según Mario Blejer sería el inicio de una solución de fondo para sumar reservas, que es algo muy distinto a tomar deuda para decirse que se están sumando reservas.

Massa dijo que el campo liquidará 5.000 millones de dólares y anunció la quita de subsidios a cuatro millones de hogares

El conflicto es simple y empezó con Guzmán, atravesó completa a Silvina Batakis que no quiso ser Remes Lenicov y se depositó con suavidad en la falda de Massa: El campo no quiere liquidar porque espera una devaluación, el gobierno quiere sumar reservas para instrumentar una devaluación "controlada" y no lo logra porque no devalúa.

Estamos hablando de plata, pero sobre todo de tiempo y sería bueno no perderlo, podría aportar El Sombrerero.

Cuando se dice que Massa decepcionó -un poco- por la falta de medidas concretas, lo que se quiere decir es, porque no devaluó. Cristina y Alberto se supone que acordaron no devaluar. Una línea roja que Kicillof como auditor económico de Cristina parece haber deslizado a Massa.

Se supone que el coraje y la audacia son características tan propias de Massa como la tendencia a buscar una diagonal imposible que le minimice los riesgos de perder. Son tendencias contradictorias que se pueden administrar con relativa placidez, hasta el preciso momento que el león sale de la jaula.

Pero la pregunta real es si hay opciones, o con más precisión: ¿Cuánto tiempo queda hasta que la devaluación sea inevitable? Si se miran las reservas parece que quedan días, a lo sumo semanas.

Una urgencia que pone a prueba hasta el límite todo lo que Massa proyectó para estar donde esta: Es el político que va a hacer lo que hay que hacer. Esto significa que no va a salir por arriba de la interna de Cristina y Alberto, sino que se la va a llevar puesta como hizo con el anuncio de la quita de subsidios. 

Este domingo se supo que Massa se impuso y nombró a la salteña Flavia Royón como nueva secretaria de Energía, empujando la renuncia del kirchnerista Federico Basualdo, símbolo de la falta de autoridad de los ministros de Economía de este Gobierno. Es un primer paso indispensable que remite a la urgencia de la hora.

Acaso por eso circula el recuerdo de Shimon Pérez que se encerró 36 horas con los ministros hasta que cerró un ajuste brutal con una frase inolvidable: "Aceptan o los echo a todos". Fue el inicio del despegue económico de Israel y tuvo el apoyo de Estados Unidos.

El recuerdo, actualizado por el documental de Netflix, está en circulación acaso porque refleja algo de la situación de la Argentina: Se acabó el tiempo de los "equilibrios" y la procastinación albertista o el gradualismo macrista, a la espera de un amanecer soleado que todo lo solucione. Por eso Milei es un síntoma de un clima de época que más que una dirección ideológica está pidiendo ideas distintas, hechos dramáticos, inusuales, al hueso, que den cuenta que llegamos a una tierra que ya no tiene lugar para los políticos débiles.

Se supone que el coraje y la audacia son características tan propias de Massa como la tendencia a buscar una diagonal imposible que le minimice los riesgos de perder. Son tendencias contradictorias que se pueden administrar con relativa placidez, hasta el preciso momento en que el león sale de la jaula. 

Massa ofreció el oxígeno de llamar las cosas por su nombre en su primera conferencia de prensa como ministro: la inflación es mala, la emisión descontrolada es mala, el déficit es malo, la energía hay que pagarla. Le sirvió para ganar días, pero ahora se trata de prevalecer.