Internacionales
Venezuela y el alineamiento acrítico argentino
Por Hernán Aruj
La actual crisis política de Venezuela, con algunos países que reconocen como presidente a Maduro y otros a Guaidó, y las medidas de presión de EE. UU. colocan en una encrucijada histórica a la región.

La acuciante situación económica de Venezuela y la emigración de sus nacionales llevaron a que el 8 de agosto de 2017 se reunieran 14 países de la región, para dar seguimiento y buscar una salida pacífica. El "Grupo de Lima" quedó conformado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, a los que luego se les unieron Guyana y Santa Lucía.

El 5 de enero de este año fue investido como presidente de la Asamblea Nacional -el Poder Legislativo venezolano- Juan Guaidó, quien alegó que la elección de Nicolás Maduro para un nuevo turno presidencial en mayo de 2018 era fraudulenta. El 23 de ese mes, Guaidó se juramentó como "presidente encargado", y fue reconocido por Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y la mayoría del Grupo de Lima -entre otros-. Siguen reconociendo al régimen chavista, Rusia, China, Turquía, Cuba, Bolivia, Nicaragua y El Salvador. En cambio Alemania, Francia y España exigieron a Maduro el llamado a elecciones libres en ocho días.

La batalla entre los dos "Presidentes" se desarrolla en distintas vías: a) las discusiones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; b) la profundidad de los apoyos internacionales; y c) el sostenimiento económico del régimen de Maduro. No se ha llegado al recurso militar, aunque los recientes anuncios de funcionarios estadounidenses dejan claro que la opción no está descartada.

¿Qué puede suceder en los próximos días?

Simplificando en extremo la realidad, podrían plantearse tres escenarios posibles:

Situación 1. Maduro logra mantenerse debido al apoyo de China y Rusia, y Guaidó no consigue que los militares venezolanos cambien su actual lealtad hacia el chavismo.

Situación 2. El régimen venezolano no puede soportar el ahogo económico, las Fuerzas Armadas se rebelan contra Maduro, o este decide abandonar el país a cambio de una amnistía. Hay una salida negociada.

Situación 3. Maduro resiste, Estados Unidos lanza una invasión comandada por países limítrofes y apoyada por la región.

El tercer escenario -que implica necesariamente el choque bélico entre fuerzas militares de diferentes capacidades- puede tener profundas consecuencias para nuestro país. Es posiblemente la situación que repele el Papa Francisco y por eso pronunció su frase: "Temo un derramamiento de sangre".

Recordemos que ya el 30 de agosto de 2013 Barack Obama frenó la intervención en Siria, en parte, por el fuerte llamado a una solución pacífica que hizo Francisco. La alegada desprotección de los funcionarios diplomáticos remanentes en Venezuela quizá aporte el buscado casus belli.

La postura de la dirigencia argentina

Es clara la postura antibelicista del Papa, pero ¿cuál es la postura del resto de la dirigencia argentina? Las numerosas ayudas de Trump a Macri, producto de una vieja amistad, se deben devolver. ¿Es suficiente prueba de alineamiento reconocer a Guaidó como Presidente de Venezuela o ante una invasión, Argentina deberá enviar tropas?

En el plano interno, además de Cambiemos, se posicionaron a favor de Guaidó los peronistas locales Juan Manuel Urtubey, Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto. En favor de Maduro se pronunció el bloque Frente para la Victoria de la Cámara de Diputados, en palabras de su Presidente, Agustín Rossi.

Es sintomático que las Fuerzas Armadas argentinas, mal pertrechadas y con presupuesto insuficiente durante décadas -una verdadera política de Estado de la democracia- hayan recibido recientemente insumos básicos con fundamento en la creación de la Fuerza de Despliegue Rápido. Léase, los reclutas que en los ejercicios debían gritar "pam" para simular disparos, ya cuentan con balas reales. En esa situación nos encontramos.

Recordemos que hubo un fuerte debate en 1990 cuando el presidente Menem envió una corbeta y un destructor a participar de la coalición multinacional en la Guerra del Golfo. El rechazo a la decisión fue fundamentada en ese momento por las históricas posturas anti belicistas y no intervencionistas del país. Y en ese caso, se trataba de una fuerza desplegada en el marco de una Resolución de las Naciones Unidas.

