Represión en el Congreso
Violencia de Estado
Por Hernan Lascano
El nacionalismo argentino violento --sus cosmovisiones, sus métodos, sus modos de expresión-- se volvió libertario

La contrariedad de la violencia produce impresiones diferentes de persona en persona. Si algo me sacudió en lo personal cuando empezaron los itakazos el miércoles frente al Congreso fue ver correr a dos viejos sobre Hipólito Yrigoyen. Entre el vapor de los gases y el ruido de los tiros dos personas cercanas a los 80 años, una mujer y un hombre sostenidos del brazo, daban unos pasos cortos y agitados buscando escapar de ahí. Lo que se notaba era una desesperación por replegarse, por salir del tumulto, en contraste con la dificultad para lograrlo de los músculos cansados de toda una vida.

La violencia es también esa desproporción, en el cuadro mayor de la gran desmesura de policías tirando en línea recta no solamente contra gente desarmada, sino en especial contra gente vieja. En esta coyuntura delirante que agota la sorpresa alguna vez, si somos afortunados, recordaremos esto como algo increíble. La policía apuntando sus escopetas contra espacios donde había ancianos. En la concentración los ancianos no eran la mayoría. Pero era una marcha de jubilados donde había, justamente por eso, un montón de viejos.

Lo que pasó no es un detalle. Es una medida redonda de algo deformado pero que es real, y que se presenta como una bufonada de esta época caricaturesca. Hay que decirlo hasta aburrir: Policías tirando contra viejos de manos vacías. Se parece treinta años después a una viñeta resucitada de De la cabeza, ese programa de humor absurdo que había en el 92, donde no se habrían zarpado en imaginar un sketch acusando de sedición a personas que van a una manifestación. Un gobierno escandalizado porque a esa marcha asisten barrabravas que no vio nadie, con un gabinete que tiene un ministro de Justicia que como abogado defendió barrabravas.

El esquema de infiltrados de Bullrich para generar caos en la movilización de jubilados

La violencia de la Casa Rosada es irreverente pero muy real. En principio porque es violencia institucional. Es una violencia que produce una permanente abolición del pasado inmediato. Este gobierno tiene un método para desalentar las movilizaciones y es atacarlas de cualquier modo. Pasó en diciembre de 2023, a días de asumir, frente a los Tribunales porteños, cuando atacaron a gente que se dispersaba, incluido un cronista de TN. En diciembre fue liberado el último detenido por las manifestaciones registradas mientas el Senado aprobaba la ley Bases. Se llama Roberto de la Cruz Gómez. Estaba detenido desde septiembre como otras 32 personas que fueron acusadas de hacer terrorismo. Las fueron soltando en cuentagotas porque no había una prueba contra ninguna de ellas de accionar ilícito.

Fue lo mismo por lo que la jueza Karina Andrade el miércoles último desistió de tener encerradas a ninguna de las 114 personas que les presentaron acusadas de lo mismo. Como no lo hizo el ministerio de Seguridad la denuncia por incumplimiento de deberes de funcionario público y por haber sido funcional al delito de sedición.

Todas las Cortes del país denunciaron el sábado que el gobierno de Javier Milei está hostigando a una magistrada que resolvió en base a los elementos del caso. Bajo Estado de Derecho no se puede detener a alguien sin evidencia. A la jueza las fuerzas de seguridad que le llevaron 114 personas no le presentaron nada. Como actuó apegada a las normas legales Patricia Bullrich la acusó de kirchnerista.

Un gobierno escandalizado porque a esa marcha asisten barrabravas que no vio nadie, con un gabinete que tiene un ministro de Justicia que como abogado defendió barrabravas

Después el diario de mayor tirada de la Argentina le adjudicó pertenecer a La Cámpora en su portada. Más tarde ese diario atribuyó al PJ haber pagado a barrabravas para estar en la marcha y en su mismo contenido informó que el gobierno había descartado la presencia de esos líderes de hinchadas. "Rechazamos la cobertura de Clarín sobre la marcha de jubilados e hinchas que terminó en una brutal represión por parte de las fuerzas de Seguridad y con un fotógrafo herido y con riesgo de muerte", indicó la Comisión Interna del diario.

