
O corregimos el rumbo, o el paÃs seguirá hundiéndose en la improvisación y el caos. |
Javier Milei llegó al poder con un discurso que sonaba a revolución: iba a romper privilegios, dinamitar lo podrido del sistema y devolverle el poder a la gente. Pero, un año después, lo que tenemos es un Estado desmantelado, no para empoderar a los ciudadanos, sino para llenar los bolsillos de unos pocos amigos empresarios. ¿Este es el cambio que nos prometieron? No parece.
El presidente se vendió como el tipo incorruptible, el excéntrico honesto al que no le interesa el dinero. La gente le creyó. Las encuestas lo pintaban como un "loco", pero transparente. Sin embargo, el Criptogate le está volando esa imagen por los aires. Resulta que ahora se investiga a Milei y a un grupo de empresarios por la creación y promoción de la criptomoneda $LIBRA, que se disparó cuando el mandatario la publicitó en redes y luego se derrumbó, dejando miles de personas estafadas. Detrás de esto, habrÃa tráfico de influencias, sobornos y hasta denuncias de que Karina Milei cobraba por gestionar encuentros con él. Como dice el refrán: "Dime con quién andas y te diré quién eres".
En el plano internacional, Milei puso todas sus fichas en alinearse con Estados Unidos. Pero esa sumisión no le ha traÃdo ningún beneficio al paÃs. Tan solo unos dÃas atrás, Donald Trump, el supuesto amigo del presidente, no dudó en decir que tenÃan un déficit con la Argentina y de un plumazo el "mundo libre" nos aplicó un arancel del 25% para la importación de aluminio y acero. Para peor, por el escándalo de $LIBRA a Milei ahora lo va a investigar el FBI. Parece que su obsesión por Trump nos está saliendo cara.
Mientras tanto, Milei se la pasa negando las acusaciones, desacreditando periodistas, inventando apodos para los artistas que lo critican y haciendo chistes que solo él encuentra graciosos. Pero la realidad argentina no da risa. En enero, el consumo cayó un 10% respecto al año pasado, el salario mÃnimo y las jubilaciones están por debajo de la lÃnea de la pobreza, el desempleo sube, las pymes cierran y la deuda pública se dispara. SÃ, la inflación bajó, pero la plata cada vez alcanza menos. Su modelo económico no está generando producción ni mercado; solo especulación financiera y más desigualdad.
Milei llegó para dinamitar la institucionalidad: retornó a la vieja táctica de extorsión a los gobernadores, abusó de los decretos de necesidad y urgencia, y quiso construir una justicia que no lo controle. Pero el Criptogate no solo le está reventando su imagen de lÃder incorruptible, sino que también está dejando a la Argentina en ridÃculo frente al mundo. Sin instituciones sólidas y sin un modelo productivo, no hay proyecto de paÃs que valga. Parece que su objetivo nunca fue construir algo mejor, sino simplemente privilegiar a los de siempre y dejar que el resto se las arregle como pueda.
Milei es, en el fondo, el sÃntoma de una dirigencia polÃtica que se enfermó, pero que poco a poco se está recuperando. El daño que está haciendo es enorme, pero nuestra tarea no es vengarnos, sino reconstruir. Como decÃa Hipólito Yrigoyen: "No venimos a vengar los daños producidos a la nación, sino a repararlos". El odio no construye, y los "outsiders" terminan siendo lo peor del sistema. Duele ver a quienes creyeron en él decepcionados, pero en nosotros está reconstruir esa confianza. El tiempo del show se terminó. La Argentina no puede seguir gobernada por tuits y discursos vacÃos.
Se necesita un gobierno que hable menos y haga más, que piense en el futuro y no en la próxima polémica en redes sociales. Un paÃs no se gestiona con slogans ni con influencers, sino con polÃticas concretas, diálogo y trabajo. Mientras Milei sigue entretenido con sus peleas mediáticas, la realidad se impone: la gente no llega a fin de mes, los jubilados apenas sobreviven y las oportunidades desaparecen.
No hay tiempo que perder. O corregimos el rumbo, o el paÃs seguirá hundiéndose en la improvisación y el caos. Es hora de hacer algo serio, pero desde la fraternidad: construir un paÃs para 45 millones de personas. Porque, al final, eso es lo que importa.
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