Hoy, las voces de los teóricos de las relaciones internacionales -muchos de ellos con importantes cargos de asesores gubernamentales- parecen ausentes. Nuestra democracia, ¿tiene el consenso para participar en la invasión a otro país sudamericano? ¿Qué sucedería si se generaran bajas en el pueblo venezolano o incluso en nuestras tropas?

Una política exterior por espasmos

Aquí es donde la estrategia de vinculación adaptativa hacia EEUU puede encontrar su Waterloo. La política exterior de Cambiemos se basó en actos inconexos, anteponiendo decisiones internas por sobre los intereses nacionales o el ejercicio de una diplomacia seria.

Basta recordar el twit de la ex canciller Malcorra lamentándose por la elección de Trump en la Casa Rosada luego de conocerse que era presidente electo. O la postergada definición sobre las represas de Santa Cruz, seguidas de la cancelación posterior de las dos centrales nucleares ya acordadas con China. O la dilación interminable de la autorización para la puesta en marcha del puerto de Ramallo, con fondos rusos. O los múltiples desaciertos de protocolo y maltrato a la prensa internacional durante el G20, entre otros errores que siempre se terminan pagando.

La política exterior de Cambiemos no parece surgir de un diseño coherente de inserción internacional, sino que realiza actos impulsivos en un marco de seguidismo acrítico a los deseos del Departamento de Estado. Uno de ellos, el rechazo a la presencia económica china se ve condicionada por las necesidades propias de financiamiento: se amplió el swap de reservas que tanto criticó al gobierno anterior, las inversiones chinas son las únicas que apuestan por los PPP.

Si en un caso extremo, comenzara una invasión en Venezuela podemos preguntarnos cómo quedarían posicionados ante la opinión pública los políticos argentinos. ¿Cuál es su diseño de inserción internacional de cada aspirante a la Presidencia? ¿Quién es su referente en política exterior y asuntos regionales? Quienes no se pronunciaron aún en ningún sentido, como Felipe Solá, Roberto Lavagna o Miguel Lifschitz, ¿podrían emerger como los prudentes que no actuaron sólo por impulso de quedar bien con Estados Unidos?

Los antecedentes que no se pueden (o quieren) replicar

En 1902 las costas de Venezuela fueron bloqueadas por Francia, Alemania y Gran Bretaña para cobrar una deuda. Esto inspiró al genial Xul Solar a pintar un cuadro, el sublime Mundo (mi stabilisco sulla coda del serpente, l'America Latina). Y también al gran jurista Carlos Calvo a enunciar la doctrina que lleva su nombre.

En el pasado, grandes especialistas eran la voz que expresaba las tradiciones diplomáticas argentinas. La subordinación irreflexiva a las necesidades del Departamento de Estado puede generar onerosas obligaciones para el pueblo argentino: ¿es legítimo que un país decida a qué autoridad interna entregar recursos soberanos como reservas o ingresos petroleros?

En 1983, México, Panamá, Venezuela y Colombia conformaron el Grupo de Contadora para ayudar a encontrar una solución pacífica al conflicto centroamericano. En 1985, se creó el Grupo de Apoyo a Contadora, al sumarse Argentina, Brasil, Perú y Uruguay. El llamado "Grupo de los Ocho" pudo encontrar una voz regional para una grave problemática, y al abogar por la paz, fue el fundamento del Acuerdo de Paz de Esquipulas.

En estos días, con la desactivación de UNASUR, instancia que permitió discutir el bombardeo de Colombia a zonas ecuatorianas en 2008, la región muestra un alineamiento directo con la Presidencia Trump.

Y en particular nuestro país, el primero que recuperó la democracia en los años ochenta del siglo pasado, ¿es el más indicado para atacar al país que refugió a miles de compatriotas durante la última dictadura?

En términos del teórico Juan Carlos Puig, con un alineamiento automático más el acuerdo con el Fondo Monetario internacional, Argentina pierde grados de autonomía en la decisión de su política exterior, configurando una dependencia para-colonial, que es aquella formalidad en la que existe un gobierno soberano pero quienes detentan el poder son sólo un apéndice de otro Estado.

Cabe preguntarse si la progresión de la crisis, con las amenazas de guerra retumbando y sus consecuencias en caso de desatarse, no provocarán un fuerte cambio de percepción en la valoración interna de los distintos candidatos.

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