Editorial
Las guerras ya son por el agua
Por Gonzalo Meschengieser
Las guerras por el agua no son un fantasma del mañana, sino una realidad del presente. Argentina no quedará ajena a estas disputas.

Durante años, la advertencia de que las guerras del futuro serían por el agua ha sido una constante en informes de organismos internacionales y declaraciones públicas de líderes mundiales como Ban Ki-moon o el Papa. Estas declaraciones, que contribuyen a posicionar uno de los mayores desafíos de la humanidad para este siglo y el próximo, esconden una realidad, las guerras por el agua no son un fantasma del mañana, sino una realidad del presente. Argentina no quedará ajena a estas disputas.

El agua como detonante de conflictos armados

Los conflictos en los que el agua ha sido un factor determinante se multiplican en diversas partes del mundo. En el conflicto de Darfur (Sudán), la competencia por fuentes de agua entre agricultores y pastores ha sido un factor clave de violencia. En Siria, la peor sequía en siglos (2006-2010) aceleró el colapso económico y social, contribuyendo a la guerra civil. La Guerra de los Seis Días en 1967 tuvo entre sus desencadenantes el desvío del río Jordán para limitar el acceso de Israel al agua. La guerra entre Irán e Irak (1980-1988) incluyó una disputa por el control del río Shatt al-Arab. A esta lista se pueden agregar los enfrentamientos en el Mekong o las tensiones entre India y Pakistán por el Indus.

Las guerras no convencionales del agua

Las tensiones por el agua no siempre se manifiestan en enfrentamientos militares. En Bolivia, la llamada "Guerra del Agua" de Cochabamba (1999-2000) fue un levantamiento social contra la privatización del suministro. En Chile, las protestas de 2019 incluyeron el reclamo por la desprivatización del agua. En México, la crisis hídrica de Monterrey en 2022 desató manifestaciones ante la inequidad en la distribución del recurso entre población e industria. En Irán, la mala gestión del agua ha llevado a continuas protestas.

También hay disputas silenciosas entre sectores económicos. En muchas regiones, la demanda de agua de la agroindustria y la minería choca con el abastecimiento de agua potable para la población. En el mundo digital, los centros de datos requieren grandes volúmenes de agua para refrigeración, presionando aún más los recursos hídricos.

Tensiones en Argentina por el agua

En Argentina también existen conflictos por el agua. La disputa entre Mendoza y La Pampa por el río Atuel lleva décadas sin resolverse. La represa Portezuelo del Viento ha generado tensiones entre Mendoza, Buenos Aires, Río Negro y La Pampa. A nivel internacional, la disputa con Uruguay por la contaminación del río Uruguay derivó en un conflicto diplomático y cortes de rutas por parte de los ambientalistas. En el norte del país, comunidades rurales y pueblos originarios siguen luchando por acceso al agua potable en regiones afectadas por sequías y sobreexplotación de acuíferos. Yaciretá y hasta algunas aristas del conflicto de Malvinas podrían incluirse en este capítulo.

Pensadores que advirtieron sobre las guerras del agua

Desde hace décadas, figuras influyentes han advertido sobre el peligro de conflictos hídricos. Ismail Serageldin, exvicepresidente del Banco Mundial, dijo en 1995: "Si las guerras del siglo XX fueron por el petróleo, las del siglo XXI serán por el agua". Ban Ki-moon y Boutros Boutros-Ghali, exsecretarios generales de la ONU, también alertaron sobre el potencial de guerras por el agua. Mikhail Gorbachev y el Príncipe Carlos del Reino Unido han enfatizado su importancia estratégica en la estabilidad global.

Agua e infraestructuras: un objetivo del terrorismo

Las infraestructuras hídricas también pueden ser blanco de ataques. En 2015, el grupo Estado Islámico tomó represas en Irak y Siria para controlar el acceso al agua. En 2021, un ciberataque a una planta de tratamiento de agua en Florida intentó contaminar el suministro con sosa cáustica. La vulnerabilidad de estas infraestructuras convierte al agua en un arma geopolítica en potenciales conflictos futuros.

El origen y el futuro

Las fronteras de los Estados Nación a menudo no reflejan las realidades étnicas, lingüísticas o productivas de los pueblos. Sin embargo, hay un aspecto aún más crucial que a menudo se pasa por alto en los mapas: el agua. En regiones como África, los límites políticos fueron trazados de manera arbitraria durante la colonización, sin considerar las cuencas hidrográficas o la distribución natural de los recursos. Esto ha generado conflictos recurrentes, donde el agua, al igual que la tierra o los recursos minerales, es vista como un activo estratégico. Otros factores son el haber emplazado ciudades en zonas con escasez hídrica de origen.

En el futuro, otra razón emergerá como causante de conflictos por el agua. Es el inestable equilibrio de la balanza mundial del agua, que refleja la cantidad de agua virtual en el comercio internacional. Esta agua es aquella que se encuentra "embebida" en los productos de exportación. Con frecuencia creciente los países tenderán a importar productos agua-intensivos, con el objetivo de preservar la propia para el consumo humano y manufacturas, y servicios de mayor valor agregado.

El rol de Argentina

Argentina tiene tres ventajas comparativas para convertirse en un mediador en estos conflictos globales por el agua: sus propias reservas de agua, que la posicionan como un eventual actor en el marco de la "solidaridad del agua" entre países, su lejanía de los centros de conflicto (algo que Malamud suele describir como una "intrascendencia positiva"), y la capacidad de innovación de las empresas del sector para brindar soluciones sostenibles.

El agua ya está en el centro de conflictos armados, disputas diplomáticas, guerras comerciales y crisis sociales. No es solo un problema del futuro; es una crisis del presente. En un mundo donde el cambio climático agrava la escasez y la demanda sigue en aumento, la gestión del agua es un desafío urgente para evitar que las tensiones actuales se transformen en guerras abiertas de mayor escala.

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