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Alberto eligió definir los cambios de gabinete en absoluta soledad. "Ya no le interesa preservar el espacio polÃtico", fue la lectura de sus socios en el poder. |
La pelea con Cristina Kirchner escaló en Alberto Fernández al nivel de "obsesión". Es lo que comenta uno de los pocos ministros que hasta hace no mucho intentaba hablar con el Presidente de polÃtica. Ya casi no quedan valientes para ese ejercicio.
Acaso por eso, Santiago Cafiero se volvió más determinante que nunca en el pensamiento y las decisiones de Alberto. Fue clave en la definición de los tres recambios. Empujó el desembarco a Victoria Tolosa Paz en Desarrollo Social, bloqueando el arribo de Ariel Sujarchuk.
El intendente de Escobar tenÃa el apoyo de Cristina Kirchner, Sergio Massa y buena parte de sus pares del Conurbano. Suficiente para que Alberto lo rechace, pese a que mantienen una buena relación personal y hace menos de una semana compartieron un acto en el municipio de Sujarchuk.
El arribo de Kelly Olmos al ministerio de Trabajo fue otra decisión tomada por el Presidente en absoluta soledad. Alberto apeló a una vieja conocida del PJ porteño, acercada por Juan Manuel Olmos, la otra pata de la mesa chica -muy chica- con la que se mueve el Presidente en el tramo final de su mandato.
Cafiero y Juan Manuel Olmos, que maneja en los hechos lo importante de la Jefatura de Gabinete, son el último cordón del repliegue del albertismo.
Antes de recaer en el PJ porteño, Alberto tentó sin suerte al ex ministro Carlos Tomada. Prefirió quedarse en la embajada de México. Otro signo de los tiempos, embajadores que rechazan ministerios.
Kelly Olmos, pese a sus orÃgenes en Guardia de Hierro, no tiene una trayectoria vinculada al mundo sindical. Su designación acaso haya sido un proxy del otro Olmos, el prudente, que vuelve evitar asà el fuego de la primera lÃnea del gabinete albertista. Pero lo cierto es que con esta decisión aislada, Alberto consiguió ofender al único aliado de peso que le quedaba en el peronismo: los gordos de la CGT que se enteraron del nombre de la nueva ministra por los medios.
"Son movimientos de retirada que dejan claro que ya no le interesa preservar el espacio polÃtico", reconoció a LPO un funcionario y dirigente importante del Gobierno, que mira con pesimismo lo que viene. "No sumó a nadie que haya ganado una elección, que sume votos, y estamos a ocho meses de empezar a votar", agregó.
En las discusiones previas al anuncio de los cambios, Alberto se cerró en la defensa de Tolosa Paz y rechazó las sugerencias para desplazar a Gabriela Cerrutti al ministerio de la Mujer, una salida elegante para una vocerÃa que salvo para el Presidente, es vista por el resto del gabinete como fuente de más problemas que soluciones.
Por primera vez desde que es Presidente, Alberto definió los cambios del gabinete sin hablar ni cruzar mensajes, ni mandar emisarios, ni consensuar ningún nombre con Cristina Kirchner y Sergio Massa. Hizo del aislamiento polÃtico que sufre una fortaleza. O al menos lo intentó.
El problema es que ubicó en dos ministerios crÃticos para transitar el ajuste en marcha, en medio de una disparada hiperinflacionaria, a dos dirigentes que más allá de sus méritos personales, llegan al cargo sin un apoyo polÃtico cohesionado de la coalición de Gobierno.
Tolosa Paz y Kelly Olmos deberán enfrentar la pulseada brava que ya empezó con los movimientos sociales y los sindicalistas, sin la solidaridad de los otros dos socios del Frente de Todos, que por estas horas oscilan entre el hartazgo y el enojo con Alberto.
Para el Ministerio de la Mujer, Alberto eligió a la puntana Ayelén Mazzina, un extraño gesto a Alberto RodrÃguez Saá, el único gobernador peronista que se mantiene al margen del circuito que armó Wado de Pedro.
Por momentos, Alberto parece un opositor de su propio gobierno. Una actitud que se puede rastrear en la ajenidad que transmite respecto a la gestión económica desde que se fue Guzmán, alimentando a lo sumo las disidencias sordas de Miguel Pesce.
Otro signo de la decadencia del proceso en curso es que los tres ministros salientes -Juanchi Zabaleta, Claudio Moroni y Elizabeth Gómez Alcorta- dejaron sus cargos por voluntad propia. Nadie los echó. Simplemente se cansaron de Alberto, de la falta de conducción polÃtica. No hubo crisis ni conspiración. No es usual que ocurra.
La pregunta entonces es: ¿Por qué deberÃa cambiar esta situación con las nuevas ministras? O mejor dicho, ya que estamos hablando de polÃtica: ¿Cuánto contribuyen estos cambios en mejorar la competitividad electoral del Frente de Todos?
Hasta ahora lo que trascendió es que agravó la interna y la falta de diálogo en la cúpula del Frente de Todos. DifÃcil encarar un proceso electoral más o menos fluido en estas condiciones.
"Es todo daño auto inflingido, la oposición es un desastre y nosotros desperdiciamos la oportunidad", se lamentó un miembro del gabinete que ya perdió las esperanzas.
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Macri y HRL son los maximos responsables de no perder esta oportunidad. Alguien tiene que mediar con éxito en la definición de las candidaturas del PRO. Si por esas cosas Patricia le cede el lugar a Macri o viceversa esto es game over para el pelado, salvo se baje todo el radicalismo y lo apoye. Muchos tibios y pocos puros es la ventaja del ala dura.
Del GRAN COPITO, de olivos.-