Estados Unidos
Trumpcare, el beso de la muerte
Por Hernán Sarquis
Trump se enganchó a una ley inaprobable que dejaría a 25 millones sin seguro de salud y rebajaría 600 mil millones en impuestos a millonarios.

Una y otra vez ha sido señalado como el análisis más brillante para explicar de forma sencilla el resultado de la elección 2016 en Estados Unidos: una cosa es lo que te ofende, y otra lo que te afecta. La autora es la bullshitter profesional del presidente Trump, Kellyanne Conway. Mientras la campaña de Hillary se concentraba en indignarse por las escandalosas declaraciones de Trump, el hoy presidente se dedicó a alarmar a los ciudadanos y a venderse como la panacea. Su plan funcionó.

En 1993 Bill Clinton ascendió a la presidencia de Estados Unidos tras vencer al presidente en turno, el republicano George H.W. Bush. Uno de los pilares de la campaña del demócrata fue la reforma del sistema de salud y la promesa de crear un sistema de salud universal que cubriera a todos los ciudadanos, un problema que el país del norte ha arrastrado desde hace décadas. Durante su primer año de gobierno Clinton dio prioridad a la reforma del sistema de salud. Hillary fue puesta al frente del comité presidencial que desarrollaría el proyecto de ley para presentarlo ante el Congreso.

El plan fue bautizado como el Acta de Seguridad de la Salud (HSA), o Hillarycare, por los detractores del presidente. El proyecto presidencial forzaría a las empresas con más de 5 mil empleados a pagar un seguro médico para toda su fuerza laboral. Contemplaba también un programa de subsidios para ciudadanos de bajos ingresos y un subsidio total para quienes lo necesitaran. El Gobierno Federal invertiría 14 mil millones de dólares en 1993, y diez años más tarde alcanzaría una inversión de 38 mil millones para financiar el programa.

Trump prometió crear una alternativa que asegurara cobertura para todos los ciudadanos a un menor precio, además bajar el costo para el Gobierno. Una promesa imposible de cumplir.

Los conservadores casi de inmediato se dispusieron a destruirlo. Los ayudó que el 3 de octubre de 1993 un helicóptero Black Hawk del Ejército de Estados Unidos fue derribado de Mogadishu, Somalia. Tras una campaña en medios patrocinada por la asociación de compañías de seguros, y un ataque legal contra el comité presidencial, la ley fracasó antes de llegar al Congreso. Dead on arrival, como dicen los gringos.

Fue el primer golpe público contra Hillary Clinton y lo que su nación veía como una primera dama, por la que nadie había votado, demasiado agresiva e involucrada en asuntos de Estado. En las elecciones intermedias de 1994, como ya es tradición en las administraciones demócratas, los republicanos tomaron control total de ambas cámaras en el Congreso. El tema de la salud universal no volvería a ser tocado hasta que Barack Obama alcanzó la presidencia en 2008.

Quizás el flamante presidente aprendió de los errores del pasado. Su Affordable Care Act fue mucho más modesta y podría decirse que diseñado para que los republicanos no lo odiaran. Es decir, era la reforma de salud más conservadora que un presidente demócrata podía proponer.

Lo que se conoce hoy como Obamacare fue aprobado en el Congreso después de 15 largos meses de diseño legislativo, negociaciones al interior del Partido Demócrata y con los republicanos. Los principales opositores a la propuesta de Obama fueron los miembros más radicales del Partido Republicano; en especial los que comulgan con los ideales del movimiento de la filósofa y novelista Ayn Rand, quienes creen que el Gobierno no tiene nada que hacer regulando la salud. El 23 de marzo de 2010 Obama finalmente firmó la ley, después de que pasara por la Asamblea y el Senado. Sería la joya de la corona de su administración.

Trumpcare, el beso de la muerte

Durante los siguientes siete años los republicanos tomaron el Obamacare como punching bag anti progresista y ejemplo del supuesto desastre que era la administración demócrata. Para Obama esta iniciativa sería el legado de su presidencia, por eso fue la primera que impulsó cuando su capital político estaba en lo más alto. En parte, la oposición a la ACA fue una de las razones que impulsó al movimiento ultra conservador Tea Party, que en 2010 tomó por asalto al Partido Republicano y coló 129 candidaturas al Congreso, entre ellas las de líderes del movimiento como Michelle Bachmann y figuras simpatizantes como Ted Cruz y Marco Rubio. Desde 2011 los demócratas no han tenido mayoría en la Asamblea de Representantes.

Los republicanos presentaron un Frankenstein que conserva elementos del Obamacare, pero ofrece un recorte de 600 mil millones que beneficiará a millonarios y aseguradoras.

Una de las promesas de campaña de Donald Trump fue terminar con el "desastre" de Obamacare. A diferencia de otros candidatos conservadores, Trump prometió crear una alternativa que asegurara cobertura para todos los ciudadanos a un menor precio, y además bajar el costo para el Gobierno. Se trata de una promesa imposible de cumplir sin aumentar el financiamiento federal al programa.

Lo que terminaron por presentar los republicanos fue un Frankenstein que conserva elementos del Obamacare, pero ofrece un recorte de 600 mil millones que beneficiará principalmente a millonarios y a las compañías aseguradoras. Es un recorte para la clase alta disfrazado de programa de salud. Según cálculos de la Oficina de Presupuesto del Congreso, un organismo apartidista dedicado a analizar el impacto de las políticas que pasan por el legislativo, la ley dejaría sin seguro a 25 millones de ciudadanos norteamericanos, muchos de los cuales votaron por Donald Trump, quien además cometió el espectacular e inexplicable error de adherirse e impulsar con todo su mermado capital político la propuesta que redactó Paul Ryan, el presidente de la Asamblea de Representantes.

Conway tenía razón cuando hace unos meses diferenció entre lo que ofende y lo que afecta a los ciudadanos. Si bien la vulgaridad, misoginia y racismo de Trump fue un trago amargo para millones de votantes, lo eligieron de todas formas. Que los deje sin seguro de salud en un país donde enfermarte te puede mandar a la tumba o a la bancarrota, es un asunto totalmente diferente. No es de sorprender los rumores que aseguran que el presidente ni siquiera sabe lo que está impulsando. No sorprende tampoco que sus índices de aprobación -a dos meses de llegar a la Casa Blanca- ronden el 37%.


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