Editorial
Nada nuevo bajo el sol de la casta
Por Hernán Rossi
La serie de Menem nos recuerda algunos episodios que se repiten en el gobierno de Milei.

"Es una pelotudez del tamaño de una casa", fue la respuesta del presidente Javier Milei cuando se le preguntó por los "controles" realizados al vuelo privado proveniente -según la documentación oficial- de Fort Lauderdale (Estados Unidos) que aterrizó en el Aeroparque porteño, el 26 de febrero pasado.

Los fiscales que actúan en la causa judicial que se abrió para investigar el contenido del equipaje no requisado, no parecen compartir la minimización del hecho y ordenaron medidas investigativas. Aquí entra en escena una incómoda filmación donde se contabilizan -al menos- diez valijas, de las cuales se estima que cinco no habrían tenido inspección alguna por parte de las autoridades aduaneras. También está en duda que su reducido pasaje haya tenido control migratorio.

En los últimos días y en su habitual tono efusivo, el presidente redujo todo a "un collage". En este perpetua infantilización del discurso político, Milei sostuvo, frente a uno de sus periodistas de cabecera, que el video forma parte de una composición de imágenes y objetos de diversa procedencia.

A lo largo de seis meses, un coqueto jet privado de color negro habría realizado en siete oportunidades vuelos entre Estados Unidos y Argentina. Hoy, todo está bajo la atenta mirada de la Procuraduría de Investigaciones Administrativas (PIA) que inició, de oficio, un expediente por presunto contrabando.

Por lo pronto, todo indica que los fiscales actuantes concluyeron que la aeronave despegó de Opa Locka, un aeropuerto del estado de la Florida que se encuentra a 33 kilómetros de KFLL-Fort Lauderdale, punto de salida originalmente declarado.

Vale el dato de la procedencia peninsular que, como eje de la política estadounidense, siempre fungió de meca de la extrema derecha republicana, hoy colmada de parabienes con el liderazgo del presidente Donald Trump. Ola global en la que claramente se encuentra inscripto nuestro actual presidente.

En décadas pasadas, fue Jorge Asís quien publicó "La marroquinería política", un libro basado en su impiadosa mirada sobre la corrupción que asomó con el peronismo, en su etapa kirchnerista.

Si bien aún no navegaban en las fuentes de la mitificación neocamporista, ya era un espacio para el reciclaje de toda la fauna que había nucleado el lado frepasista de la Alianza. Con ese músculo militante, sumado a la renovación del peronismo bonaerense, se erigió el relato del kirchnerismo, que había partido con un minúsculo grupo en El Calafate.

Hasta que el 4 de agosto de 2007, un empresario venezolano, una empleada pública de efímera fama, y una valija de afamada marca con una cifra cercana a los 800 mil dólares, golpearon la escena política en la terminal Sur del Aeroparque Jorge Newbery.

Faltaban 85 días para la elección presidencial, el primer mandatario había elegido a su mujer para dar pelea por la sucesión, y enfrentar a la diputada, Elisa Carrió, y el exministro, Roberto Lavagna quienes eran sus principales retadores. El dinero fresco... nada bueno preanunciaba. Y la simbiosis con el proceso chavista era total por esos días.

"¡Éxtasis!", había sido la exclamación que descerrajó Néstor Kirchner frente a la vetusta caja fuerte de un despacho oficial en uno de los tantos municipios en que se divide la provincia de Santa Cruz. Un pícaro camarógrafo y una desafortunada cámara encendida construyeron una imagen que corporizó el "honesticidio" obsceno del jefe máximo del peronismo por aquellos días.

"El colmo de la venalidad, de la nueva política, consiste en operar la marroquinería debajo de la estampa del Che Guevara", concluyó Jorge Asís en una despiadada metáfora de la conducta que caracterizó a un sector del funcionariado en la gestión de los Kirchner.

Punto para la justicia local, esta causa se sustanció y al extitular del Órgano de Control de Concesiones Viales (OCCOVI), Claudio Uberti, el máximo tribunal federal penal le ratificó la pena de cuatro años y medio. Fue hace menos de un año, y a pesar de ello, creo que -más allá del evidente paso del tiempo- es un signo auspicioso.

Pero sería injusto si en este racconto de los signos oprobiosos de la política argentina, me olvidara que, muchos años antes, en los 90, otras valijas eclipsaron los títulos de portada de los diarios. Un enjambre de apellidos familiares a la cotidianeidad del presidente Carlos Menem se entremezcló en un episodio que pasó a la historia como "Yomagate".

Por estos días, la ficción sobre su década protagónica que se emite en una plataforma de contenidos, invierte cantidad de minutos a seguir la ruta de la cuñada presidencial, Amira Yoma. Eran los días del regreso de los canales de TV privados, y el éxito de los martes por la noche era para la serie "Amigos son los amigos".

Todo el proceso se inició en España, de la mano del juez Baltasar Garzón, y una investigación de la revista madrileña Cambio 16 señaló a la por entonces directora de audiencias presidencial como integrante de una red global de narcolavadores. Pasaporte diplomático, mediante, y aliada a su esposo, Ibrahim al Ibrahim (empleado en la Aduana del Aeropuerto Internacional de Ezeiza) todo pareció fluir con las valijas "cargadas".

Sin embargo, Yoma fue sobreseída en 1994. Mientras que, quien pagó la cuenta fue el dirigente lanusense del peronismo, Mario Caserta, a quien la justicia encontró culpable por "cinco hechos de introducción de dinero proveniente del narcotráfico".

Noventas, dosmiles, 2025, una sucesión de imágenes de la casta que parecen calcadas y despiertan el genuino enojo del ciudadano de a pie.

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