La sangre derramada

A este tipo de acechanza bestial no la conocíamos. El sueño imposible de la derecha más autoritaria está en realización. El de un gobierno que trata a los opositores en público de zurdos de mierda, fuerzas de seguridad que desde sus carros reproducen esos mismos dichos contra manifestantes, un militante como Agustín Laje al que entrevistan como cuadro intelectual del oficialismo pidiendo a la policía que en la próxima marcha siga tirando contra los manifestantes en forma recta. Que en las ocasiones venideras haga lo mismo que hicieron con Pablo Grillo, el reportero gráfico que recibió la cápsula de una granada de gas lacrimógeno en la cabeza y da pelea por su vida.

En Argentina el lugar histórico del autoritarismo más extremo, en especial en tiempos de crisis económicas, lo detentó el nacionalismo. Los liberales argentinos en los años 30 los observaban con desprecio, los parodiaban en diarios como La Nación e incluso en La Prensa. Ahora el ultramontanismo culminante del modelo autoritario encarnó en el oficialismo embanderado en la libertad. Ese discurso exacerbado contra la democracia, obsesionado por la izquierda y fascinado con el orden de la religión y las fuerzas de seguridad se pasó a los que defienden la escuela austríaca. Jordán Bruno Genta, Rivanera Carlés y Tacuara se volvieron libertarios.

En el transcurso de la coyuntura, dos países. El miércoles pasado los que estuvimos en el Congreso vimos a los uniformados disparar en línea recta contra manifestantes. Dos días después en Expoagro Javier Milei le decía a una tribuna que lo aplaudió: "Me vine acompañado de gente que irrita zurdos".

En esta coyuntura delirante que agota la sorpresa alguna vez, si somos afortunados, recordaremos esto como algo increíble. La policía apuntando sus escopetas contra espacios donde había ancianos. 

Ese mismo día a la tarde el Banco Central vendió 474 millones de dólares para contener las ansias de un mercado que cada vez más reacciona contra el declive de las reservas. Probablemente esté ahí, en las inmediaciones de las crisis financieras más que en el ataque a libertades civiles, las proximidades del derrumbe de un gobierno.

Pero el gobierno no subestima que los problemas de popularidad se generalizan y son un problema. En las redes sociales que explican en mucho el suceso político que lo llevó a la presidencia Milei viene en baja sin parar desde el discurso en Davos contra las minorías sexuales. Siguió en declive con la estafa cripto que habría sido imposible sin su tuit. Y prosigue ahora con las fotos de los planteles de Independiente y Lanús abrazando al fotógrafo gravemente herido el miércoles, los cantos espontáneos en muchos estadios o en estaciones ferroviarias. O en la torrencial exhibición de imágenes de una represión sin justificativos tomadas por trabajadores de prensa, en la recomposición de las acciones de infiltrados de fuerzas de seguridad para plantar desmanes a fin de acusar a otros, o en las que hasta le dicen a Bullrich cómo se llama, cómo actuó y dónde revista el gendarme que tiró criminalmente y causó derrame de masa encefálica a un joven que, amparado por la Constitución argentina, sacaba fotos en un acto.

No es fuerza ni autoridad esta ferocidad. Si pasan cosas así algo se está rompiendo.

Se rompen también los argumentos, que de tan frágiles se vuelven idiotas. ¿Se supone que a una marcha de jubilados solo tienen que ir los viejos? Los jubilados son el sector social de la Argentina que más absorbe el sostenimiento del equilibrio fiscal y eso a mucha gente con derecho a expresarlo no les gusta.

El que acá escribe fue para hacer su trabajo. Pero también porque su madre es jubilada y viene sufriendo. Y porque no le entusiasma el panorama que tendrá en lo personal cuando de modo incierto le toque jubilarse en apenas siete años. Lo que menos le gusta, como a una inmensa mayoría de argentinos, es que en línea recta y a corta distancia les disparen a los viejos. 

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